25 de diciembre

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Gente.

Su casa estaba con mucha gente dentro.

Niños.

Habían más de cincuenta, estaba seguro, igual que las ratas.

Corriendo y desordenando todo, arruinando pequeñas partes de la fabulosa decoración que su madre casi le obligó a hacer dos noches seguidas, junto a ella.

YeonJun estaba acostumbrado, todo esto era parte de la noche del 25 de diciembre, siempre, desde que tenía cuatro años.

Mamá Park y mamá Choi, juntas, amigas inseparables, cotorras y chismosas, uña y mugre, caca y bacteria, perro y pulga. Organizaban fiestas, intercalando las casas en cada Navidad, la noche del 25 de diciembre, en donde se encargaban de reunir a compañeros de trabajo junto a sus hijos y cónyuges, y como tenían ambas una casa ridículamente enorme para solo dos y tres personas, la llenaban el 25 de diciembre, haciendo que la primera planta rebose.

Como ahora, YeonJun veía sentado en una esquina cerca de la puerta de la cocina, eran las once de la noche, hasta hace una hora todo el mundo estaba sentado en sus respectivas mesas familiares, comiendo el pavo navideño ofrecido por las amigas Park y Choi, haciendo un bullicio soportable.

Y ahora todos estaban dispersos, conversando entre sí con copas de un vino fino en la mano, con canticos navideños de fondo que se oían en los parlantes.

Bostezó YeonJun, de repente aburrido, jalando la base de su chompa delgada roja con un copo de nieve blanco en el centro... le parecía ridículo vestirse como un niño en una fiesta de noche navideña, pero su madre era tan terca, que tuvo que resignarse y obedecer.

Sus ojos se pasearon por el lugar, la sala, que bastaba decir que más parecía un salón de recepciones, guardaba adultos educados que charlaban haciendo un mercado que sí se podía soportar, los niños eran a los que no podía tragarse por completo. Todos corriendo, lanzando gritos chillosos y risas exageradas, esas criaturas eran lo que lo estaban volviendo loco.

Se paró en algún momento, cruzando sus brazos y teniendo una mejor vista del lugar, Jingle Bells en versión coreana de fondo, y en la esquina del otro extremo, lo vio, su coloración subió a todo su rostro cuando supo que SooBin exploró su atuendo estúpido, entonces no supo si su cara o su chompa era la más roja.

YeonJun solo se dispuso a dibujar una leve sonrisa en sus labios y ladear un poco su cabeza, cortando de repente su respirar cuando su amigo le devolvió su sonrisa y pareció empezar a caminar en su dirección.

Hasta que llegó.

ㅡHola, YeonJunnie.

¿Enserio tuvo que acercarse tanto a su oído?, pues sí YeonJun, la música estaba algo alta y más la bulla de los niños, ay. Su rubor había calmado, pero se extendió nuevamente.

ㅡHola.ㅡpronunció, viéndolo de reojo, casi evitando su mirada.

Entonces SooBin dijo e hizo una cosa que no terminó de entender... hasta más tarde.

¿Listo para rellenar al pavo?

Y sintió su mano ser tomada por el mayor y ser jalado de inmediato bajo una sonrisa lasciva que SooBin había dibujado, sus piernas obedecieron y se guiaron de SooBin.

Esquivaron a algunas personas que ni conocían y se armaron huecos para pasar entre tanta gente hasta por fin llegar a las escaleras principales, y empezar a subir.

YeonJun tenía una mínima idea, la tenía, y por eso empezó a temblar del nerviosismo y la duda asaltó su cabeza.

Llegaron al segundo piso y caminaron por el pasillo que guiaba a la habitación de YeonJun, alejándose un poco del barullo.

Oso de peluche | soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora