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POV POCHÉ

—No es necesario que vengas conmigo, Poché. Soy una chica grande. Yo me metí en esto, puedo cuidar de mí misma.

—Estoy segura de que puedes. Pero, al parecer, soy la única amiga que tienes en este momento. Y si vas a mantener a este bebé en secreto…

—Lo haré —dijo interrumpiéndome—. Por ahora, lo haré. Solo… necesito que papá mejore un poco. No quiero sorprenderlo, ¿entiendes?

—Comprendo. Sin embargo, tengo una pregunta.

—¿Qué?

—¿El padre se hará cargo?

Apartó la mirada, sus ojos cayendo con tristeza. Quería atraerla hacia mí y abrazarla, pero sabía que eso sería inapropiado. Era la hermana de mi esposa. Que la acompañara a su cita con el médico ya era bastante fuera de lo común, así que no quería hacerlo aún más extraño.

—No. No se hará cargo. No es parte de esto.

—Entonces creo que hice lo correcto al venir. —Le sonreí y me sentí mejor cuando ella me sonrió.

Era alarmante lo idénticas que eran ella y Juliana. A veces casi olvidaba que no era como su hermana. Sus dulces sonrisas y su inocencia. Era todo lo que amaba de su hermana antes de que regresáramos a casa y ella comenzara con sus actitudes egocéntricas.

Me estiré y elegí una revista en la sala de espera. Cuando pasé las páginas, mis ojos se agrandaron cuando noté que estaba mirando pechos y dibujos del útero de una mujer. Rápidamente, cerré la revista y la devolví a su lugar.

Calle rio a mi lado y negué con la cabeza, sabiendo que me había visto.

Ella realmente no me quería allí, podía notarlo, pero también sabía que necesitaba lo que le estaba ofreciendo. Había insistido porque todas las mujeres deberían poder ir al médico.

Además, sabía que me necesitaba. Juliana había dejado a su hermana gemela sola para lidiar con un padre enfermo y una madre con demasiado trabajo. Era lo menos que podía hacer y, honestamente, me daba algo en qué pensar que no fuera Calle y nuestra relación bipolar.

Era inapropiado ir con mi cuñada a su cita con el ginecólogo, pero me daba cuenta que estaba asustada. Obviamente, el padre del bebé no iba a ser de gran ayuda, así que tenerme a su lado durante sus citas no era una idea tan terrible.

—¿Daniela Calle? —La mujer detrás del mostrador frontal llamó a Calle y, en lugar de sentarme y esperar, la seguí hasta el mostrador.

—¿Puedo ver la información de tu seguro? —preguntó la mujer.

Calle se puso pálida, pero antes de que pudiera estresarse, saqué mi billetera, extraje la tarjeta de crédito y la deposité sobre el mostrador.

—Pagaremos al contado.

Dani jadeó a mi lado y negó con la cabeza.

—No deberías hacer esto.

—Ni una palabra —dije, dándole golpecitos en la punta de la nariz.

Luego, la abracé por su diminuta cintura y la atraje a mi lado. Si iba a pasar por esto sola, al menos me aseguraría que nadie lo supiera. La apreté estrechamente contra mi lado y le sonreí a la recepcionista. Una vez que pasó la tarjeta, firmé y conduje a Calle a la sala de espera.

Se sentó en silencio, sin mirarme. Me daba cuenta de que tenía problemas para aceptar lo que estaba haciendo por ella. No me importaba, pero era obvio que Calle no estaba acostumbrada a que los demás la ayudaran. A diferencia de su gemela, no le gustaba aceptar lo que la gente le ofrecía.

SOLO TÚ (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora