—Hola, perdona... —Claire llamó en voz baja al chico que había tras el mostrador de la biblioteca, pero este, en vez de acercarse para ver qué quería, le dio la espalda y desapareció por una puerta—. ¡Alucino! —espetó, mirando alrededor de ella, tratando de encontrar a alguien más que pudiera ayudarla, pero... estaba sola.
Miró su móvil para comprobar la hora y, al darse cuenta de que ya era muy tarde, gruñó de impotencia.
El día empeoraba según avanzaba.
Dejó los libros que había tomado de las estanterías de la sala de estudios sobre el mostrador y decidió esperar unos minutos más por si alguien aparecía o el «simpático» que no le había hecho caso regresaba para atenderla.
Se deshizo la trenza para volver a hacerla de inmediato, intentando retener los negros mechones rebeldes que se le soltaban constantemente, y se quitó las gafas de pasta para masajearse el puente de la nariz mientras suspiraba.
Nada sucedía de acuerdo con lo que había previsto.
—¿Quieres algo? —Una voz femenina atrajo toda su atención.
Claire abrió los ojos de golpe, se giró hacia el lado desde donde le había llegado la pregunta y se encontró con una joven pelirroja que la miraba con curiosidad. Iba vestida con un enorme suéter de color violeta que le llegaba hasta por debajo del trasero y una falda larga de multitud de colores. Calzaba unas botas camperas marrones y en los dedos el brillo de varios anillos resaltaba gracias a la luz artificial de la sala.
—Sí... Bueno... No sé si podrías ayudarme —comentó mientras se ponía las gafas.
La recién llegada sonrió y le guiñó un ojo.
—Tú prueba. Una sorpresa al día sienta bien, y tú —la señaló con el dedo—, parece que necesitas una hoy.
Esta le ofreció una media sonrisa sin apartar sus ojos azules de ella, quien la rodeaba para cruzar la pequeña puerta que la conducía hasta situarse detrás del mostrador.
—Siempre que sean buenas...
—¿El qué? —preguntó la pelirroja mientras pasaba las páginas de un gran cuaderno, como si acabara de olvidarse de que estaba hablando con ella.
—Las sorpresas —aclaró Claire.
—Sí, las sorpresas siempre deben ser buenas. —La miró con esa sonrisa que animaba a mantener una conversación, aunque fuera una tan extraña como la que tenían en ese momento—. Y ahora... Dime... —Apoyó sus codos sobre la madera oscura del mostrador y dejó caer su cabeza entre las manos—. Eres nueva, ¿no?
Ella sonrió, contagiada por su simpatía, una sonrisa que no le llegó a los ojos, y asintió.
—Acabo de mudarme a la ciudad.
—Y vas a retomar tus estudios aquí... —observó el calendario que colgaba de una de las paredes blancas, donde se podía ver un estanque de nenúfares muy en la línea de los cuadros de Monet y que estaba colocado debajo de un gran reloj circular que marcaba las dos de la tarde—, a la vuelta de las vacaciones navideñas, con casi medio curso avanzado.
Claire se encogió de hombros.
—Surgió así —dijo de manera críptica, y agachó la mirada.
La joven bibliotecaria arrugó el ceño, percatándose de que no iba a sacar nada más sobre ese tema, y agarró los dos libros que descansaban sobre el mostrador.
—J. M. Barrie's Peter Pan In and Out of Time: A Children's Classic at 100 —leyó en voz alta la pelirroja—. Pan, the Goat-god, His Myth in Modern Times. —Tomó el otro libro y miró a Claire después de decir en voz alta el título—. Creo que ya sé qué estudias.
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Soñar Despierto
JugendliteraturLa segunda estrella a la derecha, la que más brilla en el cielo nocturno, fue testigo de la historia de Claire. De cuando llegó rota a su nueva casa. De cómo lloraba en la soledad de su dormitorio. Del momento exacto en el que conoció a Peter y desc...