POV POCHÉ
Maldita sea.
Mi polla es una traidora.
Podría haber tenido unas cuantas horas más con Calle antes de que me mande de paseo, pero el de abajo está exigiendo alivio, y que Dios me ayude, me abruma la furia que hay dentro de mí por desnudarme con ella. Para sentir su piel y escuchar su respiración y estar lo más cerca posible. Ver cómo la lujuria y el asombro transforman su increíble rostro. Necesito esas cosas más que el aire.
Las necesito para el resto de mi vida, ese es el problema.
Y todo lo que tengo es una tarde.
De acuerdo, bien, diez minutos como máximo, porque mis pelotas son tan sensibles como globos de agua.
Mientras Calle nos deja entrar en la suite VIP, tengo ambas manos bajo su camiseta, jugando con sus bonitas tetas vírgenes. Ella tiene ese culo apoyado en mi regazo y yo gimo como una mendiga, follándola a través de la ropa interior incorporada de la falda. Dulce infierno, ¿en qué posición voy a ponerla? ¿Qué es lo que le va a dar más placer y le va a asegurar la mejor oportunidad de quedarse embarazada?
La puerta se abre y pierdo cualquier posibilidad de planificar o elaborar una estrategia, porque ella se está quitando la blusa, pateando sus zapatos a un lado de la oscura y elegante suite con aire acondicionado. El partido ha continuado en el campo, pero ahora estamos en nuestro propio mundo. Detrás de un cristal tintado para que nadie pueda ver lo que estoy a punto de hacerle. Aunque mi pecho me grita que me detenga. Vas a perderla en cuanto esto termine. Joder.
No puedo parar.
Estoy demasiado hambrienta de esta chica como para ser racional.
Con movimientos bruscos, me desabrocho el cinturón y me bajo la cremallera. — ¿Estás preparada para la follada de papi?
Gime y se arrodilla, asintiendo. —Sí.
— ¿Por qué te arrodillas?
—No lo sé. Si-siento que debería estarlo. — Se desabrocha el sujetador, dejándola en nada más que la pequeña falda blanca. Una visión que me detiene en mis pasos, un objeto que se aloja en mi garganta. Calle semidesnuda y de rodillas con los ojos vidriosos y los pezones haciendo pucheros es una imagen que ningúna persona en la tierra es digna de ver de cerca, pero de alguna manera se me ha permitido entrar en el cielo antes de tiempo, aunque esas tetas pondrían a los ángeles en contra, seguro. —Y no tengo miedo de seguir mis instintos contigo. — termina tímidamente, colocando el pelo oscuro detrás de la oreja.
—Eso está bien, Calle. — digo, con orgullo en mi tono. —No tienes que tener miedo de nada conmigo. De nada.
—Lo sé. No lo tengo. — susurra, levantándose la falda y tocándose el coño. —Tócame aquí y dime que soy una buena niña.
Hijo de puta.
La lujuria ya está recorriendo mi cuerpo, pero con esa obvia insinuación sobre cómo quiere que sea su única experiencia con el sexo, estoy a punto de explotar. —No voy a ser capaz de retener mi semilla mucho tiempo si estoy estirando ese agujero virgen y llamándote mi niña buena al mismo tiempo. — digo desgarradoramente, observando cómo se acaricia el sexo, la humedad empezando a empapar las bragas incorporadas de su falda de tenis. —Quiero dejarte embarazada, pero no me voy a desquiciar hasta que estés satisfecha. Me niego.
Asiente solemnemente, se muerde el labio. —Tal vez...
— ¿Tal vez qué, preciosa?
—Tal vez si terminas rápido esta vez, nosotras... bueno, tendremos que negociar una vez más. Dos en total. Quiero que ambas estemos satisfechas con el acuerdo.