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Era una tarde calurosa en Feudo Celestial. El aire chocaba caliente contra la piel, y el sol quemaba lentamente a aquellos que osaban salir de las sombras. Leliana observaba el patio vacío desde la ventana de la torre, hoy no habría entrenamiento para los soldados. Los cuervos tampoco graznaban aquel día, hasta ellos se sentían abatidos por las temperaturas. Se desprendió de sus guantes y los dejó sobre la mesa, encima de los tantos informes pendientes de leer.

"Qué día más poco interesante me espera". Tenía que ponerse a trabajar, pero no podía escapar de la pereza y el cansancio que daban ese tipo de días. Se sentó junto al escritorio, apoyando su espalda en la pared, empezó a revisar los papeles. No transcurrió más de media hora hasta que uno de sus agentes se postró ante ella con cierto nerviosismo.

"Lady Ruiseñor, noticias importantes"
"¿Qué ocurre?"
"Tiene visita. Está abajo, esperando a poder pasar"
"¿Visita...? ¿De quién se trata?" Leliana frunció el ceño, su trabajo no solía dar pie a visitas; mucho menos inesperadas.
"Ha insistido en no ser anunciada"

El rostro de Leliana se tensó, víctima de la intriga que tan repentinamente se había formado en su cabeza. Se levantó, preparándose para cualquier sorpresa. ¿A qué venía tanto misterio?
El agente hizo una sutil reverencia, y desapareció tras las escaleras, había ido a avisar al misterioso invitado de que ya podía subir. Leliana se mantuvo serena, fría, los nervios no le servirían para nada. Escuchó atentamente las pisadas que subían por las escaleras, ¿una mujer? no llevaba armadura, al menos no una pesada, resonaría. Aguardó pacientemente, sin quitar la vista de la entrada. Y entonces, apareció.

Ella.

La heroína de Ferelden.

Allí estaba, de pie a escasos metros de ella. La guarda gris la miraba con cariño y cansancio, con una mirada que gritaba "Al fin". Leliana sintió su corazón pararse durante unos segundos, para luego retomar su marcha el doble de rápido. Acudió a ella casi sin pensarlo, abriendo los brazos para envolverla. Lady Ruiseñor abrazó a su amada durante más de diez segundos, en silencio, asimilando que en efecto aquello era real. Cuando finalmente se separaron, la heroina posó sus manos en las mejillas de su amante; ambas se admiraron como si el tiempo se les escapara de las manos.

"Estás aquí... ¿Cómo?"
"¿Te ha gustado la sorpresa?"
"No puedo imaginar mayor regalo que este"

Sin embargo, algo no terminaba de encajar en su cabeza. Ella viajaba muy lejos de Ferelden, ¿cuándo había decidido volver? Y lo más importante, ¿por qué?

Ambas se sentaron junto a su escritorio, tomándose la mano y sin dejar de mirarse la una a la otra. Había pasado tanto tiempo, pero el amor entre ellas nunca dejó de estar ahí. Leliana le ofreció dar un paseo por la fortaleza, y se ocupó de mostrarle todos sus sitios favoritos: la armería, la biblioteca, los pasillos secretos... Las horas pasaron y el sol comenzó a ocultarse, las dos mujeres estaban ahora sentadas en uno de los bancos del jardín.

El cielo se tornó púrpura, y junto a los grillos aun se oían los murmullos de aquellos que rezaban cerca de ellas. La heroína de Ferelden contemplaba a su amante con ojos dulces y tristes, la melancolía la atizaba. La maestra espía no necesitó mucho tiempo para darse cuenta.

"Dime qué te ocurre, mi amor"
"Estaba pensando en las noches en el campamento. Cuánto tiempo ha pasado ya"
"Mucho, desde luego" dijo con curiosidad por saber qué afligía a su amante.
"¿Lo echas de menos?" la guarda gris fijó sus ojos en ella.
"¿El qué exactamente? ¿El barro, el queso de Alistair, o el aliento de Oghren?" dijo entre risas "¿Qué echas de menos tú?"

La guarda sonrió y miró de nuevo hacia las nubes. Ya había reflexionado mucho aquella pregunta, y sabía cual era la respuesta. Extrañaba las peleas entre Morrigan y Alistair, extrañaba el acento de Zevran y al estoico Sten. Extrañaba muchas cosas, pero había una más importante que otras... "A ti".

Leliana no supo responder, rio sutilmente y miró a su compañera. "Yo también te he echado de menos. Pero ahora estás aquí". Se hizo el silencio durante unos instantes, las dos amantes se reencontraban pero las cosas habían cambiado.

"La inquisidora y yo nos hemos estado escribiendo en estos ultimos meses" comenzó a decir la guarda "Está preocupada por ti, y ciertamente yo también".

Leliana frunció el ceño. "¿Por mí?"

"Me ha descrito a una Leliana que no conozco. No podía creerlo. Pero sé que los últimos tiempos te han traicionado"

La maestra espía sacudió su cabeza. Se levantó indignada del banco y empezó a moverse nerviosa, frustrada. "¿A qué viene esto?".

La guarda la miraba desde el banco, con las manos apoyadas en sus rodillas. Los eventos que la inquisidora le había relatado en relacion a su amante la habían transtornado. No era ella la Leliana que había conocido hace 10 años: dulce, vibrante, humana. ¿En qué momento había llegado a este punto? ¿Era culpa de su ausencia?. Se levantó y se acercó a la pelirroja, que le había dado la espalda. Tomó sus manos suavemente, y cuando esta volvió a dirigirle la mirada, vio a una Leliana asustada. Acarició sus mejillas con cariño, y se tomó todo el tiempo del mundo para recorrer cada palmo de su rostro: sus labios, sus ojos, sus pestañas, sus pecas. Ella seguía allí, detrás de esa imagen cruel y letal que se había construido a su alrededor.

Besó su frente. "Lo siento" dijo la espía. Un momento de debilidad, después de tanto tiempo. "Han pasado tantas cosas. No sé cómo aclarar mis pensamientos, no sé qué sentir". Ambas se abrazaron, Leliana apoyó la cabeza en su pecho, y la guarda acarició sus cabellos con cariño.

"Siento no haber estado aquí para ti. Has tenido que sufrir sola todo esto".
"No es tu culpa" dijo Leliana, "Tenías asuntos importantes que atender".
"Nada hay más importante que tú en este mundo, mi amor".

Ambas sonrieron, y finalmente se besaron sin pensar en los ojos que podrían verlas. Hubo paz, y el tiempo se paró, para dejar disfrutar a las amantes de aquel instante que les recordó a tiempos más tranquilos.

You are not the same. Dragon age oneshot - ESP/ENGWhere stories live. Discover now