II

268 14 3
                                    

Bueno, volvamos al tema. Era un sábado cualquiera de nuestro último verano juntos. Habíamos terminado el instituto y teníamos dieciocho años. Todos nos habíamos propuesto un objetivo que cumplir juntos antes de separarnos para ir a la universidad. La noche anterior habíamos ayudado a Marcos a cumplir el suyo: perder la virginidad. La primera propuesta era que la perdiera conmigo, pero tras negarme durante horas decidimos llevarlo a una discoteca (imaginaros la pinta que metíamos nosotros en una disco). Allí fue la última vez que le vimos, marchando con una chica. Esa misma mañana recibí una llamada de su numero, mas no era él, sino la chica con la que había marchado. Me dijo que Marcos estaba muerto y que me había llamado a mí porque me tenía en contactos de emergencia. La verdad es que no era de extrañar, no tenía padre, su madre era medio alcohólica y pasaba de él y de sus amigos yo era la más fiable. Nada más enterarme de la noticia llamé a su madre para que se ocupara del cadáver, ya que a mí lo de encargarse de células muertas no me va y a continuación a todos los amigos para reunirles en mi casa y decirles la noticia juntos. En ese momento nos hallábamos en mi cuarto.

-¿No viene Marcos?- preguntó Carlos.

-De eso mismo quería hablaros...-empecé a decir- Marcos la ha palmado.

-¿Cómo ha muerto?- dijo David sorprendido.

-A ver como digo yo esto... ¿Sabéis ayer que le dejamos con una chica para... que hiciera sus cosas?-todos asintieron. Continué explicando- Vale, pues ni su corazón ni sus pulmones aguantaron el esfuerzo y dijeron: "Pues ahora me enfado y no funciono".

-Vamos, que el cabrón murió follando- dijo Carlos.

-Sí, fue exactamente eso- afirmé.

El único que parecía afectado del grupo era Cristian, que hasta entonces no había dicho nada.

-Podríamos hablar con su madre y organizarle un funeral juntos, sería bonito- habló por primera vez en toda la tarde.

-Me parece una buena idea- opiné.

-¿Habrá tarta?- preguntó David.

-No, la tarta se come en los cumpleaños, no en los funerales- suspiré.

-¿Y pizza? Yo quiero pizza- insistió.

-Sí David, ya traeré pizza para ti- me resigné a responder.

-Trae para mí y para Paco también- comentó Carlos burlándose.

-Paco no existe- dijo David.

-Eso lo dirás tú, que no te empanas- se defendió.

-Paco... Menudo nombre, ya podrías haberte inventado un nombre mejor- suspiré.

-¡Que Paco es real!- insistió Carlos.

-¡Chicos, acaba de morir vuestro amigo, se supone que deberíais estar tristes, no discutiendo sobre gilipolleces!- exclamó Cristian a punto de llorar.

Carlos y David se callaron de repente. David no tenía empatía por su trastorno, no podía sentirse triste por esa situación, simplemente no era consciente y Carlos... él simplemente estaba demasiado ocupado con sus paranoias como para pensar en su difunto amigo. Pero yo... ¿Qué excusa tenía yo?

-No sirve de nada llorar por él- respondí.

-Pero no es cuestión de utilidad, es cuestión de sentir- dijo Cristian.

-Mira, a él no le gustaría que estuviéramos llorando. Marcos ya no está y cuanto antes lo superemos mejor. Ha muerto, no pasa nada, todos lo haremos, no es malo morir, sólo es el final de un período. Ahora Marcos ya no sufrirá ni lo pasará mal nunca más, no me de ninguna pena su muerte- expliqué.

-Pero... No puedes ser así- insistió él con lágrimas en los ojos.

-Así, ¿cómo? ¿Tan insensible? ¿Tan fría? ¿Tan inhumana? Mira Cris, te recuerdo que he estado a punto de morir, me ha pasado un autobús por encima, creo que soy la que conoce mejor a la muerte de esta sala. ¿Y sabes qué? ¿Sabes lo qué sentí cuando me pasó el bus por encima? ¿Sabes lo qué sentí cuando me desperté en el hospital aullando de dolor y sin piernas? ¿Sabes lo qué sentí al saber que tendría que renunciar al futuro qué me había construido? Sólo sentía ganas de morir. Odiaba a Dios, al mundo, al destino, al azar o la mierda que sea que me hizo quedar viva, que decidió no matarme. Así que no, no voy a llorar por la muerte de Marcos, porque la muerte no me produce ni miedo ni tristeza, eso sólo me lo produce la vida y mejor que esté muerto que no que siguiera con su mierda de vida, con la mierda de vida que tenemos todos aquí.

Cristian calló, sabía que me había enfadado un poco, no iba a insistir. Había sido muy cruel, pero ese comentario me había molestado. Yo podía ser como quisiera, y no llorar la muerte de mi amigo no me hacía peor persona que Cris.

-Bueno, cambiemos de tema. A ver, repasemos vuestros objetivos para el verano- comenté.

-Yo quiero ser astronauta- dijo David.

-No puedes ser astronauta en un sólo verano- suspiré (de nuevo).

-Pues así quiero ser capaz de comerme diez barras de chocolate seguidas- exclamó alegre.

-Otro que la va a palmar este verano...- dije-. ¿Y tú, Carlos?

-Ganar el concurso de relatos.

Una de las pocas cosas que hacía realmente bien Carlos era escribir. Tenía una imaginación impresionante (bueno, normal teniendo en cuenta que tiene esquizofrenia) y redactaba genial. Mientras me iban diciendo sus metas, yo las iba apuntando todas en una libreta.

-Sólo quedas tú, Cris- comenté.

-Yo me conformo con un verdadero beso de amor.

-Cursi- dije.

-Soy artista, querida- respondió él con una sonrisa traviesa.

-Y también ciego y no por eso tienes derecho a tocarme los pechos. Una cosa no justifica la otra.

Sí, soy bastante cruel. Me gusta bromear sobre las desgracias, supongo que es mi forma de sobrevivir. Reír por no llorar.

-Y tú coja, no te jode- atacó él.

-¿Y lo que ahorro en zapatos qué?- respondí-. Pórtate bien o te cambiaré los muebles de sitio.

Cris sonrió. Su sonrisa era preciosa.

-¿Y tú qué quieres, Sara?- preguntó David.

-Lo mío es un secreto.

-¡Ala! Eso es injusto- protestó Cris de broma.

-¿Acaso hay algo justo en el mundo?

Observé el reloj, ya era tarde, así que decidí echarles a todos de mi casa. Eran mis amigos, y me encantaban, pero podían llegar a suprimir toda tu energía en pocas horas...

Amistades peculiaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora