Parte I

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El gigantesco portón se alzaba con majestuosidad frente a sus ojos, los verdes campos que rodeaban la estructura arquitectónica eran iluminados por las brillantes y resplandecientes luces artificiales resaltando aún más, el bien cuidado jardín. Continuó el camino de piedra bajo él, dirigiéndose al guardia de la entrada a quién mostró su identificación y este, una vez confirmado por el auricular que se amoldaba a su oreja derecha, asintió con su cabeza y le guio dentro del portón, atravesando los verdes jardines, hacia la puerta principal de la mansión.

- Lo están esperado en el salón principal. – advirtió el hombre a su lado.

Volkov guardo silencio y se dejó guiar por el amplio lugar, su vista se dirigió a la elegante decoración. Todo era tan refinado, si bien él se consideraba un hombre de gustos finos, está casa era verdaderamente una exquisitez para la vista y demostraba a la vez la ostentosa posición de los que vivían en ella. Era claro que no escatimaban en gastos ni en el arte contemporáneo.

- Tome asiento, por favor, la señora Gambino lo recibira en breves instantes.

Podría jurar que el salón principal era del mismo tamaño que todo su piso en Estados Unidos; se enfocó en los muebles que adornaban el espacio y lo pulcros que estos lucían, sentía que de sólo tocarlos los terminarían ensuciando así que permaneció de pie. Las vistas que se reflejaban a través de los largos ventanales eran envidiables, acercándose a ellas con mejor detenimiento observó uno de los mejores paisajes que Italia les ofrecía a los extranjeros como él.

- Te quita el aliento ¿no es así? – lo sobresaltó la cercanía con la que habían sido pronunciada las palabras. – Tranquilo, que no muerdo. – se burló manteniendo su posición.

- Eh, disculpe caballero, pero considero pertinente mencionarle que no me gusta que invadan mi espacio personal. – advirtió volteando su rostro, percatándose de la cercanía que compartía con el invasor.

- Espero pueda disculparme. – dijo sarcástico, sus manos fueron levantadas en señal de paz, dibujando una sonrisa coqueta a la par que sus brillantes ojos azules lo miraban con un brillo divertido. Le divertía toda esta situación.

Sólo un par de palabras de intercambio con él extraño fueron suficientes para que Volkov concluyera que ese joven serían un puto grano en el culo, todo él, le resultaba irritante e irremediablemente de su interior surgieron unas ganas de querer golpear su cara a fin de borrarle la estúpida sonrisa que portaba. Con cierta elegancia en sus movimientos se dirigió al sofá detrás de ellos y como si no costase se desparramó en su totalidad en el mismo, sólo recién fue consciente de que estaba en ropa interior. Estiro el brazo para al alcanzar el libro que reposaba en la mesa central.

- Haz algo útil y sírveme una copa de Campari, anda – sin levantar la cabeza del libro que estaba leyendo, señalo con su mano el lugar exacto de la mesa redonda del salón, en esta había botellas de bebidas alcohólicas.

- Volkov decidió ignorar el tono implícito de servidumbre que aquel chico había usado y fue directo a lo que había venido. – Soy Viktor Volkov y estoy esperando a la Señora Gambino, fui citado a esta hora para una entrevista sobre las clases de piano que le proporcionaría a su hijo menor. Sería tan amable de ir por ella. –

- El sonido de un bufido rompió la atmosfera, el libro en italiano fue cerrado y dejado en la mesa a su contigua. – Mamma, no se encuentra. Ha salido a una de sus "paseos diarios" que le deberían tomar 30 minutos, claro, eso si no se encuentra con el cuidador con quién le gusta detenerse a charlar. Y, analizando, que ha salido hace aproximadamente 40 minutos es más que obvio que encontró tener sexo con él mucho más importante que evaluar al futuro insegnante de su menor hijo. – la perplejidad era una mueca desconocida en la cara casi siempre neutral de Volkov.

Melodias en el piano [Volkarlo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora