*Vuelta a la mansión Walton*

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Capítulo 40—Vuelta a La Mansión Walton

Al despertar Josué ya no hacia a mi lado me levanto de la cama e empiezo a cepillar mis dientes bajo a la cocina donde ya hacían las cocineras preparando el desayuno

—Buenos días—saludo con cordialidad

—Buenos días señorita Walton, siéntese para servirle el desayuno—responde como robot automáticamente la chica

—No, gracias—niego—¿han visto a Josué por aquí?

—si señorita, el señor Martínez se encuentra en la sala de reuniones—su compañera la mira fríamente, intentando decir algo indescifrable para mí pero entendible entre ambas—pidieron que no los molestarán señorita Walton ¿Desea desayunar?—asiento lentamente algo confusa—tome asiento y espere un momento

Pasaron aproximadamente dos minutos y el desayuno se posó al frente de mis codos en posición de descanso al levantar la mirada la chica me coloca delicadamente el vaso de jugó al lado del Sandwich

—Que tenga un buen provecho

—Gracias Kimberly—ella asiente algo sorprendida como que si yo me acordará de su nombre fuese un milagro

—Buenos días—a la cocina entra mi madre con su falda de tubo hasta las rodillas una dona perfeccionada a cierta altura de su cabello lacio y amarillo con ciertas raíces de marrones claro su camisa mangas largas blanca de botones por dentro de la falda dejando a la vista cierta piel gracias a dos botones desabrochados en la parte de arriba sus tacones de punta fina resonaban mientras se acercaba.

—Buenos días señora Walton ¿desea desayunar?—responde Kimberly

—No, gracias—mi mamá la mira fríamente intentando causar cierto miedo en ella cosa que jamás había visto en mi madre—¿Eres nueva cierto?

—¿Si?

—Anoche se encontraron dos copas de brown eyes en la basura—su semblante vuelve a ser el mismo de siempre dulce y tranquilizador—¿Fuiste tú?—sus compañeras voltean dejando sus tareas para oír todo con perfección, Kimberly se queda paralizada—dejen de ser tan imprudentes y esperen en otro lugar—a mi mamá nunca le había agradado la imprudencia ni el chismorreo aunque aveces se siente curiosidad era cierto ella no tendrían porque estar hay luego todo llegaría a oídos de mi padre, a lo que desalojaron la cocina mi madre vuelve a hablar—responde—kimberly asiente algo temblorosa con la mirada baja—tienes suerte de que allá llegado a mis oídos y no a los de Jonás, son dos copas valoradas en mil quinientos dólares.

Kimberly vuelve a bajar la mirada

—Madre, todo fue mi culpa, heymar, Josué y yo estábamos atravesados en medio del pasillo cuando sucedió más que todo es nuestra culpa

—Hija si estoy aquí no es para pelear, ni reclamarle nada a ella—voltea nuevamente donde Kimberly—un carro está esperándote afuera para que vayas a brown eyes y retires dos copas exactamente iguales a esa—mi madre le hace referencia a una que estaba en el cajón de vidrio visible desde nuestro lugar en los cajones que casi llegan al techo donde ya hacían cinco copas del mismo estilo a las que se habían caído aquella noche—en tu habitación está lo que te debes poner—mi madre da la vuelta sobre su bellos tacones de louis vuitton soltando elegantes pasos a través del pasillo, por el cual se detiene apenas ve a Merilyn acercarse y hablan por unos minutos donde empiezo a comer.

—Hermanita, buenos días—Merilyn me abraza—hola...—intenta recordar— lo siento no recuerdo tu nombre— los azules ojos de Kimberly estaban cristalizados de susto quizás verdaderamente necesita el trabajo y teme perderlo—¿pasa algo? ¿podemos ayudarte?

Amor Prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora