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POV POCHÉ

Mi teléfono sonó a la distancia, pero estaba demasiado cómoda con mi ángel entre mis brazos como para moverme y atender. Esperaba que dejara de sonar, pero, después de varios timbres, me estiré, tomé el celular de la mesa de noche, y respondí.

—Hola —hablé con voz ronca.

—Hola, cariño. Soy yo.

Abrí uno de los ojos cuando la voz de Juliana llenó la línea. La confusión me inundó. ¿Cómo es que me estaba llamando si seguía en la cama a mi lado?

Antes de responder me estiré, esperando sentir la cama vacía junto a mí. Pero mis dedos acariciaron carne cálida. Deslicé la palma por su cadera y un suspiro contenido llenó la habitación.

Si ella estaba al teléfono, ¿Quién estaba en mi cama?

Salté, observando a mi esposa durmiendo de lado en la cama.

—¿Juliana? —pregunté a la persona al otro lado de la línea.

—¿Sí?

—Estás llamándome —afirmé lo obvio.

Ella rio, un toque de exasperación en su voz.

—Muy bien, señalaste lo obvio, Poché.

—¿Dónde estás? —pregunté, segura de que estaba perdiendo la cabeza.

—Sigo en Paris. Volveré a casa hoy, así que llamaba para ver si podías enviar un taxi a recogerme del aeropuerto.

No respondí.

No podía.

La comprensión comenzaba a filtrarse y no estaba segura de cómo manejarlo.

Había sido engañada.

—¿Hola? —preguntó ella irritada—. ¿Estás escuchándome? Dije que necesitaba un auto.

Asentí, aunque ella no podía verme.

—Sí. Haré que alguien te recoja.

Sin esperar a que respondiera, colgué y volví a depositar el teléfono sobre la mesa.

No podía quitar los ojos de la mujer en mi cama. Obviamente, Calle era la gemela en mi cama. Había venido a mi casa en medio de la noche y habíamos hecho el amor. Pero eso no podía ser, porque la mujer a la que le hice el amor anoche había sido la misma mujer conmigo en Bora Bora. Estaba segura de eso.

La forma en que se sentía. Sus sonidos. Sus caricias. Había sido todo lo mismo. Fue como revivir nuestro momento en el búngalo una y otra vez.

Parada allí, la miré mientras dormía. La curva de su mejilla, sus labios carnosos. Su pequeña nariz y la forma en que sus pestañas descansaban sobre su mejilla. Mis ojos se movieron hacia abajo, asimilando sus hombros y pechos desnudos antes de aterrizar en su estómago diminuto, el pequeño bulto que se asomaba en la parte baja de su estómago un poco más grande de lo habitual.

Me fallaron las rodillas.

Definitivamente Daniela estaba en mi cama. Definitivamente había estado con Daniela en Bora Bora.

¿Cómo es que obvié los signos?

Su dulzura y goce en la isla, cuando sabía que Juliana hubiera odiado no ir a París.

Su naturaleza generosa mientras estábamos en la isla cuando siempre supe que Juliana era una perra egocéntrica.

Físicamente eran idénticas, pero no podían tener personalidades más diferentes.

SOLO TÚ (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora