Las olas rompían ferozmente contra el mascarón del barco. La sirena con alas, esculpida en madera, quedaba completamente empapada por la lluvia y el agua salada. El cielo se oscurecía conforme avanzaba el tiempo, y los tripulantes agotaban sus energías en mantener a flote el buque. Aquella noche estaba siendo la más dura de la travesía.
En la parte interior del barco, resguardados del frio y la tormenta, se encontraban aproximadamente más de una decena de hombres, mujeres y niños, aterrorizados por las violentas olas y los constantes mareos. Entre ellos, un hombre se agarraba la capucha de su viejo abrigo rojo como intento de mitigar el frio que tenía. A su derecha, no a mucha distancia suya, se hallaba acurrucada en la esquina de la bodega una gata negra, cuya calma, inquietaba aún más que la tormenta.
—¡Estoy seguro de ello! —gritó un hombre mientras se incorporaba del suelo—. Es culpa nuestra por dejarnos seducir por piratas. — agachó la cabeza para ocultar el miedo que había en sus ojos.
Una mujer de tez morena se acercó al hombre deslizándose por el suelo mientras se apoyaba a la pared para no caerse. Logró levantarse utilizando la pierna del hombre, y una vez estable posó una de sus manos en la pared mientras la otra tocaba el hombro de su marido.
—Es una tormenta, todo irá bien cariño, mañana mismo estaremos a salvo. — le abrazó dejándole apoyar su cabeza contra su pecho mientras le susurraba—: Calma.
—No es culpa nuestra — interrumpió un señor mayor que era incapaz de levantarse del suelo debido al vaivén que estaba sufriendo el barco —. Los Dioses nos castigan por haber dejado que la Ira nos ganara — alzó la vista mostrando una penetrante y cansada mirada — ¡Los Devora Almas nos envían la tormenta como redención a nuestros pecados!
El miedo producido por aquellas palabras comenzó a extenderse por toda la bodega. Afectó a quienes aún habían conseguido estar tranquilos y habían logrado conservar la esperanza de salir de allí vivos. Muchos de ellos, la gran mayoría, no estaban hechos para navegar por la mar, de la misma forma que tampoco lo estaban para afrontar los peligros que aquello significaba. Comenzó un murmullo de leves llantos y plegarias que quedó silenciado por una repentina inclinación del barco. El señor mayor fue desplazado contra una de las esquinas de la embarcación, la mujer y el hombre se agarraron a las escaleras, y el resto de los pasajeros acudieron a la ayuda de cualquier superficie para impedir caerse.
—Pues menuda estupidez de redención es esa — bufó el hombre de rojo, quien decidió continuar con la conversación—. Si los Dioses nos quisieran muertos ya lo estaríamos, —se incorporó—además, no creo que Los Devora Almas tengan tanta capacidad mágica o mental como para crear una tormenta. —añadió esbozando una sonrisa.
El anciano, que había quedado indispuesto por el golpe contra la pared del barco, le dedicó una profunda mirada de odio al hombre de rojo. Agitó su cabeza levemente y se incorporó lo suficiente para al menos mantenerse sentado.
—¡Los irrespetuosos como tú no duran mucho vivos! —tronó frenéticamente como si de un cantico se tratase— Mofarse de Los 7 es peligroso—advirtió.
—En eso tienes razón —afirmó riéndose —, la gente como yo nunca suele durar viva mucho tiempo.
Un estruendo se escuchó en lo alto de las escaleras, la puerta de la bodega había sido abierta permitiendo así la entrada de los gritos de los tripulantes y del rugir de las olas. Comenzaron a escucharse unos pasos que descendían por los peldaños. El interés por la conversación entre el anciano y el hombre de rojo quedó completamente desviado, y la atención se situó en las escaleras.
Llevando un farol en la mano derecha, apareció un hombre adulto cuyas prendas estaban completamente empapadas por la lluvia y el oleaje. Su rostro era ya mayor, las arrugas surcaban la frente, y las ojeras se veían aún más profundas debido a la luz del farol que alumbraba toda su cara. Aquellos penetrantes y azules ojos dejaban entre ver una fuerte personalidad, además de una incontable experiencia en las travesías por mar.
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El Octavo Dios
FantasyEn un mundo dividido por dos naciones, Lafcadio, junto a su compañera felina Whyna, deberán infiltrarse en la casa de los Da'Relva en busca de una fuente de inmenso poder. Mientras tanto Trixia, la hija del Duque Da'Relva y Lihdrian, su sirviente y...