Botella Evian

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Busco desesperado la botella Evian, y no puedo soportar estar sufriendo tanto por el hecho de no encontrarla por ningún lado. "Mi vida es un infierno viviente", reflexiono. Tras el paso de las horas, me encuentro en un colapso mental, observando el techo de mi departamento, saboreando un Xanax que encontré en el suelo.

Muevo la cabeza en diferentes direcciones, tomando en cuenta lo casi impresionado que estoy por sentir un enorme peso dentro de ella, como si hubieran dentro muchas monedas con poco valor, o demasiado valor, o que son esas que las personas tiran estúpidamente a los puentes, teniendo el infantil pensamiento de que todos sus sueños se cumplirán; serán felices, tendrán dinero, amor, mucho amor, para recibir y dar.

Saldrán con sus familias y reirán, caminando en un cálido atardecer que es capaz de transmitir positividades infinitas y deseosas para todo el que esté allí, en aquel parque, en Central Park, con el niño que tiene globos en las manos: uno amarillo, uno rojo y otro rojo, de nuevo. Dentro del coche había un bebé demasiado calvo para mí gusto, haciendo nada, siendo un total inútil esclavo de esos dichosos padres tan perdidos en el mundo, pensando que están haciendo algo en la vida, algo importante, algo que los haga ser parte de la sociedad y seres vivos con materia, pero no, no son nada. Masas caminando. Eso lo supieron, cuando me vieron llegar frente a ellos, antes no.

Recuerdo ver los dientes del niño, uno por uno; primero, su exagerado grito permitió que hiciera un rápido análisis de su dentadura, después, como soy un personaje particularmente curioso, logro apreciarlo a detalle gracias a mi martillo Fiskars Isocore 591ml Ri, Garra de Acero y Mango 15-1.3cml y no me gustó, por lo que debía cambiarlos por los de su madre. Demoré cinco horas y veinte minutos. Una vez satisfecho, fui...

– Hola, amorcito.

Evelyn interrumpe absolutamente todo, ordenándose el espumoso cabello rubio de muñeca. Por un momento, se tapa la boca con una mano, sarcásticamente arrepentida. - ¡Lo siento! Sé lo mucho que odias que te llame así. Quise decir... Hola, hombre grande de negocios.

Sonríe como si me hiciera gracia y se sienta al lado mío. Me alejo unos centímetros, discreto. Para no querer creer que está Evelyn, muevo la cabeza a los lados, identificando el lugar.

Mi departamento estaba asqueroso. Podía notar unas pequeñas manchas de sangre de ayer en un sector de la pared, al que de seguro le faltan dos litros de productos de limpieza más para desaparecer. Era una pequeña parte de mi realidad que se ubicaba en mi departamento, ahora, en donde, supuestamente, debo vivir en mi película, junto a Evelyn. Aquella muestra de mi mundo me ponía nervioso, como si me estuviera llamando y que, al acercarme, saliera un portal y yo entrara en él, dejando mi infierno para ir a otro, porque nunca y, repito, nunca... estaré... satisfecho.

– La boda de Hanna estuvo espectacular, en serio. Oh, Patrick...

Evelyn, que tiene una inestabilidad emocional extremadamente grande que preocuparía a cualquier persona que la observe bien por dos segundos, podía presenciar una minúscula parte de mi mundo, en esa pared. Podía, tenía la capacidad tan solo por tener ojos y una vista sana. Pero no lo vio. Ni siquiera tuve que esperar a que después de tres horas fuera a la puerta, se despidiera con un beso ineficaz, caminara con sus tacones Versase (ordinarios y aburridos), mirara sus uñas, con un aura de empoderamiento o de sentir que hace las cosas bien y tiene todo resuelto antes de que se produzcan los problemas, para saber que jamás podría ver lo que tenía en frente suyo: la realidad de otra persona, mi realidad.

Este hecho me hizo cerrar la puerta de un portazo brusco.

¿No hay personas reales? ¿Todos deben ser parte de la película, del juego? Yo no se los pedí. No dije nada. Es más; quiero salir del cine. Quiero salir de la sala oscura y que se me nublen los ojos por unos instantes por el contraste de luz. Quiero tomar un taxi, llegar a casa y...

– Encontraste la botella. – dice Patrick, o, bueno, yo. Y sí, la encontré. Dejé el agua encima de la mesa y odié la frustración repentina que me dio el recordar que perdí el diente incisivo central del niño. 

Mi Mundo (Patrick Bateman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora