Capítulo 8: Desgracias entre nosotros

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Esta semana era una muestra de horror que pasaba todos mis días. Una semana lleno de dramas, dudas y torpezas que salían a través de las acciones que no eran parte de mi vida. Aun así, intentaba sacarle lo bueno de aquellas cosas y evitar dañar mi autoestima ordenando a mi mente mantenerme siempre con brío todo el día.

Sentado bajo el tronco de un árbol, junto a miles de hojas marchitas regada por el suelo, hacía contacto mi piel con el frío suelo del jardín, los leves y fuertes vientos juntaban las hojas y las empujaba por todo el jardín haciéndolas pasear por el lugar, corriendo sin pies, pero llevándolas más rápido que nuestros pies puedan avanzar. Sostenía en mis manos una rosa blanca marchita que había sido arrancado de nuestro jardín. Jugaba con la rosa mientras miles de preguntas se aborrecían en mi mente, un claro ejemplo de no estar consiente cuando más lo necesitaba. Sostuve a la rosa y la miré por unos instantes, antes de dejarla en el tronco frío del árbol y marcharle del lugar.

Había un gran silencio en casa. Mi padre se encontraba en su despacho creando un proyecto de trabajo, mientras que mi madre se encontraba en la sala junto a la computadora. Ambos estaban bastante ocupados, como para dar vida a la enorme casa pletórica de silencio, en el que se encontraba solo Lupe haciendo su trabajo.

El gran reloj del pasillo, recreaba el sonido del tic tac en cada segundo y minuto que pasaba, haciendo que este, sea el único sonido que se escuchaba en esos momentos. En el reloj, algunos minutos no marcaba, y los que marcaba, se desvanecían al instante, esperando ser remplazado para dar una vuelta más en la ruleta del destino. El reloj era viejo, una reliquia y un regalo de mi tatarabuela que aún mi madre conservaba, un viejo recuerdo de parientes que ahora ya no están aquí. Una pieza valiosa.

Subí a mi habitación, en donde el aburrimiento persistía en ese lugar y enfocaba más el cansancio mental, una mezcla de repeticiones y obligaciones que alteraba la mentalidad de la persona, creando el aburrimiento y cansancio mental en ello.

-Qué ironía la mía-

Miré a través de mi ventana el aliento del viento traspasar el vidrio, junto a pequeños pedazos de polvo del paisaje apagado dependiendo ahora de la penumbra estación del año. Busqué a través de mi mochila unos marcadores borrables y con ello empecé a dibujar en la ventana. No era experta en el dibujo, así que solo dibujé a la persona con líneas rectas haciéndolo de la mejor manera, junto a sus manos un pequeño corazón y un poco de cabello en su cabeza; unos cuantos arbustos marcados de color verde lo acompañaban a la figura varonil, con una sonrisa enorme y su figura erguida sin roturas que le revelaba algo oculto a través de eso. Su nombre sería Miguel.

- Hola, -susurré a la figura tintada en el vidrio de mi ventana- espero que no te sientas sola como yo, ¿cierto?

Esperaba que me diera una respuesta el dibujo que había creado, aunque sabía que nunca me la daría. Era una figura muerta a través de la pintura.

Dejé al pequeño hombre a un lado, y comencé a dibujar otra persona, pero en lugar de dibujar a otro hombre, dibujé una mujer. Dibujé un círculo junto a un pequeño triángulo debajo de este, broté líneas rectas cerca el circulo y debajo del triángulo para formar el cuerpo. Le puse ojos, le puse cabello y dibujé en ella una sonrisa al igual que Miguel, su nombre sería Liv.

- Ahora si tienes una amiga Miguel, espero que puedan ser felices.

Dicho esto, me alejé de la ventana y bajé la cortina ocultando el dibujo hecho para que nadie lo viera, no quería que mi madre lo viera y me gritara como siempre lo hacía. Los gritos de ira que eran costumbre en ella.

De pronto, alguien llamó levemente a mi puerta en respuesta a que abriera, solo con el fino sonido pude darme cuenta de quien se trataba, me acerqué para abrir la puerta y pude observar que era Lupe con una cuchara de palo en la mano. Vestía la típica ropa de una sirvienta junto con un delantal blanco que le brindaba algunos bolsillos. -Tiffany, es hora de almorzar, tus padres te esperan abajo.

Nuestro último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora