Ante mí estaban las imponentes puertas que precedían a la sala del trono. Para describirlas rápidamente, en el momento que estuve frente a ellas, la realidad de que no era nada, de que jamás sería nada más que polvo y cenizas, me golpeó, y es que irradiaban una belleza inmortal e infinita. Dos hojas de más de seis metros de altura, cada una, hechas de acero puro, los remaches de los bordes rematados en forma de estrella pentagonal, y las puertas en si, las puertas...Dios, inmortal, demonio, humano o cualquier otro ser sería intimidado ante esa visión, filigranas de oro recubrían toda la cubierta, algunos solo eran líneas onduladas hacia arriba, pero otros eran dibujos de llamas o de sus chispas. Pero lo que resaltaba en ese mar de líneas doradas eran los dos dragones de oro, observando al visitante con sus ojos de rubí, cada uno levantado sobre sus patas traseras y sujetando el límite de su hoja con ambas patas, haciendo que sus garras se tocasen (o casi). Las alas recogidas, pero si esos seres las hubiesen podido extender, ni la llama más brillante ni el ave más majestuosa se habría podido comparar a esas posibles membranas de oro eterno. A ambos lados de la puerta, portando una lanza de dos hojas entrelazadas, que al final se unían en una punta conjunta, dos guardias con sendas armaduras negras y rojas, de un cuerpo constituido como por humo y cenizas, me observaron al llegar con sus ojos incandescentes de brasas rojas, me reconocieron y se giraron en dirección al medio de esas colosales placas de acero infinito, donde cada uno tiró de una una roma espada dorada, colocadas diagonalmente para que sus puntas se tocasen, pero no ningún otro punto, las cuales hacían de manillar a esas puertas. Si mi asombro fue demasiado con solo ver las puertas que custodiaban a la Alta Lady de la Corte Roja, tras sus defensas no había llamas y torturas, tampoco otras defensas ni algún tipo de figura o estatua que intimidase al visitante, ya que la sola presencia de esa dama, sentada en ese trono escarlata, que parecía hecho de fuego sólido, a un par de metros por encima, acariciando perezosamente a un tigre gigante de humo y llamas que estaba acomodado a su lado, bastaba para que cualquiera con una intención mínimamente avariciosa o agresiva se volviese el más dócil de todos. Una alfombra de bordes dorados era el camino hacia la otra vida, seguir ese camino hasta el comienzo de la escalera al trono era como caminar por un túnel negro en dirección a la luz, y es que ella era la luz. De lejos solo imponía, pero de cerca uno podía percatarse de la razón por la que el trono estaba tan alto, nadie merecía estar en su mismo plano de existencia, el solo estar tan cerca y tan abajo de ella me hacía sentir que mi nacimiento fue un error. En el límite de la alfombra, levanté la vista en un acto de curiosidad ante el cual el resto de mi cuerpo protestó, ya que yo jamás sería digno de mirarla a los ojos. Su cara, de una belleza de otro mundo, todos los rasgos perfectos, adornadas sus puntiagudas orejas con pendientes que tenían una cadena, un toque informal que la hacía más hermosa; el pelo, suelto, sin joyas ni otros adornos, que decía por si solo que no estaba atada a nada ni nadie, que ella era así y si alguien tenía algo que decir, que lo dijese. Bajó sus ojos, y no pude admirar el color de estos, ya que un impulso en el fondo de mis huesos y entrañas me ordenó bajar la cabeza ante Quien Tomaba La Vida. Cuando pronunció mi nombre (totalmente indigno de salir por esos puros labios), su voz entre dulce, graciosa e informal y un tono severo, autoritario e inmortal, me impactó, aplastándome más contra mi mismo, definitivamente era ella, no había posibilidad de una copia, la Alta Lady que gobierna sobre la vida y la muerte era frío y fuego, juego y poder, de este mundo y de otro desconocido, era joven y eterna, era llamas y hielo. Su presencia era la calidez de una amiga de toda la vida, así como era a la vez la helada ventisca de una reina autoritaria. Era una riada de lava implacable, pero al mismo tiempo era una nevada gentil. Su voz lanzando una pregunta era gracia, poder, hielo y llamas.
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Historias cortas
Short StoryHistorietas breves que se me ocurren. Cada semana, una nueva. Cada semana, algo nuevo.