Parte 1

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Como pocos días, su agenda estaba casi desocupada ese jueves. Se tomó un segundo para confirmar que era jueves, a veces la semana pasaba demasiado rápido. Dejó el celular sobre la mesa y pidió una ensalada Luna, en honor al nombre de la cafetería, su favorita. Esmeralda aún no llegaba.

Tenía la ligera, imprecisa sensación de que algo pasaría ese jueves tan libre. Una presión en el pecho, un suspiro que no lograba arrancar, un presentimiento, un bad feeling diría su hermana. O como si estuviese olvidando una fecha, un suceso, un lugar, una persona. Era jueves, estaba segura. Era 15 de junio, nada importante.

—No se me ocurre nada, sis —le dijo Esmeralda, recién llegada, indiferente a su rara preocupación—. ¿Terminaste el video para la marca?

—Sí, sí. Falta subir las fotos de los modelos nuevos y listo.

Tomó una foto de su plato al llegar, aumentó la saturación, un poco de contraste, brillo y fue directo a su historia de Instagram. Esmeralda hacía el mismo proceso, al mismo tiempo.

La primera mitad de la comida fue silenciosa. Rubí no podía quitarse la angustia.

—¿Peleaste con el Miguel? — preguntó su hermana.

—No, na que ver. Si es algo que se me está olvidando y no sé, Esme. He revisado como cien veces el calendario y no tengo nada, pero estoy segura.

La pelirroja lo pensó un momento.

—Va a llover —dijo al fin.

—¿Qué?

—A lo mejor es eso. Se te olvidó que va a llover y no lavaste la ropa.

—Pero si tengo secadora.

—Se te echó a perder.

—Ah, verdad —lo reflexionó unos segundos hasta atar todos los cabos. Entonces abrió los ojos —la ropa —murmuró—. ¡Esme, la ropa! ¿Qué me voy a poner mañana?

Esmeralda rodó los ojos como si tuviera la respuesta más obvia.

—La lavai en mi depto o yo te presto po, Rubí. ¿Viste que eso era? Ahora podí dejar esa cara de perro asustado, que ya me teníai preocupada.

Claro, eso debía ser. Se convenció el resto del día de que era solo eso y que tenía que reparar la secadora. Pero algo no seguía bien.

Llegó a su departamento a subir las fotos de la línea de invierno de su marca de ropa, Ibiza. Ya llevaban un tiempo con el emprendimiento y cada vez se sumaban más clientes. Publicar lo nuevo y leer los comentarios sobre cómo a la gente le encantaba, le provocaba mariposas en el estómago. A veces pensaba que era lo único que le causaba tal emoción.

Entonces pensaba que Miguel se sentiría mal si la escuchara decirlo y eso le caía peor.

Se quitó las zapatillas, bebió una copa de vino y cayó de cara a la cama. Se quedó así un rato, con la cara en la almohada, respirando apenas, pensando en lo que tendría que hacer al día siguiente. Cuando se sintió sofocada lo suficiente, tomó su celular y leyó el mensaje que su pololo le había dejado unos minutos antes.

«Me atrasé con unos papeles, así que voy a llegar un poco más tarde ☹ Te amo, preciosa»

«Ánimo. Te amo»

No lo admitiría, pero sentía un poco de paz. Se quitó el maquillaje antes de un baño largo, otra copita de vino y se puso una mascarilla de pepino mientras seguía con la toalla en el cabello y el pijama de oso polar porque esos días eran fríos. Muy fríos.

Su presentimiento parecía haberse ido. Estaba tranquila, relajada. Llamó a su mamá para hablar del día, subió una foto a su cuenta personal y puso el celular en silencio. A veces hacía eso, lo silenciaba, callaba al mundo con solo presionar sobre una pantalla. Y, de cierta forma, se sentía más como ella misma.

Lost |Fanfic Rubirena|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora