Prólogo.

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-Te damos gracias Señor por estas dos personas que nos fueron tan cercanas, tan amables y tan queridas por nosotros y nos han sido arrancadas de nuestro mundo y vidas. Gracias por el cariño, la amistad, el amor que nos regalaron-dice el párroco-.Nos reunimos aquí, tristes por tener que despedir a nuestros hermanos. Este adiós es triste y doloroso, sobre todo para sus familiares.

Triste, la mejor palabra para describirme ahora mismo, no me quedan lágrimas para derramar en esta iglesia, en este banco, sentada con mi hermano a mi derecha y mi tía a mi izquierda.

Miro mis manos, todo es una mierda. A mis 18 he pasado por muchos problemas, demasiados diría yo.

La misa al fin termina, salgo de la Iglesia y a la salida me espera mucha gente para darme el pésame.

-Lo siento, querida-me dice una mujer que aparenta tener... Aparentaba la misma edad que mi madre.

-Gracias-digo con un nudo en la garganta.

Miro la plaza de la iglesia, es de piedra, con algunos bancos para sentarse, una fuente en medio y árboles por todos lados. La plaza abarrotada de gente que conozco y que no conozco, mi hermano el más fuerte de los dos psicológicamente, este recibe a todos los que asisten al entierro.

Sacan las tumbas de mis padres de la Iglesia y las meten en el coche fúnebre. Mi prima, la única que tengo, se acerca a mí.

-Vamos rubia-dice ella.

-No me llames rubia-la respondo, mi pelo es rubio, sí, pero es más bien un castaño claro y liso, muy liso, tanto, que me es imposible rizarlo.

-Está bien, rubia oscura-dice.

Sonrío ante su comentario.

-Por lo menos te he hecho sonreír.

Mi prima, aquella que hace que en los momentos difíciles te puedas sentir bien.

-Anda vamos morena-la digo. Ella es más guapa que yo, morena, ojos celestes y con unas buenas facciones y alta, yo en cambio, no soy guapa, rubia oscura o castaña clara, ni alta ni baja, ojos marrones. La típica chica normal a la que la toca sufrir en esta vida.

Caminamos hacia la derecha por una calle llena de casas, al llegar al final de esta giramos a la izquierda para meternos por el camino que da al cementerio. Por el camino, solo se escuchan los susurros de la gente y las pisadas de estos.

Al llegar, abren las puertas, al hacerlo, estas chirrían. Entro a donde van a enterrar a mis padres, al llegar me encuentro a mi hermano y me abrazo a su brazo. No pasa ni un minuto cuando aparece el párroco con las tumbas de mis padres detrás.

Los enterradores meten las tumbas en la misma lápida. Este es un adiós definitivo. Lloro, ya no los volveré a ver.

-Dejemos a nuestro hermano, hermana, amigo, amiga descansando en paz. Que la luz de Cristo los acoja. Amén.

La gente de repente empieza a salir por las puertas del cementerio hasta que me quedo sola con mi hermano.

- ¿Vamos?-pregunta.

-Dame un segundo-me desengancho de su brazo para dejar que se vaya. Me pongo delante de la lápida y espero a que se vaya del cementerio y así, no quede nadie para decir:

-Siempre os he querido, en los buenos momentos y en los malos-digo entre sollozos-, gracias por estar ahí siempre, no tuve momento de despedirme de vosotros y me arrepiento. Os quiero mucho y siempre, siempre, siempre os voy a llevar en mi corazón. Adiós papa. Adiós mama.

Lloro mientras salgo del cementerio, quiero gritar, quiero desahogarme, quiero quitarme este vestido negro inútil, no quiero vivir. Ya he sufrido bastante.

No, no y no, hay que luchar. Por ellos, lo haré por ellos, cueste lo que cueste.





Un amor en fuera de juego. (Neymar Jr) (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora