Prólogo

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Como todas las tardes de sábado, en una cafetería situada en el centro de la ciudad, se ocupaba la mesa más grande del lugar por un grupo de seis amigos. 

Quienes estaban sentados dando la espalda al gran ventanal eran los mellizos Grace y Lyssandro Davies. Ambos hermanos a pesar de las similitudes físicas, sus personalidades eran demasiado opuestas. Grace tendía a ser muy impulsiva y autoritaria, por ende escogió prepararse para ser entrenadora, los amigos la describían como una leona. Lyssandro, por el contrario era más bien reservado y meticuloso, era el hielo en persona, apto para la carrera que escogió: abogacía. Estas diferencias se veían de forma muy clara en las opciones del menú que escogían todos los sábados. Grace siempre pedía algo nuevo, esta vez un chocolate caliente, con una porción de waffles con helado de chocolate blanco, crema de avellana y fresas. Lyssandro, como siempre, su café expreso, con dos cupcakes de chocolate amargo y crema sabor menta encima.

En el extremo izquierdo de la mesa siempre se sentaba Italia Lewis, mientras tomaba su capuchino compartía a sus amigos sus experiencias con los alumnos de jardín que tenía gracias a las prácticas docentes de su carrera. Italia tenía un carácter especial, era muy dulce, pero al mismo tiempo tenía varias fibras sensibles, que si alguna vez tocabas seguro algo no muy digerible te iba a contestar. Era la más grande del grupo, mientras el resto recién arrancaba su carrera, ella ya estaba en el segundo año. Aun así, jamás se sintió excluida; sus amigos la apoyaban y ella a ellos.

Los que se sentaban al otro lado, con vistas a la ventana eran Zenda Wood, y Thomas Green.

 Zenda escogió no ir a la universidad, escogió los votos, entrar en la iglesia. El problema era que al ser hija de un ex-sacerdote y una ex-monja, era mal vista; como un fruto de la tentación. Desde esa discriminación nació la determinación de demostrarles que puede ser mejor que sus progenitores, y entregarse en cuerpo y alma a su Dios.

Con respecto a Thomas, el era hijo de un muy conocido abogado. No tenían mucha relación puesto que desde la muerte de su madre, su padre básicamente habitaba o alcoholizado o tapado de trabajo y papelerío. Thomas siempre conservó el espíritu adolescente, revelándose constantemente contra la frialdad y los deseos de su padre. Aún así, cualquiera del grupo podría decir que este rebelde tiene en realidad, un corazón de oro. Escogió estudiar medicina, para luego inclinar su estudio a la neurología. En parte, para entender la causa de muerte de su madre.

Por último, al extremo derecho de la mesa se sentaba Noah Mitchell. Él era el más joven del grupo, estudiante de teatro. Noah tendía a ser callado siempre, sin embargo era de opiniones fuertes en cuanto abría su boca. Descrito por sus amigos como introvertido e independiente. Venía de una familia complicada, pero se alejó en cuanto pudo de ella. Consiguió un departamento chiquito, pero que decoró muy a su gusto. Algunas veces los meses eran complicados debido a la paga ajustada de su trabajo, pero de alguna u otra forma se mantenía bien. No comentaba mucho sobre su pasado, pero sus amigos lo entendían y jamás fue juzgado por esa forma de ser tan reservada.

El tema que hoy tocaba hablar era la organización para el cumpleaños de los mellizos.

—Yo opino que sea de noche, una mini joda.— alzó la voz la melliza.

—A mi me gustaría algo más tranquilo, como una cena en casa. Si quieren yo cocino— comentó el mellizo por lo bajo, ya sabía que no importa que opine, Grace y su autoridad eran palabra mayor.

¡Es eso muy soso! —exclamó Italia.

Claro, la profe de danza quiere bailar —se burló Thomas.

A todo esto Grace... —preparó su pregunta Noah con una expresión burlona en su rostro— ¿Qué harás con tu niña?

La regalo a la pesadilla, ¿algún interesado? —contestó Grace— esa mocosa es un terremoto, a veces me hace llorar.

Suena a ti de pequeña —soltaba una pequeña risa el mellizo.

Claro, que le costaba heredar lo aburrido de sus abuelos y tío —incordió Grace con su comentario.

No se vayan por las ramas, chicos. —Silenció Zenda al grupo entero— Yo opino que una fiesta está bien, siempre y cuando sean invitados limitados, no pueden verme en ese tipo de escenarios los de la iglesia.

Tiene razón... —respondió Italia. —sino ya veremos, aún hay tiempo.

Bueno, tendré que hablar primero con el padre de Kath, si está de acuerdo con cuidarla la noche del festejo, a partir de allí podremos organizar bien —sugirió Grace, esperando que todos estén acepten esa propuesta.

Todos asintieron, dando por finalizado el tema. El resto de la tarde se resume en bromas, más café, debates sobre estudios y juegos de cartas. Hasta que se fueron yendo de a poco cada uno del grupo, acabando otro sábado de merienda con amigos. 


O es amor, o es taquicardia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora