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Ahí estaba él, Lee Minho, el alfa más deseado de toda la institución. Con sus auriculares puestos y el cabello ligeramente revuelto, parecía tan inaccesible como siempre, envuelto en una nube de feromonas que olían a café y menta fresca, una combinación que Jisung encontraba inexplicablemente cautivadora.

Jisung, por su parte, no podía evitarlo: tenía un enamoramiento profundo por Minho desde hacía meses, uno que sus amigos llamaban absurdo, pero que él consideraba inevitable. Tanto así que había decidido, en un arrebato de valentía, declararse ese mismo día. ¿Cómo lo haría? Una carta. Simple, directa, quizás un poco infantil, pero era lo único que podía pensar para acercarse al alfa que le robaba los suspiros.

Con el corazón latiendo con fuerza, Jisung se levantó de su asiento, la carta temblando en su mano, y se dirigió hacia Minho, quien estaba a punto de salir del aula.

-¡Espera, Minho! -gritó con más entusiasmo del que había planeado.

Minho se detuvo y se giró lentamente, sus ojos oscuros clavándose en los de Jisung, que de pronto sintió cómo toda su valentía se desvanecía.

-¿Qué quieres? -preguntó el alfa, su tono frío y desinteresado como una daga.

Jisung tragó saliva, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta.

-Y-yo... Tengo algo que decirte... -titubeó, extendiendo la carta con manos temblorosas, bajando la cabeza en una torpe reverencia.

Minho tomó la carta con un gesto brusco, sus cejas fruncidas. Jisung, sin atreverse a levantar la mirada, salió corriendo antes de que Minho pudiera reaccionar, gritando un apresurado "¡gracias!" mientras se alejaba a toda velocidad, dejando al alfa completamente desconcertado.

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-¿¡Qué hiciste qué!? -exclamó Jeongin, mirándolo como si acabara de confesar un crimen.

Jisung se tapó los oídos rápidamente. Si Jeongin seguía gritando así, iba a terminar aturdido.

-Que me confesé a Minho... -repitió, sintiéndose más avergonzado al decirlo en voz alta.

Jeongin soltó una carcajada tan fuerte que varias personas en la sala de estudio se voltearon a mirarlos. Jisung lo fulminó con la mirada.

-¿Sabes que nunca te hará caso, verdad? -dijo Jeongin, divertido, disfrutando de la tortura.

Jisung cruzó los brazos, inflando las mejillas en un gesto de frustración.

-Nunca digas nunca -replicó con terquedad-. ¡Podría suceder!

Jeongin lo miró con una ceja levantada, y luego, sin perder su sonrisa, añadió con una risita:

-Entonces, nunca te hará caso.

La expresión de Jisung cambió, de un puchero irritado a una sonrisa resignada, y ambos soltaron una risa al conectar miradas. Pero la risa se desvaneció rápidamente en cuanto Jisung vio a Minho entrar en la cafetería.

-¡Jeongin, escóndeme! -exclamó en pánico, y sin pensarlo dos veces, se deslizó detrás de su amigo, que apenas podía cubrirlo con su delgada figura.

-Jisung, somos del mismo tamaño-murmuró Jeongin, divertido, pero Jisung ya había improvisado una solución, tomando una bandeja vacía de la mesa cercana y cubriéndose la cara con ella, esperando que Minho no lo notara.

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Minho

-¡Oye, Minho! ¿Ese no es el omega que se te confesó esta mañana? -dijo San, señalando hacia la mesa donde Jisung intentaba ocultarse torpemente.

Minho entrecerró los ojos, mirando hacia donde su amigo señalaba. Allí estaba Jisung, claramente reconocible a pesar de que intentaba ocultar su rostro con una bandeja. Soltó un suspiro de molestia, pero no pudo evitar notar algo que lo desconcertó. Aunque lo consideraba irritante, había algo... ¿lindo? en su esfuerzo torpe por esconderse.

Espera, ¿lindo? ¿De verdad acababa de pensar eso?

Minho negó con la cabeza, tratando de sacudirse esa idea absurda, pero su mirada volvió involuntariamente hacia Jisung, quien seguía escondido, completamente convencido de que estaba fuera de su vista.

Minho apretó los dientes. No tenía tiempo para lidiar con omegas escandalosos. Especialmente uno que hacía que su corazón latiera un poco más rápido de lo que estaba dispuesto a admitir.

𝑪𝒐𝒏𝒒𝒖𝒊𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒂 𝑴𝒓 𝒍𝒆𝒆||minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora