02

58 9 0
                                    


Lisa

La luna se asoma, alta y pálida. Hoy los ruidos se oyen extrañamente lejanos. Desde mi ventana puedo escuchar las notas de una música lenta y agradable. Es noche preciosa, laslineas blancas del campo de tenis resplandecen rectas bajo la palidez de la luna y el fondo de la piscina vacía espera melancólico el verano. 

Mis poeticos pensamientos se ven interrumpidos por Emma que entra corriendo a mi habitacion. Me despego de la ventana y camino al espejo. 

—¿Necesitas la chaqueta de mezclilla?

—No lo sé.

—¿Y los pantalones azules? —pregunta Emma

—No lo sé.

—Y los tops, ¿cual te vas a poner?

Emma está ahora en la puerta, de mi habitación y me mira inquieta. Los cajones de la cómoda abiertos y la ropa esparcida por doquier.

—Entonces tomare esto...

Emma se adelanta y toma una de mis faldas entre las cuarenta y tantas prendas que tiene tiradas.

—¡No! Eso no te lo pongas porque me gusta mucho.

—La voy a usar de todos modos.

Yo me levanto de un salto con las manos apoyadas en las caderas.

—Lo siento pero no, no me la he puesto nunca...así que no. Es nueva.

—¡Podías haberla usado antes!

—Sí, ¿y si luego me las dejas viejas y estiradas todas?

Emma me mira irónica y dice 

—¿Qué? ¿Estás bromeando? Fuiste tú la que el otro día se puso mi falda azul elástica y ahora para ver mis bonitas curvas hay que ser adivino.

—¿Y qué tiene que ver? Esa la estiro Sehun no yo.

—¿Qué? ¿Sehun lo ha intentado y tú no me has dicho nada?

—Apenas hay algo que contar.

—No me lo creo Liss... a juzgar por mi falda.

—Pura apariencia Emma. No ha pasado nada. ¿Qué te parece si me pongo la camisa rosa melocotón debajo de esta chaqueta azul?

—No cambies de tema. Cuéntame lo que pasó.

—Bueno, ya sabes lo que pasa en estos casos.

—No.

Miro a mi hermana pequeña. Tiene 15, es verdad, no lo sabe. Todavía no puede saberlo. Aun es muy niña e inocente para que alguien intente estirarle una falda.

—No paso nada Emma. ¿Te acuerdas que el otro día le dije a mamá que iba a estudiar con Rose y luego iríamos al cine?

—Sí, ¿y qué?

—Bueno, pues resulta que Sehun también llego

—¿Y?

—La película no era nada de especial y, pensándolo bien, tampoco él.

—Sí, pero vayamos al grano. ¿Cómo se estiro la falda?

—Bueno, la película llevaba diez minutos empezada y él se revolvía sin parar en su asiento. Pensé: "Es cierto que este cine es incómodo, pero me parece que lo que Sehun quiere es meterme mano" Y, de hecho, poco después, se corrió un poco hacia un lado y pasó el brazo por mi respaldo.

—¡Sigue!

—En fin, que del respaldo fue bajando, poco a poco, hasta llegar al hombro.

—¿Y tú?

Bajo las Riendas del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora