Cría un lobo y obtendrás esposo

2

El jingshi era su lugar, Lan Wangji no lo admitiría, pero a veces era demasiado abrumador el día a día, era casi en automático seguir las reglas que había aprendido desde niño, cuando alguien las rompía, era como romper el mundo estable de Lan Wangji y admiraba a su hermano por siempre mantener la sonrisa y estar calmado cuando los nuevos estudiantes llegaban siendo tan irrespetuosos. 

Pero él no sabía cómo demostrar sus sentimientos, por lo que todos lo veían como un ser etéreo y perfecto. Lan Wangji solo no sabía cómo expresar que al romper las reglas, estaban rompiendo lo que él creía, su seguridad. 

Por eso, todas las noches deseaba llegar al Jingshi, dónde solo él podía poner e interpretar las reglas a su modo y siempre, se sentaba en medio del patio meditando hasta la hora de dormir. 

Pero esa noche fue diferente, estaba meditando, olvidando por completo la cara de Wen Chao enojado por el castigo que recibió, ni siquiera valía la pena, Lan Wangji no tenía nada de miedo, incluso cuando lo amenazo con hacerlo pasar la peor humillación, al verlo, Lan Wangji volvía al bosque, dónde un gemido de dolor animal había llegado hasta sus oídos, justo por dónde la flecha se había perdido. 

Era un sonido inconfundible, un lamento de dolor pero que había sido tan breve que dudaba de su veracidad. 

Se había quedado, esperando un poco más, pero no escucho nada, no el sonido de pasos, no una respiración. Eso no lo tranquilizó, y cuando fue a revisar, no encontró la flecha. 

Algo lo mantenía intranquilo. 

Las nubes que siempre rodeaban la cima de la montaña se despejaron, la luna brillo en todo su esplendor y a lo lejos, se escuchó el aullido de un lobo. 

Lan Wangji abrió los ojos, interrumpido en su meditación, los árboles cerca se agitaron con el aire y luego todo quedo en silencio, Lan Wangji frunció las cejas, extrañado, hasta que lo escuchó, el crujido de varias ramas al ser pisadas, una respiración agitada, un aullido atronador. 

Las ramas se movieron y de ellas salió corriendo un hombre desnudo, sus ojos rojos se clavaron en la figura de Lan Wangji, sentado en medio del jardín como una deidad, el hombre temblaba mucho pero si mirada era feroz y se acercó como un perro rabioso, dispuesto a atacarlo. 

Pero antes de llegar a Lan Wangji, colapsó. El cuerpo quedó tendido sobre el pasto y Wangji pudo ver mejor la silueta de la que sobresalía una flecha.