PRÓLOGO

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—Te voy a dar dos segundos para que te largues

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—Te voy a dar dos segundos para que te largues.

Su voz ronca y mordaz hizo que frenara mis pasos a medio camino y que mis manos comenzaran a temblar levemente. Con los nervios fluyendo a través de mis venas pasé saliva y comencé a darme la vuelta para salir del apartado VIP del antro en donde la música ni siquiera se escuchaba debido a las paredes insonorizadas que mantenían el lugar en calma para situaciones como esas en donde se necesitaban reuniones clandestinas como la que me habían indicado a mi para servir.

—No hablaba de usted, señorita —yo detuve mis pasos nuevamente y un hombre trajeado pasó junto a mí con paso veloz.

Sintiendo como mi cuerpo reaccionaba a la mirada que tenía puesta sobre mí, volví a mi posición inicial.

La iluminación del lugar era tenue, solo luces rojas mantenían los cuerpos visibles al ojo, por lo que pude apreciarlo a la perfección sentado sobre aquel sofá de cuero negro, con ambos de sus brazos apoyados a cada lado y una posición desenfadada.

Él mantenía el saco que apreciaba de color negro intacto, sin embargo, su corbata estaba deshecha y algunos botones de su camisa se encontraban sueltos. El vaso en su mano tatuada se encontraba vacío, por lo que recobrando la compostura me acerqué a él y me posicioné frente a la pequeña mesa para agacharme con las piernas juntas y retiré el vaso sobre la mesa para dejar dos nuevos y una botella nueva de whiskey.

Su mirada continuaba sobre mí poniéndome un poco más nerviosa. Era poco lo que se apreciaba en aquel lugar, pero estaba más que segura del atractivo de ese hombre. Los tatuajes que ascendían por su cuello, el arete en su ceja y labio, su mirada intimidante y su cabello corto rapado que lo hacía ver muchísimo más intimidante. Y qué decir de esos anillos en sus dedos que se aferraban al vaso y que podía apreciar gracias a la mirada de soslayo que le daba mientras continuaba frente a aquella mesa.

Él se movió mientras yo me levantaba para apoyar sus antebrazos en sus rodillas y poder inclinarse hacia adelante.

—Parece estresado —dije suavemente mientras me acercaba a él para tomar el vaso en su mano.

Él levantó su mirada hacia mi persona y yo me pregunté por qué mierda había abierto la boca para decir semejante cosa.

—Así es —susurró —¿quiere hacer algo para ayudar? —yo enarqué una ceja ante la proposición tan directa.

No era la primera vez que sucedía algo así, casi siempre había clientes que insinuaban ese tipo de cosas o muchos otros que se propasaban, pero esta ocasión era muy diferente.

Yo me encontraba deshecha por una ruptura amorosa de hacía cinco horas y este hombre lejos de asquearme con aquella pregunta mientras sus ojos de un color indefinido para mí me observaban de una forma tan profunda solo me hacía estremecer ansiosa y deseosa.

—Claro —solté mientras tomaba el vaso de su mano para acercarme a la mesita nuevamente y tomar uno nuevo para servirle un poco de aquel líquido que a mi parecer sabía horrendo.

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