Parte II

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¿Un sueño?

Tocarlo a él, parecía un sueño.

Carlo intenta contestar a la duda que se ha generado en su cabeza con la reciente pregunta de Volkov, más los sonidos que provienen del exterior de la habitación lo alertan porque eso sólo significa que han dejado de estar solos, su hermano, madre o alguien de servicio ha ingresado a casa siendo altamente probable que lo busquen a él por ser el único que está. Con rapidez sujeta sus ropas que aún permanecen en el suelo, para después, sujetar la mano de Volkov. Ambos se adentran ágilmente a la puerta contigua de la habitación de música. Carlo se mantiene alerta en la puerta, en espera, de que los pasos no se aproximen demasiado a ellos. Desea que sea su hermano quién haya ingresado pues conociéndolo no dará tanto de su tiempo en su búsqueda como confía en que lo haría su madre o Gianna, su ama de llaves.

Por otro lado, Volkov intenta apartar la vista del desnudo cuerpo contrario, quien seguía distraído mirado tras el espacio entre la puerta, vigilante y alerta. Observando a su alrededor, cae en cuenta que están en lo que parecía ser una biblioteca familiar, las estanterías de roble se extendían hasta mitad de la altura de la habitación, todas ellas repletas de libros que desde la posición en la que estaba se evidenciaba los cuidados que poseían. Libros desde autores como Dante Aligueri hasta Claudio Magris. Tras el ventanal contiguo a la mesa de lectura, se colaban lo últimos rayos de sol. Una alerta vibra en su cabeza, recordándole que, si no quiere enfrentarse a las desiertas calles de Verona era el momento de retirarse.

Cogería su coche rentado e intentaría descansar lo mejor posible antes de programar su vuelo de retorno a Berklee. Aunque, de sólo pensar en que su compañero de piso, Alexander, se reiría en su cara por su imprudencia de cruzar el océano Atlántico por solamente un revolcón; le terminó por machacar todos los ánimos. Había sido confiado, irresponsable e iluso por haberse gastado gran parte de sus ahorros en venir a una entrevista de trabajo tan lejos, mas, en ese momento, sentando en su piso usando la vieja laptop de su hermana con las cartas "cambio de modalidad" de Berklee arrimadas en una esquina de la puerta no era mala idea trabajar para una familia millonaria italiana. Creía sería una de las oportunidades más grande de su vida, ya no sólo a nivel musical sino económica. "Has sido demasiado ambicioso" como foco encendiéndose la voz de su hermana retumbo en sus memorias, tenía razón.

En suma, a todo el desastre que había sido viajar a Italia, ahora cargaba con el hecho de que su ética profesional le atormentaría en las noches por haberse acostado con un alumno. No había mentido cuando le dijo que era virgen pues nunca le había dado relevancia al tema romance, mucho menos al sexual. Su sueño de ser un reconocido pianista abarcaba, en su totalidad, tanto su mente como su corazón. Al parecer, desde que estuvo cerca de Carlo Gambino, sus emociones y deseos contrarios a su sueño empezaron a predominar en su actuar; ¿cómo demonio paso de querer golpearle la cara cuando lo trato como su sirviente hasta querer besar toda su piel?

- Parece que ya no se acercan. - la voz detrás de él lo sacó de sus pensamientos, parpadeando para despejarse, giró su cuerpo notando que Carlo ya se había vestido; lo cual, internamente agradecía.

- Será mejor que ya me vaya. - por un instante pudo ver tintes de tristeza en los azulados ojos de Carlo, aunque, no está seguro si es real pues ha sido tan rápido que cree es obra de su imaginación. No parece el tipo de chico que lloraría frente a los demás; se recuerda a sí mismo dudarlo, porque hace unas horas tampoco parecía ser el tipo de chico que no tenía un amplio historial sexual tras él, pero así ha sido. Al final ese gastado refrán de las apariencias engañan tiene sentido. - ¿Puedes guiarme a la salida? - su voz sale más tímida y apagada de lo que planea, está avergonzado, nunca ha estado en una situación igual, experimentado tales emociones, ni siquiera procesa que el sujeto de hace unas horas es el mismo que tiene frente a él. Así que, quiere huir, replantearse en totalidad el camino de su vida en el apretado Fiat rentado. Tal vez llamaría a su hermana, aun cuando, se sometería a soportar su interrogatorio y un sermón monumental.

Melodias en el piano [Volkarlo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora