-Capítulo 1-

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Ya tenía 17, eso significaba que me quedaba un año de instituto y poder largarme lejos de la llamada Nueva York...

Me peinaba mi gran cabellera pelirroja mientras escuchaba Zara Larsson.

You to ruin my life, you to ruin my life, yeah — gritaba a todo pulmón —. I want you to fuck up my nights, yeah

— ¿Alguien está de buen humor hoy? — pegué un brinco y vi a mi padre reírse mientras se ponía su café diario. No esperaba que estuviera ahí.

— ¿Cómo eres tan silencioso? —

— Soy Batman —

— Más quisieras tú papá — le di un beso en la mejilla y me senté frente a él.

— Mañana vuelta a la normalidad, ¿cómo estás? —

— A parte de nerviosa, feliz porque el año que viene volveré a donde he querido ir desde hace 11 años 16 días y 4 horas —

— ¿Y los minutos? — me reí a lo bajo y le tiré un trozo de pan.

— Creo que son 7 pero no estoy muy segura — nos reímos y agradecí ese momento con mi padre.

— Cariño — asentí mientras mordía mi magdalena —. Prométeme que este año seas un poco más...como decirlo, ¿social? —

— Papá, ya lo hemos hablado —

— Sé que no te gusta esto tanto como Sidney pero, por favor hazlo por tu viejo —

— Vale papi, lo intentaré. Voy a recoger la colada — él asintió y me acerqué al ascensor, ¨quinto piso¨, el más alto de todos, donde estaban las dos mejores casas que las ocupaban mis grandes amigos los Cooper. Todos en el edificio teníamos nuestra propia mini azotea pero, ellos tenían la más grande hasta con jacuzzi privado.

Malditos ricos.

El ascensor me dejó rápido, como de costumbre. Saqué la llave de la azotea y el calor de Nueva York inundó mis poros. Me gustaba bastante la ciudad, amaba el invierno allí, creo que era uno de los únicos momentos que amaba vivir allí.

Mi azotea no era muy grande pero era acogedora, al fondo había unas mesas con tres sillas donde pasaba la mitad de mi tiempo leyendo. Luego habían unas escaleras empotradas a la derecha de la puerta, cuando subías todos los escalones había una vista perfecta de los grandes y famosos edificios de Nueva York.

Mamá me había inculcado la tarea de recoger la colada diariamente, ella tendía y yo recogía, trabajo de equipo. Papá solía pasarse la mitad de su tiempo trabajando en no sé ni yo, la verdad hacia todo lo posible para mantener su familia estable y eso era lo que me enorgullece de él. Mamá también trabaja enseñando a niños discapacitados pero, lo hacía más en forma caridad y era algo maravilloso, amaba ir con ella y ver cómo habían mejorado bastante.

La colada de hoy no era mucha y bueno, agradecida. Antes de comenzar me senté en la mini escalera recapacitando mi verano cuando un ruido me precipitó. Era bastante miedica así que rápidamente saqué mi salvación, un spray de pimienta que te dejaba sin ojos por un tiempo. Me protegí detrás de él, apuntando de donde venía el ruido. Una sombra apareció y pulsé haciendo que él liquido saliera disparado, aunque lo paré al oír unos gritos familiares

— ¿Estás loca? —

— ¿William? — me acerqué y efectivamente era él.

— Joder, pica —

— No haberme asustado — bajé las escaleras a toda prisa y comencé a recoger ignorando sus palabras malsonantes. Quería poner una distancia, como había hecho siempre. Sentí cómo soplaban a mi derecha.

El quinto pisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora