III

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Estaba durmiendo tranquilamente cuando sonó el móvil. Lo cogí y miré quién era. Carlos.

-¿Qué quieres ya?- respondí medio dormida

-¡Sara, lo tengo, lo tengo!- dijo entusiasmado.

-¿El qué?- contesté algo malhumorada.

-¡El relato! ¡Lo he terminado! ¿Puedo ir a tu casa a enseñártelo?

Observé el reloj. Eran las 4:00am. ¡Las 4:00am! ¡Yo a esas horas estoy durmiendo, no leyendo relatos!

-Carlos, es demasiado temprano...- dije.

-Por favor Sara...- insistió él.

-Mañana tenemos un funeral...

-Lo sé, pero te juro que el relato lo vale.

Suspiré, no tenía fuerzas para negarme. ¿Por qué era tan blanda?

-Mira, te dejo venir, pero entra por la ventana de mi cuarto y no hagas ruido. Te juro que como despiertes a mis padres, te mato.

-¡Gracias Sara! ¡Eres genial!- dijo Carlos contento.

-Te odio- respondí justo antes de colgar.

A los veinte minutos oí unos golpecitos en mi ventana. Abrí y entró Carlos vestido con un traje negro.

-¿Qué mierdas haces vestido ya de funeral?- pregunté.

-¿Y qué haces tú en pijama?

-¿Pensabas que iba a cambiarme de ropa por ti?

-Sí, pero no pasa nada, estás muy mona vestida con conejitos- dijo él burlándose de mí.

-Vete a la mierda.

Carlos abrió una carpeta y me entregó una hoja.

-Ahí tienes el relato.

Lo cogí y empecé a leer. La verdad es que era interesante, estaba muy bien, me gustó.

-Carlos, está genial, seguro que ganas.

-La verdad es que me siento algo culpable...-comentó él.

-¿Por?

-Realmente el relato no lo he hecho yo... Me ha ayudado Marta.

¡Ya estábamos con Marta! Era otra de sus amigas imaginarias.

-Carlos... Marta no existe, ni Paco, ni María. Todo está en tu cabeza- le dije con la mayor suavidad que pude.

-Tú tampoco me crees...

-¿Pero no te das cuenta? Esto no lo ha escrito Marta, lo has escrito tú. ¡Tú eres el genio que ha escrito esto!

-No puedo aceptar ese mérito- insistió él.

-¡Joder! ¡Es que no te das cuenta de lo que puedes llegar a hacer, me da mucha rabia! Deberías dejar de tirar a escondidas la medicación y empezar a tomarla.

-No pienso tomarme esas pastillas. Son malas, me dañan la concentración.

-Lo sé, pero es que debes darte cuenta de lo que es real y lo que no. Mira, tú tómate las pastillas durante una época y verás como desaparece Paco. Sólo medícate hasta que seas consciente de que ellos no son reales- insistí.

-Sara, ya hemos tenido esta conversación, no quiero repetirla, ya sabes como acabará.

Tenía razón. Siempre discutíamos por eso y nunca conseguía hacer que Carlos fuera consciente de la realidad. Resignada me dirigí hacia la cama y me tumbé.

-¿Qué haces?- preguntó Carlos.

-Intentar dormir, tengo sueño- respondí algo enfadada.

Él se tumbó a mi lado y me abrazó por la espalda.

-Lo siento Sara- susurró con tristeza.

Y allí nos quedamos Carlos y yo durmiendo abrazados hasta que sonó el despertador para iniciar un nuevo día, el día en que enterraríamos a Marcos. Me gustaba dormir con mis amigos, notaba su calor rodeándome. Era una sensación agradable.

Amistades peculiaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora