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Alexitimia, la incapacidad para identificar y describir los sentimientos propios y ajenos

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Alexitimia, la incapacidad para identificar y describir los sentimientos propios y ajenos. Mis propios hermanos comenzaron a asociarse un poco -demasiado- con esta palabra en particular y el único argumento válido que podrían llegar a dar con respecto a esto es simple, nunca me he enamorado, o al menos nunca lo había demostrado, no como ellos, que son un trío de débiles que caerían rendidos ante un poco de cariño y una mínima de atención.

Pésimo.

Tanto a mi, como a mi hermano menor ambos crecimos teniendo presentes ciertas reglas que papá nos dio desde pequeños, las que al menos yo me esforcé en seguir al pie de la letra, al derecho y al revés por un poco de esa aprobación paterna que nunca tuvimos, las que teníamos presentes cómo nada más que un instinto de supervivencia.

A ambos nos criaron para ser asesinos despiadados, debíamos ser los perfectos hijos de Alexander Bogdánov, los que nunca caerían ante nadie y mucho menos una mujer, aunque nadie me dijo algo con respecto a un hombre..

Y es que, a pesar de las pequeñas mariposas que he sentido revoloteando en mi estómago por cierto chico canadiense, voy a decirlo, enamorarse está sobrevalorado.

No es más que un cliché idealizado, una fantasía demasiado absurda por la que todos pasan no una, ni dos veces, es algo que nos sigue hasta el día de nuestra muerte, es un hecho que he comprobado observando a mis pobres hermanastros e incluso en mi madre.

Y quizá pueda sonar exagerado viniendo de alguien que en su vida había pensado en cruzar la delgada línea, ir más allá del sexo casual, las aventuras de una noche y cruzar al lado de las relaciones estables de un amor vainilla de ensueños, un romance dulce que duré toda la vida, ese en el que harías todo por amor. Y no, nadie tienen derecho a juzgarme por mi propia lascivia, después de todo nunca existió para mi un buen ejemplo con respecto a ese amor puro y sincero que solo pude ver en las estúpidas películas que veía -por obligación- con alguna de mis hermanas, ni siquiera mis padre fueron un buen ejemplo.

Papá nunca estuvo en casa y cuando lo estaba nunca fue por Grace, mi madre biológica o sus hijos, era obvio que Alexander sólo volvía para tomarse sus descansos en ese enorme palacio que mantenía derramando la sangre de inocentes.

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