Nunca pensé que subir al quinto piso me haría sentir tan viva y tampoco pensé que ese sentimiento fue ocasionado por el tonto de mi vecino pero ahí estábamos. Desde un inicio lo odiaba pero, como dice el dicho, del odio se pasa al amor en nada. Siempre lo negué y siempre ignoré la amistad de nuestras familias. Todo comienza así...
Cuando tenía 6 años mi padre lo perdió todo, todo lo que había construido por años. Estábamos destrozados y mi padres decidieron mudarse, abandonar Australia para empezar de cero, en Estados Unidos. No es que me tomase la noticia bastante bien y bueno, tuve unas cuantas perretas con ellos pero, ¿quién era yo para decidir en algo así, solo con 6 años? Finalmente consiguieron una casa bastante económica y huimos de allí. Miraba desde el avión mi preciosa Australia, hoy un poco más triste que nunca. Mis padres me intentaron distraer todo el camino pero, no quería ir allí, quería seguir viviendo en el lugar en el que me crié y seguir con la gente que adoraba. Me prometí no acostumbrarme, es decir, no hacer ni un solo amigo, no tener vida social y sobretodo, no enamorarme por nada del mundo.
Al llegar, los dueños del piso, una pareja bastantes ricos, nos recibieron con los brazos abiertos. Un niño de mi edad de ojos negros azabaches y pelo castaño me sonreía de la mano de su madre, yo le miré con rabia y me escondí detrás de mi padre. Tenía miedo de no encajar, de ser la extraña que tuvo que abandonar su país por la falta de recursos.
A partir de ese día su amistad fue crecieron cada día más y yo lo odiaba, odiaba todos los lujos que decían mis padres que tenían, odiaba cada minuto que pasaba con esa amable familia, porque sí, eran un amor pero lo odiaba. También odiaba, bueno esto era lo más, era la insistencia de William, sí, el niño de ojos azabaches.
En una fiesta de la empresa...
— ¿Quieres bailar? —
— No gracias — huía lejos y me sentaba al lado del ponche.
En las cenas de los domingos en casa de los Cooper...
— ¿Te apetece jugar? —
— Venga cariño, juega con él — decía mi madre.
— Creo que prefiero irme a casa — salía por la puerta mientras mi nombre estaban en boca de todos los presentes pero no me importaba, cogía el ascensor ¨segundo piso.¨.
Y así millones de veces más... parecía que no entendía lenguaje corporal porque el mío gritaba que me dejase en paz.
Bueno, dejando a los Cooper de lado... sé que prometí no hacer amigos pero, al entrar al instituto un niño llamado Kevin se sentó conmigo en arte.
— Hola chica solitaria — por su acento rápidamente deduje que era mexicano. Asentí con la cabeza mientras dibujaba en mi cuaderno —. ¿Te ha comido la lengua el gato? —
— No... —
— Guau, sabes hablar — no pude evitar reírme —. Soy Kevin, ¿y tú? —
— Me llamo Sophie —
— Sophie — resaltó cómo si fuese lo más bonito que nunca hubiese dicho, bueno, era una de las pocas palabras que había dicho en voz alta —. Bueno, hoy tienes la oportunidad de ser mejor amigo de este ser estúpidamente gay, solo hay una oportunidad, no la desaproveches — dijo besando mi mano dramáticamente. Me reí mientras asentía.
— Vale no desaprovecharé la oportunidad Kevin —
— Llámame Kev —
— Kev...—
Mi yo del pasado creía que algún día volveríamos a Sidney pero de eso ya han pasado 10 u 11 años. Cada día que mis padres celebraban el día que cambio todo yo me refugio en mi habitación a ver películas en surf porque es lo más que me recuerda a mi lugar. Sé que suena infantil y cursi pero era lo único que me calmaba mientras ellos celebraban. Era el día que más odiaba en el mundo y nadie me entendía menos yo.
Aunque yo pensase que no encajaría nunca eso cambiaría este año con la entrada de Will en mi vida...
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El quinto piso
Teen FictionNunca pensé que subir al quinto piso me haría sentir tan viva y tampoco pensé que ese sentimiento fue ocasionado por el tonto de mi vecino pero ahí estábamos. Nuestra historia comienza así...