Capítulo 33

1.4K 76 0
                                    

Capítulo 33

Los días pasan y el amor entre mi marido y yo es más fuerte que nunca. Me mima, me cuida, me quiere y me hace saber que está ahí para mí.
Harry está trabajando desde casa para su padre. Para él es algo incómodo aceptar ese trabajo pero es lo que debería de haber hecho hace mucho. Des había llegado a proponerle que nos trasladásemos a Estados Unidos. Rechazamos la idea de inmediato y me cuesta mucho tranquilizar a Harry para que no se enfade con su padre.
El pequeño Niall ha cogido fiebre de nuevo. Dana lo lleva al pediatra junto con Niall y después de que le receten medicinas, no sale de casa hasta que no se mejora.
Durante tres largos días, me quedo en la maldita cama supuestamente descansando. Últimamente estoy teniendo muchas contracciones y eso a Harry le gusta menos que a mí. El otro día mientras caminábamos por el largo jardín, me quedé paralizada de dolor al notar como mi vientre me respondía malamente, ¡pobre de mi maridito el mal ratito que pasó! No lo había visto tan pálido en mi vida.
A pesar de que me muero del aburrimiento aquí encerrada en mi habitación, sumándole que nadie sube a visitarme a no ser que Diane me traiga la comida en una bandeja o Harry me haga compañía pocas veces, lo único que me ha mantenido viva ha sido la lectura. Dana me ha dejado algunos libros sobre embarazos que ella leyó en su estado, son realmente interesantes aunque algunas cosas me horrorizan.
En menos de cuatro días me he leído tres libros bastante gruesos y he descubierto cosas que no sabía. Quiero mucho a MiniHarry, pero es insoportable lo que estoy aguantando. Los vómitos se fueron tras pasar los primeros tres meses, pero es asqueroso no parar de ir al baño o tener que cambiar de humor cada quince minutos, eso Harry lo sabe muy bien. ¡Pobre, no sé cómo no me ha mandado a la porra después de todo lo que le he hecho pasar con mis hormonas revolucionadas! Soy un manojo de nervios y él un hombre con mucha paciencia.
Hoy mi inglés favorito, mi chicarrón me despierta con un reguero de besos por todo mi cuello. Al abrir los ojos malhumorada, a pesar de ello me dedica una sonrisa tierna.
-Buenos días mi dormilona -recoge un mechón de mi pelo alborotado.
Debe de ser tarde porque él ya está vestido y la luz que se filtra por el balcón delata que por lo menos son las doce de la mañana. ¡No me gusta dormir tanto!
-¿Qué hora es? -pregunto frotándome los ojos.
-Las doce y diez -responde.
Lo sabía.
-¿Por qué no me has despertado antes? -digo molesta.
A él parece afectarle mi bordería.
-Anoche estabas muy cansada y decidí que hoy te despertarías tú sola, pero creo que ya es tarde.
-¡Y tan tarde! -me mofo.
Me incorporo sentándome a su lado mientras no me quita ni un segundo el ojo de encima. De pronto me coge la mano y la coloca sobre su mejilla, presionándola. Ese gesto hace que se me encoja el corazón y sin saber por qué, siento unas irremediables ganas de llorar.
-Ey, cielo... -susurra limpiando las lágrimas con sus pulgares.
-Lo siento, lo siento -trato de calmarme.
-Sólo quería decirte que hoy Louis, Niall, Liam, Zayn y yo jugaremos un partido de baloncesto en el polideportivo de la otra vez.
-¿Zayn viene?
Él asiente y la felicidad recorre mi cuerpo. Hace mucho tiempo que no veo a Zayn desde que se marchó a Bradford con su familia y ahora no puede creer que vaya a venir.
-No creo que quieras que salga de la cama, ¿no es así? -arqueo una ceja.
Él sonríe y me da un beso en la mejilla. Al final acabo sonriendo, quién lo iba a decir.
-Me gustaría que vinieses a verme aunque sea desde las gradas, Dana irá.
-¿Estás diciéndome que salga de estas cuatro paredes?
Divertido, Harry vuelve a asentir con la cabeza.
-¡Claro que iré, si no salgo de aquí me volveré loca! -exclamo haciéndole reír.
-Pues vamos, arréglate que hemos quedado para almorzar fuera -me dice.
Horas después nos vemos todos en un restaurante que hay en Londres. Los primeros que vemos sentados en una mesa grande cuando entramos son Liam y Louis. Nos acercamos y les saludamos. Durante unos largos minutos no paramos de reír y de hablar sobre MiniHarry. Esto era lo que yo necesitaba, salir de casa y sentirme humana.
Entonces, interrumpiendonos, una voz demasiado conocida dice a nuestras espaldas:
-Estoy aquí.
Mis piernas flaquean al volverme y ver a un guapo y radiante Zayn que me sonríe ampliamente.
Yo grito pletórica de felicidad y todos en la mesa sonríen. Me levanto de la silla y corro a los brazos de ese morenazo que me devuelve el abrazo, encantado.
-Qué alegría volver a verte Sara -dice estrechándome entre sus brazos.
Segundos más tarde, Harry dice:
-¿Debería de ponerme celoso?
Todos reímos, sé que lo dice en broma.
-¡Ay, mi celosón! -sonrío más contenta que una perdiz acercándome a mi amor.
Él, gustoso, me acerca la silla más a la suya.
Al final pedimos la comida y entre jaleo de conversaciones y bromitas entre nosotros, nos la terminamos. ¡Este es el buen rollo que me gusta entre nosotros!
Harry me comenta que Dana no vendrá hasta después junto a Niall. Cuando son las seis, todos nos vamos en nuestros respectivos coches hacia el polideportivo. Mientras Harry conduce, no para de mirarme de reojo.
-Me gusta verte contenta.
Yo sonrío sin poderlo remediar y él pone una mano en mi muslo.
-¿Te ha vuelto a doler?
Mi buen humor desaparece para dar paso a la Sara fría y borde. ¿Por qué ha tenido que recordármelo con lo bien que iba todo? Antes no me dolía, ni siquiera me acordaba, pero ahora que me lo ha recordado mi cuerpo está empezando a cambiar de aires.
Harry lo nota y maldice en voz baja, lo que hace que me enfade aún más. Aparcamos a un lado de la acera y bajamos del coche. Nos juntamos todos y entramos. Harry lleva su bolsa como todos los demás. Creo que quiere decirme algo pero no es capaz, sabe que en momentos como este es mejor no hablarme.
-Vé a las gradas, nosotros vamos a cambiarnos y en unos minutos saldremos a la pista -dice.
Yo asiento y me voy con su mirada clavada en mi espalda. Salgo a las gradas por una puerta después de subir unas escaleras. Un poco más al fondo hay un grupillo de mujeres que no paran de reír y charlar amistosamente. Yo no conozco a ninguna de ellas, pero aún así decido caminar lentamente hacia ellas para sentarme un poco más arriba.
Abajo, en la pista azul, hay varios hombres hablando y otros practicando con la pelota, por el color morado de sus camisetas deduzco que es el equipo contra el que Harry va a jugar. Me siento donde tenía previsto y rodeo mis piernas con los brazos. Las mujeres no paran de cuchichear sobre los hombres que hay abajo y en ningún momento se dan cuenta de que yo estoy detrás de ellas.
Por la puerta de los vestuarios salen Liam, Louis y los demás junto a otros hombres y sonrío al ver a mi chico con una botella de agua en las manos. El enfado o la molestia que tenía antes se ha esfumado. También veo a Niall, pero me extraña que Dana no esté aquí.
Veo que Harry bebe agua y Louis, que se le acerca por detrás, le roba la botella y le arroja agua en el cuerpo sin exagerar. No puedo evitar sonreír cuando empiezan a tirarse agua divertidos. Al parecer no soy la única que los observa, ya que las mujeres de delante ríen y comentan cosas sobre mi marido y el guapo de Louis.
-Qué pena que desde aquí no se pueda apreciar esas camisetas mojadas -una rubia llama mi atención.
-¡Ni que lo digas! Cómo de les marca ese torso tan bien definido -suelta otra.
¡Vaya mujerzuelas! Ya son mayorcitas como para hacer ese tipo de comentarios. Paso por alto cómo hablan de mi marido, ¿quién no comentaría cosas sobre él viendo lo sexy que es? En cierto modo las entiendo, me hago la invisible atrás pero cuando llega Dana con el niño en brazos y con un grito me saluda y abraza, el grupo de cotorras se gira y se percatan de una vez por todas que existo.
-Hola -les sonríe Dana.
Algunas de ellas nos sonríen y saludan.
-¿Por qué no habías venido antes? -pregunto.
-Lo siento chica, pero este petardillo había tenido un imprevisto con el pañal y he tenido que ir a cambiárselo.
Yo sonrío y me acerco a la redondita y esponjosa carita del pequeñín.
-¡Hola pichurri! -le hablo con voz de Doris, la amiga de Nemo.
El bebé se ríe y extiende sus manitas. Yo se las cojo y beso cada dedito suyo mientras Dana sonríe.
-Gracias a dios ya no tiene fiebre -dice.
Un grito de las de alante nos sobresalta y nos hace darnos cuenta de que el partido ha comenzado.
Entretenidas, observamos cómo el equipo de nuestros maridos se enfrenta al de las camisetas moradas. Son muy buenos, demasiado. Veo a Harry sudar y hacer todo lo posible por ayudar a su equipo, pero desgraciadamente las cotorras y nosotras dos lanzamos un grito de frustración cuando un chico afroamericano del equipo contrario encesta el balón en la canasta de los nuestros.
-¡Vamos chicos! -les animo levantándome.
Dana, mirándome, al final se levanta y me ayuda a animarlos. Las cotorras nos miran como si fuésemos malitas pero me paso sus miraditas por el forro. De repente una de ellas se anima y grita ánimo al equipo de Harry.
El corazón se me pone a mil cuando Louis consigue arrebatarles la pelota y Dana y yo nos apretamos la mano y gritamos de todo. ¡Vaya dos!
-¡Louis, que tú puedeeees! -chilla Dana como una posesa.
La cotorra rubia la mira y se levanta para unirse a nosotras.
Todos chillamos cuando Louis, con ayuda de Harry, consigue encestar y conseguimos un punto. Los otros van ganando pero la esperanza no se pierde.
¡Madre mía, no puedo creer que todas y cuando digo todas son todas, estemos animándoles! Pero los jodíos del otro equipo no se dan por vencidos y consiguen otro punto.
-Si el equipo verde gana, te juro que le me acerco al del pelo rizado y le planto un beso -dice eufórica la rubia.
¡Se acabó, ya me ha hartado! ¡¿Está hablando de mi Harry?! Sin contener las ganas de estrangularla, me acerco a ella y la reto con la mirada. Ella, confusa y algo asustada por mi semblante se echa hacia atrás y yo abro la boca, pero cuando me dispongo a cantarle las cuarenta mis ojos se abren como platos al notar un horrible dolor en mi vientre y un ligero y caliente líquido bajar por mis piernas.
Todas me miran asustadas. ¡Madre mía! ¡¿Acabo de mearme encima?! Pero la respiración se me corta cuando miro hacia abajo y compruebo que eso no es pis y que el charco que tengo bajo mi vestido y que acabo de expulsar es... ¡Dios, qué dolor! Me encojo en mi lugar, agarrándome a una de las sillas de las gradas y unas pocas cotorras chillan horrorizadas mientras otras solo me miran paralizadas.
-¡Dios mío, ha roto aguas! -grita una de ellas.
¡¿Qué?! ¡No puede ser!
-¡Sara, vas a tener al bebé! -exclama Dana.
Yo miro hacia las pistas, paralizada por el dolor y las jodidas contracciones que estoy teniendo. Desde abajo el partido se ha parado y ahora todos me miran. ¡Harry, Harry está horrorizado sin poder apartar la vista de mí!
-¡Que alguien llame a una ambulancia! -grita otra.
-¡Ah, joder! -aprieto los dientes arqueando la espalda.
¡Vaya espectáculo que estoy dando! He parado el partido, el grupo de las cotorras no para de chillar y Dana, alarmada, no sabe dónde dejar a su hijo para sostenerme. Veo que Harry se salta las vallas que dan a las gradas y salta cada fila de sillas para llegar a mí mientras Louid y los demás corren por las escaleras.
-¡Pequeña! -grita Harry agarrándome con cuidado.
Yo, sin poder ponerme derecha, me apoyo como puedo en él. Las cotorras se sorprenden al ver que él es mi marido y la rubia cambia su cara.
-¡Voy a por el coche! -nos dice Louis.
Mi amor, con sumo cuidado, me coge en brazos e intenta ir lo más rápido posible fuera. ¡Porecillo, no puede conmigo!
Dana nos sigue y cuando llegamos afuera el coche ya está frente a nosotros. Dana nos abre la puerta y Harry me monta detrás junto a él.
-¡Rápido! -le grita Harry.
Mierda, mierda, mierda.
-¡Esto no puede estar pasándome a mí! -lloro histérica.
Me estoy acordando en todos los familiares de la maldita cotorra rubia.
-Tranquilízate preciosa, al fin ha llegado el momento y todo saldrá bien.
No puedo creer que esté intentando calmarme cuando sé que él también está nervioso.
-¡Pero no puedo estar de parto, faltaban tres semanas!
Louis nos mira por el espejo, preocupado.
-Pues el bebé quiere salir ya y no podemos hacer otra cosa que recibirlo.
Su respuesta me pone los pelos de punta y sólo consigue que llore más y más.
-Chis, amor mío, no llores por favor, estoy aquí...
-Estoy muy asustada, Harry, no estoy preparada -sollozo en su pecho, retorciéndome de dolor.
-Eh, Eh... Mírame cariño, si que lo estás, si estamos preparados, y ya veras que todo va a salir bien porque yo voy a estar todo el rato a tu lado sin soltar tu mano... No te voy a dejar, y vas a tener un bebé precioso, vamos a ser padres. Juntos.
Sus palabras me hacen llorar todavía más y el dolor aumenta, tanto que hace que levante la pelvis y apriete su mano con todas mis fuerzas.
-¡Aaah! -lloro.
La cara de mi marido es todo un poema, está realmente asustado y perdido.
-Vamos preciosa, vas a tener un bebé hermoso y vas a ver que todo esto ha merecido la pena -me anima Louis.
Harry me besa la frente y me abraza. Yo no paro de gritar y cuando llegamos al hospital donde voy a mis revisiones, Harry me saca del coche con ayuda de Louis y por detrás veo que el coche de Niall se aparca y de él salen ellos.
Liam y Zayn corren dentro para pedir una silla de ruedas y antes de que entre ya estoy sentada en una.
-No puedo tenerlo ahora -sigo llorando.
-Escúchame Sara, yo pasé por lo mismo y mírame, mira a mi hijo -me sonríe Dana y me besa en la mejilla.
-Rápido, necesitamos llevarla urgentemente a un paritorio -dice un médico a la enfermera que empuja la silla de ruedas.
Yo no paro de gritar, de llorar y de quejarme. No puedo negarlo, estoy acojonada y no arreglo las cosas así, sólo consigo asustar más a Harry.
Cuando entramos por una puerta grande, me llevan a una habitación y la enfermera saca rápidamente una cosa de un cajón.
-Rápido, ayúdela a ponerse todo eso -ordena la enfermera.
Harry coge una especie de bata de hospital y con manos temblorosas, me ayuda a quitarme el vestido de premamá y los zapatos para colocarme esa bata. La enfermera vuelve a empujar mi silla, y mientras me llevan al paritorio, le dice a Harry:
-¿Está seguro de que quiere asistir al parto?
-Sí, estoy preparado. He ido a cursos de preparación con ella.
Él no me suelta la mano a medida que avanzamos, y cuando llegamos al paritorio, finalmente estoy más acojonada que nunca. Allí hay de todo, y tumbándome en esa silla extraña y colocando los pies a ambos lados, el doctor se pone unos guantes y sonriéndome, me dice:
-Bien, Sara, ha llegado la hora de que el bebé salga. ¿Recuerdas tus clases de preparación?
Yo asiento, sudorosa.
-Pues es muy sencillo, te estás dilatando para recibir al bebé y al romperse la bolsa, está intentando salir, vamos a facilitarle la salida, ¿quieres?
Vuelvo a decir que sí con la cabeza. Harry está a mi lado, apretando mi mano y sin estorbar, como si no existiera.
-Vamos a hacer una cosa, tu empieza a respirar hondo -dice cogiendo varias cosas.
Hago lo que me pide sin notar cambios de dolor.
«Pues esto no es nada comparado con lo que viene ahora» me dice mi subconsciente.
-Ahora empuja con todas tus fuerzas, respiras hondo variad veces seguidas y viceversa.
Hago lo que él me pide repetidas veces y aguantando este horroroso dolor. En ocasiones es tan doloroso que aprieto los párpados y los dientes. El doctor me toca ahí, no sé qué está haciendo, pero de todos modos no lo siento. No sé cuánto me paso empujando y respirando, hasta que llega un momento en el que mi cuerpo empuja solo.
Parece que son años los que me llevo gritando de dolor, hasta que es tanto el sufrimiento y las lágrimas que el doctor decide ponerme la epidural o si no no llegaré al final.
Harry está atemorizado pero a pesar de ello, intenta que no me dé cuenta y le aprieto tanto la mano que hasta le hago daño, pero él no se queja.
Pasan horas y horas, las peores horas de mi jodida vida. Esto es peor de lo que pensaba, y aunque la anestesia amortigüe algo el dolor, no quiera decir que no siga sintiendo esto. Finalmente te un grito devastador hace que el bebé baje más rápido. Estoy apretándole con tanta fuerza la mano a Harry que mis nudillos están blancos.
-¡Eso es, ya le veo la cabeza! -dice el doctor.
-Vamos Sara, empuja -se le une la enfermera, pero yo no puedo más, estoy agotada.
Entonces, Harry, sin saber muy bien si hablar o no ya que tiene prohibido intervenir, dice:
-Tú puedes mi vida, eres la persona más fuerte que he conocido. ¡Vamos, nuestro hijo ya está aquí preciosa!
Mi cuerpo absorbe la fuerza de esas palabras y sin saber cómo, empujo tan fuerte después de soltar otro grito y todo sale demasiado rápido. Un alivio enorme me llena y oigo que la enfermera llora en bajito, se le han saltado las lágrimas.
El llanto de un bebé hinunda la habitación y ahora se me llenan los ojos de nuevas lágrimas que ruedan por mis mejillas.
Con la mirada algo nublada, miro al bebé manchado y después a Harry, a quien le brillan los ojos y sonríe feliz. Sin soltarme la mano, se acerca a mi cara y besándome la punta de la nariz y limpiándome la cara del sudor, me dice:
-Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, te quiero.
Dicho esto, me besa con una ternura nunca vista que me llena el vientre ahora vacío de mariposas.
Harry se acerca al doctor y éste le sonríe junto a la enfermera.
-Es una preciosa y sana niña -sonríe el doctor y yo me emociono.

A prueba de ti [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora