Parte 1- La guerra

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¡ME FUI DE VACACIONES BANDA! 

Estoy de vacaciones por dos meses,  y por el trabajo de mi novia ando lejos jajajaja. El asunto es que no se me ocurrió traer mi computadora y no he trabajado en los escritos anteriores, tampoco los guardé en mi Drive. Y mi novia estaba de cumpleaños el 23 de mayo, en honor a eso celebramos y, aunque no estaba en mis planes, ella se obsesionó con el asunto de las historias fantásticas, en especial con las quimeras. 

Y, bueno, ella me prestó su computadora y aquí verán lo que he hecho en estas dos semanas de vacaciones, dijo que debía compartirlo con ustedes. 

Nota: Que no se les haga raro si me ven comentando como si no hubiese escrito esto, ajjajaja

OS AMO!











CAPÍTULO I

Erase una vez...una cazadora que no sentía odio.

—¡Nadie descansará hasta acabar con las quimeras!

El grito sórdido del jefe del clan Nakiri, Seanzendomo, había pronunciado aquellas palabras espinosas, cargadas de veneno y rabia.

Erina contempló en lo bajo del estrado como la figura de su abuelo, imponente, se movía sobre el escenario de madera con completa gracia y autoridad. Lo que era Indra, su tierra —El nido, la Zona de Caos, la Jaula—, se estaba cayendo a pedazos. De entre tanta calamidad, la nación de cazadores dejó a la familia Nakiri a cargo de dirigirlos ¿A dónde? A la libertad...una trillada promesa que Seanzendomo citaba en sus discursos día sí y día también.

En ese mundo, SÚ mundo, solo había dos opciones: ser víctima o victimario.

Cazador o...quimera.

Las quimeras eran horribles; rompecabezas de monstruos que tenían atributos animales en partes que se juntaban en un solo cuerpo, creando criaturas increíbles. Erina todavía podía recordar su comienzo en las cacerías. Inconscientemente llevó una mano su cuello en donde colgaba aquel colmillo de su primera quimera. Había matado. Una quimera mitad carnero, mitad lobo; ella lo describió como un lobo de pelaje rojo, de ojos igual de enrojecidos, con un cuerpo casi humano, mientras en su cabeza llevaba unos cuernos de carnero. Aun escuchaba en su mente el aullido de la criatura y sus últimas palabras: Quiero ver a mi hijo.

Desde luego a ella no le afectó, años de entrenamiento y de perseguir quimeras le habían helado la sangre. Las quimeras hablaban como los humanos, sentían como ellos. Sin embargo; el mundo era pequeño, no había espacio para dos razas completamente diferentes. Los cazadores, aunque eran simples humanos dotados de inteligencia y armas, les hicieron frente a criaturas míticas.

Poco después se había enterado que la quimera a la que le había quitado la vida...era uno de los líderes más fuertes del clan del norte..., haciendo que ella debilitara a la raza. Su proeza no fue para menos, coronándola como una cazadora de nivel superior, creando una reputación con los cazadores que no era más que respeto. Y, las quimeras, ya habían escuchado de los rumores de una cazadora con ojos de joyas amatistas, que empuñaba dos miserables cuchillos, los cuales desollaban a cualquiera con el mínimo de esfuerzo.

Nakiri Erina era...la salvación para su raza, la maldición para las quimeras.

—A partir de ahora, quien no mate una quimera...—la voz de su abuelo volvió a sonar, áspera y ruda. Erina alzó la vista, liberándose de sus pensamientos. Notó al anciano desdoblar un pergamino, como si estuviese declarando un mandato—, será un traidor. Traidor para nuestra raza. Aliado para las quimeras —recitaba, enorgulleciéndose de ver los rostros descompuestos de quienes escuchaban. Pronto, siguió leyendo:—La pena por esa traición se pagará con sangre. Sacrificio para todo aquel que le brinde su mano al enemigo.

Entre Guerra y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora