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Marcos había muerto y como buenos amigos que éramos le montamos un funeral. La verdad es que éramos una pandilla bastante peculiar. Estaba Marcos, el cadáver, un friki de los grandes. Se conocía todos los Pokemon, todos los animes, todos los personajes de la saga de videojuegos de Castlevania y tenía una sala llena de videojuegos y consolas de todas las épocas. Era un chico con sobrepeso (normal, apenas salía de casa y sólo comía comida basura) y muy tímido, eso le impedía hacer amigos. Resumiendo, era el prototipo perfecto de friki, el que aparece en todos los prejuicios. No querais saber como murió... Después estaba Carlos, que era esquizofrénico. Lo divertido que era ver como le rogaba a su amigo Paco que no le pegara... Todos le tenían por loco, pero yo le encontraba muy interesante, al menos él nunca se sentía solo. También teníamos a David, un chaval superdotado, no había problema matemático que se le resistiera, pero era totalmente incompatible con las personas normales (por eso venía con nosotros, que de normales poco teníamos), sufría síndrome de Asperger. Y no nos olvidemos de nombrar a Cristian, mi mejor amigo. Era un chico alto y delgado pero de constitución fuerte, de tez pálida, ojos claros, rubio y labios carnosos (que bueno estaba el cabrón). Amaba la música, tocaba el piano, componía y se pasaba las tardes escuchando rock. Y ahora pensareis: ¿Qué hacía un tiorro como él en una pandilla como la nuestra? Fácil, era ciego. De pequeño le hicieron bullying por ello y eso le había creado una gran inseguridad en él mismo, así que no se atrevía a relacionarse. Y finalmente, pero no menos importante (para ser claros, la más importante, por favor) estaba yo, Sara. ¿Quién soy? Pues una chica genial. Alta, delgada, con un buen cuerpo (más quisieran muchas que tener mis tetas), ojos azules, suaves rasgos faciales, tez pálida y cabello oscuro. Era la chica perfecta: sacaba buenas notas, era popular y estaba apunto de ser modelo. ¿Qué ocurrió? Que me atropelló un bus. Sí, sí, el cabrón del conductor no sabía que existen frenos (a cualquier subnormal le dan trabajo hoy en día). Así que ahora soy una chica genial en silla de ruedas, no tengo piernas. A partir del accidente decidí cambiar de instituto, me parecía vergonzoso que mis compañeros me vieran en ese estado, pero en el nuevo instituto nadie me hacía caso, hasta que conocí a Cristian, a partir de ahí a todos los demás y acabé siendo la "normal" de una pandilla "rara". Que sentido del humor más divertido tiene la vida eh.

Amistades peculiaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora