Capítulo Único.

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—Podría describir esta sensación como... Extraña.
—¿Sientes ese picor en la garganta?
—Sí.
—¡Ja, ja, ja! Sin duda, no puedes contradecir nada. Es tu primera vez tomando una de estas.

La etiqueta no mostraba ninguna advertencia, ni mucho menos enlistaba las sustancias que previamente se necesitaron para esa bebida. Habían tomado más de la mitad y la botella ya no almacenaba más líquido en su interior, eso sin contar que a la izquierda y derecha, habían unas tres más haciéndoles compañía. Alcohol barato, la asquerosa cacofonía de una vieja radio, y ellos dos en su papel de: soy lo único que te queda, acéptame.

El mueblecillo sobre el cual yacían sentados, estaba en constante movimiento y los cojines bonitos que venían incluidos, terminaron como soporte para sus zapatos sobre la mesa. Uno de ellos jugaba con el líquido en su copa, balanceando el licor agrio que se había negado a probar nuevamente hace unas tres horas; su compañero a la izquierda, ya no estaba lo suficientemente cuerdo para contabilizar las veces que sus venas probaron el alcohol esa noche. El rojo del vino y la cerveza amarilla, hostigaron ambos paladares y optaron por algo más fuerte. Después de todo, podrían olvidar todo el desorden etílico que le estaban provocando a su cuerpo. La sala olía exactamente a eso, a alcohol, a lágrimas, y a despecho.

¿A qué huele el despecho?

Mu Qing podría comenzar a describirlo con tan solo ver lo que tenía al frente; su cabeza ya armaba las dos primeras líneas descriptivas que empezaban con todos los adjetivos no tan gratos hacia Feng Xin, relacionándolos con olores. Un Feng Xin ebrio, era como una naranja podrida, cuyo olor ahora se asemejaba al de un limón demasiado maduro. No era molesto, es por eso que aún no lo echaba de casa. Y seguramente, luego de haber llenado las dos primeras líneas de naranjas y limones podridos, se daría cuenta que lo que realmente tiene al frente, es a un pobre hombre llorón que tiene impregnado cierta cantidad de colonia femenina y alcohol barato. Es en esa parte, cuando Mu Qing cree que debe ser un poco más condescendiente con él.

Inquisitivo y todavía dudando sobre si su persona está más consciente que el susodicho, niega varias veces a la última afirmación por parte de los labios del moreno, mientras le servía una copa más para aminorar el ambiente. El líquido nunca cayó dentro de la copa.

—Ya no quiero.
—Felicitaciones, Feng Xin, el día de hoy descubriste algo muy importante -abrió los brazos, fingiendo señalar un cartel sobre sí mismo -, descubriste los límites.
—Debería decir lo mismo... ¿No fuiste tú quien se terminó dos de esas botellas?
—Estoy en mi casa, estamos en mi casa; puedo ser irresponsable con la cantidad de alcohol que beba.

Y así fue, que una botella más quedaba vacía mientras el cuello blanquecino le daba pase a todo lo que había en ella. Exageraba la manera de beber, exageraba los gestos, pero podría echarle la culpa a su estado si se atrevía a reprocharle algo. El dinero para que ambos se embriagasen había salido de su bolsillo, y no quería tener botellas de licor almacenadas sobre las repisas de su casa. Porque Mu Qing no se embriagaba, y si lo hacía, se encargaba que no fuera en su propia casa.

¿Hace cuánto fue la última vez que hizo algo así?

—Deberías escucharte... Estoy seguro que te odiarías.
—Cállate, cállate; no estás siquiera en condiciones de afirmar algo sobre mí, cuando tú no tienes idea de cuántas veces has llorado desde que llegaste.
—¿Y tú sí?
—¿Quieres que también te recuerde el porqué?
—Salud, Mu Qing.

Una botella más fue abierta; más alcohol invadió todo el lugar.

—Asegúrate de no vomitar.

No porque tendría que limpiar luego, sino porque el bonito traje de novio que traía se arruinaría. El traje de novio que él mismo le hizo para el día de su boda, boda que no se llegó a consumar. Mu Qing apoyó su mentón sobre sus palmas que lograban encajar perfectamente, haciendo memoria de cómo fue que llegaron a este punto; cómo fue que tenía al novio jovial y alegre de hace un día hecho mierda frente a él. Cómo es que bebía compulsivamente toda la botella, percibiendo a duras penas el color rosadito en sus mejillas que se acrecentaba poco a poco. Fue su culpa por amenazar con respecto a repetirle el motivo de su llanto; pensaba. Pero la gente siempre se ve tan patética y débil cuando se embriaga, se deja llevar por sus impulsos y la naturaleza del momento llevándolos a cometer tonterías. Pff, por eso Mu Qing evitaba hacerlo.

Tonite | FengQingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora