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Su respiración es controlada, inhala y exhala cada tres tiempos. Necesita algo constante en ese instante, algo que lo mantenga conectado con la realidad.

Su mente empieza a divagar y a jugar con su cordura si deja de contar. Ideas y emociones se mezclan en quimeras que lo atormentan con sus rasguños y mordiscos dejando desolación y dudas en cada estocada, cuando olvida contar y sentir sus pulmones llenarse y vaciarse. Cierra los ojos para concentrarse en el subir y bajar de su pecho, intenta escuchar el latido de su corazón acompasado en la oscuridad de su dormitorio.

Es un ejercicio sencillo, pero que en situaciones difíciles parece tan complicado de ejecutar. Un ejercicio que aprendió hace tanto tiempo para controlar la ansiedad y el pánico que sentía a veces. Recuerda que se los enseñaron cuando eran practicantes y todavía no sabían si algún día serían estrellas o no. Agradece que se haya preocupado por él, aunque lo vieran como un producto más, porque (de todos modos) le había salvado la cordura un par de veces a lo largo de su vida. Normalmente no pide ayuda, prefiere hacerlo por su cuenta y fingir ante los demás que es fuerte; cuando lo necesiten, él estará ahí, inquebrantable. Pocos tuvieron la oportunidad de verlo así, sólo dos personas, en realidad.

No, no debía pensar, no. Esos pensamientos traicioneros y engañosos querían llevarlo a lo mismo, por otro camino, uno quizá más doloroso.

No sabe cuánto tiempo hace que dejó desconectado el celular. No se siente capaz de procesar nada más que esa espera. En el fondo está seguro de que llegará, que la espera concluirá y la vida continuará, sin embargo, la amargura provoca que la espera se haga eterna con el tic tac tormentoso del reloj que no tiene en la pared, pero su cerebro se la juega y hace todo el esfuerzo para que pierda la calma. Aún en la profunda desesperación mantiene la calma, así es él, después de todo.

Desde hace mucho que la noche es su momento favorito del día. Adora el sol, la luz que le da energía para realizar cada actividad que tiene en la agenda, sin embargo, adora la noche. Estando envuelto en la oscuridad, en su contradicción más grande, se siente bien y completamente desesperado, aun sabiendo que llegaría; tarde o temprano lo haría.

Todo lo que sucede en el exterior de su casa se escucha tan claro. El sonido de las bocinas de los automóviles, el tren a lo lejos, la brisa colándose por la ranura de la ventana que dejó abierta, que siempre deja abierta. Puede imaginar claramente la danza de sus cortinas al ritmo del viento. Puede.

¿Por qué adora la noche?

Porque son las únicas horas en las que puede descansar y amar con el alma completamente desnuda. Es el único momento entre las paredes de su habitación junto a su amante, que se permite ser él mismo y amar. Es el único que pudo verlo perder la compostura, por celos, por idiota y por ser él, simplemente. Después de todo, es el único que puede ver lo ridículo que es la mayor parte del tiempo.

Un suspiro sonoro y largo rompe la quietud de la noche. No puede evitar dejarlo escapar. Molesto consigo mismo, por enésima vez ese día, se ordena dejar de suspirar y no interrumpir esa la línea de pensamientos, aunque se supone que no debería pensar en nada. Pero no puede, simplemente, no pensar.

La noche le gusta. Puede ver con claridad, entre su montón de recuerdos nocturnos, aquellos en los que puede reparar en esa sonrisa enorme con todos sus bonitos dientes blancos, adornados por unos carnosos labios, a veces secos y muchas brillantes e hinchados por los recientes besos compartidos. Le gusta cuando sonríe y, bajo la luz de la luna, ve cómo la alegría alcanza sus pequeños ojos, iluminando su mundo. ¿Él lo sabría? ¿Se lo habría dicho el número suficiente de veces? ¿Aunque fuera un ridículo y él siempre se lo recordara?
Quiere arrinconar las memorias tristes, pero es inevitable ver ese bonito rostro de ese modo; teñido de tristeza. Porque la vida es así, no es ni blanco y negro, es una mezcla infinita de colores. Él, ahora mismo, es como el lienzo en el que seguramente Van Gogh dejó caer todo su almacén de pinturas; emociones furiosas y sin sentido, sin forma y desesperadamente tristes. En ese momento, siente la misera asentarse en el fondo de sus entrañas, sabiendo que poco o nada podría hacer para borrar esa mirada triste, el rastro de lágrimas que él detesta que limpie cuando la vida los supera.

Por eso valora mucho esas horas rodeado de la oscuridad. Mira en soledad la profundidad de ese abismo negro que a veces le asusta, pero muchas veces le ayuda a verse a sí mismo: débil, infantil y totalmente frágil. Todo lo que no se permite ser (ni deja que nadie más vea) durante el día y delante de otros ojos.

En la intimidad que le provee su habitación y la noche, tiene la suerte de tener a su amante, el único ante quien desnuda su alma. El único lugar donde decide descansar de ser todo lo que los demás esperan y se permite ser, aunque le diga ridículo, porque luego le besa y hace como que le hace un favor, pero ambos saben que no es así.

Ojalá llegara pronto. Porque le hace falta tenerlo entre sus brazos, sentirle respirar mientras deja caer esos altos y gruesos muros que siempre le cuesta derribar incluso después de tantos años. Si él se permite ser en las noches, su amante tiene un proceso mucho más tortuoso y largo, porque cada que sucede termina sollozando como un chiquillo, ruega porque se vaya y no le vea, mientras le abraza y se esconde del mundo en su abrazo.

Abre los ojos al escuchar pasos acercarse, pero bien podría ser la vecina del departamento contiguo.  Cuenta los segundos necesarios para escuchar que aquella mujer ingresa y cierra la puerta, pero nada. Es él. Limpia rápidamente las lágrimas que no pudo contener al pensar en su vida de pareja y lo mucho que lo atormenta pensar que tendría que afrontar esa situación nuevamente, verlo desmoronarse y, del charco de lágrimas, recoger sus pedazos con cariño para armarlo otra vez. Durante todo ese tiempo desde que supo y se publicó la noticia de su estado, estuvo intentando mantenerse cuerdo y fuerte para afrontar de cara la tormenta que se avecinaba, obviamente no hizo nada de eso, sólo estuvo intentando contenerse y no terminar destruido porque, sinceramente, preferiría mil veces ser él mismo quien enfrentaría y recibiera esos duros golpes, no él. No él.

Quita el seguro y en cuanto abre la puerta puede verlo; Taemin está en su puerta mirándole sorprendido y con las llaves colgando de sus dedos.

—Tardaste demasiado en llegar.
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Gente preciosa! Hace tanto que quería publicar este corto fic, pero sucede la vida y bueno.  Comentarles que empezaré a publicar en ao3, pueden buscarme como Mysoulmate si gustan 😊.

Espero esta mini inspiración sea de su agrado.

Estaré actualizando cada día, igual son solo 5 caps.

Besos!

Pdt.: Sobre el oro fic, todavía lo tendré en espera.

BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora