POV CALLE
Gracias a Dios que sugirió quedarse en la sala de descanso un poco más.
He dejado de temer el constante revoloteo entre mis muslos y he empezado a disfrutarlo. Ese tirón derretido que me hace desear... ¿qué? No lo sé. Solo que confío en que esta mujer pueda dármelo. Darme alivio.
Y un bebé.
No puedo creer que haya aceptado dejarme embarazada. Soy tan afortunada. Parece que he encontrado a alguien que entiende. María José es la primera persona a la que le cuento mis planes de criar a un hijo por mi cuenta y no se burló ni me ridiculizó. No me ha dicho que soy demasiado joven ni que necesito a alguien en mi vida para cuidar de un bebé con éxito. No me juzga y es amable, y citando a las chicas con las que solía ir a la universidad, creo que está muy buena.
No, estoy segura de ello, y como me hace sentir tan aceptada y segura, quiero... más. Quiero que me toque y ver qué se siente.
¿Por qué las puntas de sus orejas están rojas?
—Estaba pensando... — Cierra los ojos y hace un rápido movimiento de cabeza, como si le costara sacar las palabras. —Podría besarte. Si te apetece, quiero decir.
—Me gustaría mucho. — murmuro, mirando fijamente su boca e intentando imaginar cómo encajará con la mía. —Tienes que mostrarme cómo.
¿Cuándo empezó su pecho a subir y bajar tan rápido? —Oh. De acuerdo. Jesús.
Mis ojos vuelan para encontrarse con los suyos. — ¿Es malo que esté tan verde?
—No, preciosa. Solo estoy... — Se inclina ligeramente hacia delante, parece que le duele.—El hecho de que me dejes ser tu primer beso me tiene un poco alterada.
— ¿Alterada? ¿Qué significa eso?
Su trago es audible en la sala de descanso. —Ya sabes. Tengo una, uh...
— ¿Sí?
—Mi polla está dura. — Exhala temblorosamente hacia el techo.—Como extra dolorosamente dura.
— ¿Porque soy virgen?
—No. Porque eres tú, Calle. Eres dulce, hermosa y pura y, por alguna razón, me eliges para que te ayude... a ser mucho menos pura. ¿Y francamente?— Su risa es dolorosa. —Mi polla se siente honrada. Apenas puedo creer que me dejes besarte, y mucho menos llevarte a
la cama.Llevarme a la cama.
Esas palabras que salen de su boca provocan una flexión de los músculos de mi estómago.
Lentamente, dejo que mis ojos recorran su torso y, como ella ha mencionado, hay una protuberancia bastante grande que cubre la parte delantera de su mono doblado. —Oh... — Siento un cosquilleo por todas partes. Por todas partes. Mis pechos, mis lomos, los puntos de pulso de mi cuello. —Si nos besamos, ¿mejorará?
—No. Lo hará peor. — Su voz es como el humo negro. —Necesito hacerlo de todos modos.
—Lo entiendo. — consigo, sintiéndome hipnotizada. Como si estuviera al borde de un viaje o experiencia increíble y Poché me hiciera sentir lo suficientemente cuidada como para dejarme llevar. —Estoy preparada.
Asiente una vez. Parece reponerse con varias respiraciones profundas. Y entonces sus manos se cierran alrededor de mis caderas, apretándome a través de la falda. Arrastrando hacia arriba a través de los valles de mis lados, sus pulgares apenas rozando la curva de mis pechos, pero ese ligero toque es suficiente para hacerme jadear. Me hace necesitar acercarme más. Me contoneo hasta el mismo borde del escritorio y lo atraigo hacia mí. Hasta que mis pechos se encuentran con los suyos. Ambas gemimos y mi cabeza cae automáticamente hacia atrás. El cuello no tiene fuerza.