2359 d.C.

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Voces gritando ayuda desde la cocina. Otras gritando desde el salón u otras zonas de casa que si faltan sillas, que donde va cada quien, etc. Y allí, en la puerta de entrada estábamos yo y mi hermano, con una cara de no saber que hacer hasta que nuestra tía nos llamó a la cocina, nos hizo sentarnos en unas sillas, nos dió un plato y más de media docena de vasos a cada uno y nos puso a quitarle el tito a las uvas. Y en eso estábamos.

- ¡AY POR DIOS!- gritó nuestra madre nada más llegó.- No podéis darle uvas a Javier, solo tiene 5 años, se atragantará.

- Tata, tranquila. -respondió la tía Carmen, quien nos llevó a la cocina a mi hermano y a mi.

-Tus hijos están quitándoles el tito a todas las uvas, ¿ves?

Y le mostró el plato donde estábamos dejando los titos de las uvas, eso parece que la calmó un poco. Y es que en nuestra familia, en nuestra gran familia, cada año se volvía una carrera contrareloj ya que casi siempre hacíamos todo el último día, y este año no era la excepción. Eramos bastantes, cerca de quince o quizás más. El año nuevo siempre se celebra en la casa de la tía Carmen, que es la más grande de todos en la familia. Nuestra segunda madre se llevó a rastras a mamá para terminar de colocar la mesa y así siguió la locura durante un par de horas más.

Llegaron las once de la noche (23 p.m.), y los 16 miembros de la familia estábamos alrededor de la mesa. Diez adultos y 6 hijos (yo, mi hermano, el primo Javier, las gemelas de tía Nana y el mayor de los niños, Adrián, el hijo único de tía Carmen). Mi hermano y yo si éramos hermanos de sangre, pero no la compartíamos con el resto de la familia, ya que nuestras dos madres decidieron adoptarnos. Nosotros lo sabíamos, y pensábamos que no seríamos aceptados, pero se nos quiso más de lo esperado.

Cenamos un tanto aprisa, y ya estábamos con las uvas que mi hermano y yo pelamos antes cuando eran las doce menos diez. La cadena de televisión desde donde se retransmitía las campanadas no tenía una grabación del reloj analógico gigante, así como se hace en casi todos los canales, en el canal donde nosotros veíamos las campanadas se contaba a través de un reloj digital, que marcaba los segundos y por eso era más divertido.

Menos cinco.

Las once y cincuenta y seis.

Las once y cincuenta y siete.

Las once y cincuenta y ocho.

Las once y cincuenta y nueve.

Las campanadas.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once...y doce. ¿Feliz año nuevo? El reloj había pasado de las 23:59 a las 24:00, no a las 00:00, que raro. Más raro fue ver como seguían corriendo los segundos. Al principio pensé que sería fallo del reloj digital de la cadena, pero tras ver mi reloj de pulsera, le pasaba lo mismo, marcaba las 24:00:34 y seguían corriendo los segundos. Pensé que era un fallo muy raro, pero ni siquera eso pasó en el cambio del año 1999 al 2000, ¿por qué pasa ahora en el cambio del año 2359 al año 2360?

Pasó un minuto, y la televisión se apagó. Mientras la familia intentaba comprender porque estaba pasando lo que pasaba, pasó otro minuto, ahora se fue la luz. Todos estábamos mucho más alterados ahora, tía Carmen fue a ver si la podía volver a encender, y en eso pasó el tercer minuto, ahora se podía ver una luz blanca en el cielo. Pero esa luz blanca se estaba comiendo la Luna, las estrellas y el cielo en general, todo el cielo se volvía del blanco más puro. Todo eso ocurrió durante el cuarto minuto, y para el quinto minuto, la luz empezó a tragarse todo en la Tierra, incluido nosotros.

Pasaron seis minutos.

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