Tomás Arbillaga

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Alguien "normal" podría decirle a Rodrigo que está demente, pero a él le importaba muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como "descabellado". Pero, como anteriormente se ha mencionado, al castaño le importaba realmente muy poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosamente maloliente mochila llena de toallas y camisetas sudadas por todo el pasillo de la univeraidad y después tomar un taxi en dirección a la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento en que sus compañeros ingresaban a las duchas después de jugar a medio vestir.

Rodrigo sabía cómo disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.

Abril no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados... pero ninguno llegaba a sorprenderle.

Incluso había tenido que descartar a Martín de su lista en el momento en que se supo que empezó a salir con una chica de intercambio recién ingresada. Así que su búsqueda continuaba tranquilamente... o al menos así fue hasta que apareció Tomás Arbillaga.

¿Quién mierdas era Tomás Arbillaga?

El peliblanco era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que habían ingresado a la universidad a aquellas alturas del año.

Un niño bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso, un cerebrito, ratita de biblioteca... entre otros calificativos algo más graciosos. Usaba unos grandes lentes redondos, pantalones anchos y se abotonaba la camisa hasta el cuello. También usaba sudaderas increíblemente grandes o buzos con cuello de tortuga. Tomás era el típico tipo de chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.

Rodrigo no tuvo absolutamente nada que ver con el chico (de hecho, desconocía de su existencia) hasta que Arbillaga se vio obligado a ser parte del equipo de fútbol. Contrariamente a los que todos pensaban, Tomás Arbillaga era increíblemente bueno en todos los deportes, tan solo le daba paja practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que una simple ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos y fibrosos y unos brazos dignos de un modelo?

Si ni siquiera Rodrigo se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era en lo único en lo que no destacaba.

Desde ese día, el peliblanco no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca cada tarde, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo incluso sabiendo que era un hombre abiertamente gay.

Sin embargo, el castaño, aunque podía admitir que el chico tenía una cara que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros de equipo saliesen de las duchas para poder ingresar él y hacer su aseo privadamente.

Rodrigo no lo entendía, pero no le importaba.

O al menos así fue hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El día anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidió (por mucha paja que le diese) hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vio por primera vez lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros: Tomás Arbillaga se desnudaba de espaldas, sin tener la más mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso como Rodrigo se había acostumbrado a verlo. Y oh, la puta madre.

Tomás era jodidamente lo más delicioso que Rodrigo había visto en mucho, mucho tiempo.

Rodrigo ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que no le dejaban en paz ni en el almuerzo. Porque el chico era... era sublime. Mierda, se había quedado sin palabras. Su piel se veía verdaderamente tersa y apetecible. Aquellos tatuajes relucían haciéndolo ver jodidamente irresistible. Cada vez que se movía, incluso en lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que el castaño estaba empezando a delirar; se podía ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos pliegue a pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor horrible en la...

-¡AAAH!

Rodrigo saltó en su lugar, asustándose de modo que avanzó un par de pasos al frente y se resbaló gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse y cuando los abrió, creyó haber sido realmente muy buena persona en su otra vida, pues el enorme -realmente enorme- miembro de Tomás Arbillaga era lo que estaba frente a su cara en el momento en que abrió los ojos.

"Dios mío, esos son mínimo veinticuatro..."

Sin embargo, tan pronto como el chico terminó de ayudarle a levantar, se cubrió con lo primero que encontró: la ropa que recién se había quitado. Sus mejillas y las de Rodrigo coincidieron para ponerse rojas como tomates tan pronto se miraron a los ojos, la diferencia era que el castaño tenía un par de pensamientos poco inocentes en su cabeza que eran la razón del color en sus pómulos, pero Tomás estaba en una situación totalmente diferente, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.

-L-Lamento haberte asustado boludo...- Susurró el chico, apartando la mirada lo más rápido posible. -P-Pero en mi defensa, vos me espantaste primero.

El peliblanco suelta una pequeña risita torpe que hace que el estómago del menor se sienta extraño. El chico era una preciosidad... y tenía un gran, gran, graaan amigo allí abajo. Rodrigo empezaba a mirarlo con otros ojos.

Estaba sin palabras, no sabía qué decir. Lo único que quería era arrodillarse frente al peliblanco semi desnudo frente a él y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Rodrigo estaría complacido de causarle con sus propias manos... quizá su boca podría ayudarle.

-¿E-Estás bien?- Pregunta Arbillaga, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus lentes y sus preciosos ojos le estaban haciendo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde España hasta Estados Unidos y no podía abrir la boca frente al cerebrito nuevo de la universidad.

Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, lo primero que se nos viene a la cabeza en la mayoría de los casos y quizá pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... pero Rodrigo sobrepasó cualquier límite.

-¿Me dejás chupártela?

𝐅𝐚𝐥𝐨𝐟𝐢𝐥𝐢𝐚 ♡ 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐭𝐨𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora