Emilio tenía ocho años cuando el hyung bueno le informó que otro cachorro llegaría a la manada. Le habían dicho que estaba encargado de enseñarle al nuevo miembro los lugares de la casa, además de ello, también debían compartir habitación y aunque no le agradaba la idea de darle parte de su espacio a alguien más, le aseguró que no le fallaría.
Sentía mucho cariño por sus cuidadores, uno era el hyung buen que olía a frambuesas y le daba besitos en la nariz para hacerlo reír, mientras que el otro era su pareja, el hyung gruñón que olía a café con leche y le regalaba galletas a escondidas. Sabía que no eran sus verdaderos padres, pero los consideraba como tal, pues los niños de su clase dijeron cosas que hacían con sus papis que era muy similares a las que Christian y Sebastián realizaban con él (como llevarlo al parque a comer helado, ayudarlo con la tarea, prepararle panqueques con mucha miel y cantarle canciones cuando despertaba de un mal sueño).
A Emilio no le dieron detalles sobre el que sería su nuevo compañero, simplemente le contaron que su nombre era Joaquín y que era más pequeño, por lo que tenía que cuidarlo bien.
Estaba sentado en la banca bajo el frondoso árbol de manzanas más cercano a la entrada, esperando la llegada de Joaquín con un malestar en su estómago. Según Phillip, podría ser olvidado si toda la atención de sus hyungs era tomada, ya no sería el menor y lo llevarían devuelta con el señor feo, eso lo ponía nervioso, ¡no quería ser desplazado! Pero tampoco podía ser malo con el cachorro cuando prometió ser eficiente.
Poco tiempo después, el auto negro del hyung gruñón fue visible ante los ojos del rubio, poniéndolo más ansioso al divisar dos siluetas -una más pequeña que la otra por el vidrio polarizado. Una era claramente de Sebastián, años viviendo con él lograron que lo reconociera sin problema unos segundos antes de bajar del vehículo con su impecable traje azul, sin embargo, la otra era desconocida a sus ojitos.
-¡Milio, ven a conocer a alguien! -llamó Sebastián una vez que salió del coche y abrió la puerta trasera del mismo.
Emilio estaba inquieto, pero la curiosidad parecía ser más fuerte que su temor. Se acercó con pasos indecisos a donde estaba el alfa mirando hacia el interior del auto.
-¿Estás listo? Te presento a Joaquín-seguida las palabras, ayudó a un pequeño de seis años a bajar con cuidado, logrando captar toda la atención del menor, el cual observó atentamente el rostro del cachorro. Tenía grandes ojos negros, cabellos de color azabache y sus diminutas manos apresaban un conejo blanco de felpa-Joaquín, Emilio estará aquí para guiarte. Él jugará contigo y te acompañará a partir de ahora.
El aludido miró a Emilio con la cabeza ligeramente ladeada, como si estuviera analizando con seriedad las palabras del alfa que lo trajo consigo.
-¿Es amigo?-preguntó el cachorrito, sus ojos delataban la inocencia en ellos.
-Sí, Milio es tu amigo.
-Milio es amigo. ¡Milio es amigo! -Joaquín saltó en su sitio, una sonrisa formándose en su rostro mientras miraba a Emilio. Era como si de pronto le hubiese salido una cola.
ESTÁS LEYENDO
¡Es Mio! - Emiliaco
Teen FictionEmilio es omega Joaquín es su alfa mimado Adaptación autorizada por @avamochi