|Alexitimia|

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«Incapacidad para reconocer y expresar las propias emociones dado que la conciencia emocional se encuentra inhibida o anulada.»

Dazai no sentía nada. O al menos pensaba que era incapaz de hacerlo. 

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• One-shot.

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Chuuya sabía que el dolor era una sensación lejana para Dazai. Lo sabía, lo estaba viendo en la risita baja y sarcástica que se le escapaba entre los labios, aun sangrando y con el rostro hinchado, a pesar de los golpes que seguía recibiendo sin clemencia.

Su resistencia al dolor era inconmensurable, casi agónica para Chuuya, pero no le sorprendía. No le sorprendía en lo más mínimo.

Dazai había sido un papel en blanco durante años, incapaz de sentir absolutamente nada por nadie, ni empatía, ni pena, ni cariño, ni desprecio. Ni lo más nimio.

Vacío.

Durante años lo único que Dazai había sido capaz de sentir era dolor. Y era una sensación tan fantástica conocer que había algo que lo acercaba más a un ser humano que a una cáscara rota y vendada, que había acabado tan interesado en él que sus intentos de suicidio se volvieron más habituales, y definitivamente más peligrosos. Porque, como no tenía motivos para vivir, la búsqueda de su tan ansiada muerte frustrada y el dolor fueron sus únicos regocijos.

Pero el dolor empezó a ser un eco lejano, cuanto más lo practicaba más se le escapaba entre los dedos y él con más ahínco lo buscaba. Hasta que empezó a odiarlo, porque el dolor lo abandonó, lo dejó solo, un paso más cerca de no ser humano de nuevo. Así que le dio la espalda, buscando el suicidio lo más alejado posible del dolor, porque el no sentirlo solo le hacía despreciarse más.

Y luego llegó Chuuya. Ese maldito perchero andante que lo había sacado por completo de sus casillas en aproximadamente cinco segundos. Lo había sorprendido, no lo iba a negar, la forma tan sencilla y rápida que tenía aquel chico con serios problemas de ira para despertar algo en él. Era realmente divertido.

Descubrió que le encantaba molestar a Chuuya, ver cómo su rostro se encendía de rabia hasta alcanzar el tono de su pelo, cómo perdía los estribos y acababa golpeándolo. Y el dolor, junto con el hastío y el fastidio, volvió. Porque la primera vez que Chuuya Nakahara le dio una patada vio las estrellas, y fue una sensación maravillosa.

Así se apegó a Chuuya, ansioso y obsesivo por descubrir sensaciones nuevas, casi todas ligadas al odio, pero sensaciones al fin y al cabo. Porque era lo que necesitaba, porque era lo que realmente había buscado durante tanto tiempo. Y el suicidio empezó a ser menos habitual, porque era mucho más rápido poner furioso a aquel gnomo de jardín capaz de asustar a una bestia salvaje con solo una mirada de aquel mar encabritado.

Dazai había estado vacío sin Chuuya. Y conforme sus sentimientos se volvían más y más ansiosos, el suicidio volvió a pulular por su mente, llevándole a experimentar si, ahora que volvía a sentir dolor, podría conseguirlo a través de otro medio que no fuera su compañero. Y lo buscó con tanto ahínco, incapaz de sentirlo a pesar de los cortes y las caídas, que volvió a encerrarse en esa espiral de locura y maniaquía que lo llevaba una y otra vez a intentar encontrar la muerte, cada vez más dolorosa que la anterior. Y su frustración y su odio volvían, cada vez más fuertes, porque ni la muerte ni el dolor le tendían la mano.

Y la primera vez que Chuuya entró en una habitación de hospital y se encontró a un Dazai hecho polvo por uno de sus estúpidos e infructíferos intentos, se puso tan furioso que le podría haber matado él mismo. De hecho lo golpeó, y a pesar de que no usó fuerza real, Dazai se había reído como un condenado, realmente encantado con que por una vez alguien no le diera una mirada lastimosa o incómoda, sino una pataleta rabiosa como solo era capaz de armar Chuuya Nakahara. Y fue la primera vez que tuvo una buena sensación por culpa de aquel perchero ambulante.

Nakama | Soukoku (Dazai x Chuuya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora