El escape

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Era una hermosa mañana, la luz del sol entraba por toda casa de Austria, los pájaros cantaban sus más bellas melodías y parecía que todo el país se había puesto de acuerdo para no dejar de sonreír, pero en lo más profundo de esta nación, en los Alpes, alejado de todo se encontraba El Castillo de Nurmengard, la prisión de una de las personas más temidas del otro mundo.
Este era un mundo que no era conocido por los humanos, un lugar en el que todo era posible pero por más que hubieran muchas posibilidades el caos era abundante por precisamente el hecho de que podías hacer cosas inimaginables, no todos eran personas decentes, había gente malvada y con intenciones terribles, como es el caso de esta persona, un mago radical que buscaba destruir a todo aquel que no fuera igual a sus ideales, pero así como también hay gente maligna, hay gente sensata que tiene a este mago en constante vigilancia, sin embargo,  aunque posean muy buenas intenciones, es difícil contener a algo tan poderoso. Este mago había permanecido encerrado por tanto tiempo que ya nadie lo recordaba, ya no era común temerle a su nombre, pero desde lo más profundo del centro del mundo mágico se encontraba él, planeando su vuelta en el anonimato. Tanto tiempo lejos de la sociedad te hace reflexionar, pero a diferencia de algunos, él en lugar de concientizar y asumir sus errores ideó un plan, un plan perfecto para poder conquistar el mundo y solo le hacía falta un factor, una niña, su bisnieta Atenea Grindelwald.

Gellert tenía todo planeado, poseía gente leal fuera del castillo que estaba preparada para este dia, era el momento en el que todo cambiaría, unos de sus cómplices se encontraban en Escocia fuera de la mansión de su nieto listos para raptar a su pequeña hija.
Muchos se preguntarán porque Grindelwald necesitaría a una niña para escapar, después de todo siendo tan poderoso para que le serviría si está encarcelado y es que esta pequeña, por muy inofensiva que parezca tiene un gran poder que hasta ahora es desconocido. Sus secuaces raparían a la niña y la harían ingresar al Castillo de Nurmengard, donde luego de asesinar a quien esté presente irían a sacarlo de la celda y escaparían a otro lugar oculto. Todo estaba planeado, no había margen de error y este día se efectuaría la misión.

Luego de escapar Gellert planeaba entrenar a la niña para ayudarlo a conquistar el mundo mágico ya que el no podía manipular una varita o se darían cuenta y no tenia las fuerzas para un enfrentamiento.

——

Gellert se encontraba sentado, en una celda mugrienta y monótona, esta era muy pequeña y con una diminuta ventana lo suficientemente grande para que su dedo pasara y lo suficientemente pequeña para no poder observar el aire que formaba al respirar. El frío penetraba cada parte de este castillo pero sería patético que un mago tan poderoso muriera por el simple hecho de tener frío luego de tantas persecuciones, no podía dejar su orgullo así que permanecía sentado mirando fijamente una roca, esperando que el gran momento llegara.

Las horas pasaban y la desesperación hubiera corrompido hasta a la persona mas paciente del mundo, el mago se encontraba mordiéndose las pocas uñas que le quedaban y maldiciendo mentalmente el haber confiado en aquellas personas el destino de su vida, pero ya no había vuelta atrás, no poseía un girtatiempo para hacerlo todo de nuevo, solo le quedaba mirar a través de su diminuta aunque fuerte prision y esperar a los ¨idiotas con varitas más grandes que su inteligencia "  como el solía llamarlos en sus adentros.

Nuestro despreciable antagonista se encontraba repasando el plan mentalmente cuando algo inusual hizo que toda su atención se dirigiera las escaleras situadas fuera de su detestable cautiverio. De forma disimulada se pegó contra el muro e intentó observar más de este pasadizo pero al estar en una celda tan minúscula se le hacia imposible ver más que unos cuantos metros. Empezaba a perder los nervios cuando escuchó una explosión, era el momento, todas las horas qué pasó planeando su escape estaban dando frutos, si tenía suerte pronto se encontraría fuera de ese andrajoso castillo y se vería envuelto en un nuevo mundo. Sus pensamientos de triunfo lo distrajeron del momento y en un abrir y cerrar de ojos se encontró con una pequeña pelirroja que lo observaba con suma tristeza, a cualquier alma noble le habría derretido la expresión de esta joven pero a Gellert no le podia importar menos. Uno de sus cómplices le apuntó con una varita obligando a la niña a hacer un encantamiento que abriría mágicamente esta prision.

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