Cerdos #2

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Al siguiente día, a primera hora, toda la familia estaba levantada haciendo cosas en la granja, me sentía un poco inútil. Busqué la manera de desayunar agarrando la taza verde que vi ayer y un poco de café.

—espera, no.— me dice Robert

—¿Mmm?¿Qué sucede?—pregunto

—esa taza es de Catie, no le gusta que la usen a excepción de ella— me explica.

—ok, sin problema, buscaré otra— exclamo, para luego buscar otra taza, una blanca con manchas rojas.

Ayer claramente en la noche estuvo usando esta taza verde Marcus, pero no diré nada para no provocar problemas familiares, ya demasiado ocupo vivir en esta casa. Les debo demasiado a esta familia.

Observé hacía la otra punta del comedor, estaba Marcus, un chico de 17 años, bastante apuesto y de estatura promedio, mirando hacía el gran ventanal de la casa, se lo veía bastante feliz. Me recordó a mi hermano pequeño. Por lo cual le preparé café en una taza blanca aparte y se lo llevé hasta él.

—Hola Marcus, ¿Quieres desayunar conmigo?—le ofrezco el café sentándome a su lado

—¿Disculpa, soy sordo de este oído, que sucede Joseline?— voltea a verme con una sonrisa, luego ve la taza humeante y entiende que sucede —ahhh, lo siento, no me gusta el café. Pero lo tomaré porque te tomaste la molestia de hacerlo, gracias— exclama.

—no es nada y... ¿Qué haces normalmente luego de desayunar?— pregunto curiosa.

—terminemos esto y te enseño— sonrie coqueto al decirlo.

...

Terminamos y nos dirigimos hacía el patio trasero de la casa, allí estaba la señora Dolores, al ver su cara supuse que no pudo dormir en toda la noche, tenía ojeras la muy pobre y los ojos un poco rojos, de llorar del dolor quizas... Me llenó de tristeza verla así.

Llegamos a una especie de galpón, donde entramos y un olor nauseabundo inundaba el lugar, era olor a sangre, al fondo estaban los cerdos más grandes que he visto en mi vida. Cerca de ellos un charco amplio de sangre, y sobre una mesa, una especie de pistola de aire comprimido unido por un tubo de plástico a un tanque.

—aqui me dedico a matar a los cerdos, les pongo la pistola en la frente y ni les duele, se acaba en un segundo. Luego con esta cacerola meto la sangre en bolsas de plástico que hay en el suelo. Normalmente la vienen a buscar en camion los Cullen, para tirarlo en el basurero del pueblo— me explica

—entiendo, veo que es un poco rudimentario este proceso de levantar la sangre del suelo— acoto a la explicación

—sí, antes era peor. Sólo tenía una taza blanca para levantar todo esto— suspira algo cansado al recordar.

Luego de mostrarme su trabajo, visito el corral principal donde albergan a los cerdos, junto a mí está Robert posado sobre las vallas. Es un joven apuesto, de pelo negro, de un metro ochenta y bastante musculoso. Aunque me genera un poco de incomodidad ver su dedo meñique, es un poco deforme.

—Hola Robert, ¿Me explicas un poco como escogen que cerdos sacrificar para llevarlos después al matadero?— pregunto directamente.

—hola Joseline... Pues yo sólo me dedico a preparar la comida y mantener el corral en condiciones. Justo a la derecha, la puerta aquella, es donde están las provisiones para poder alimentarlos. Luego Michael y Reid los alimentan y los escogen para el matadero—termina de explicar y me acerco a la puerta.

Estaba cerrada, aunque podía oler un aroma repugnante que provenía de adentro. Seguramente era algún cerdo muerto así que fui a notificarle a Robert.

—¿Uhm? Ah... Sí, debe ser Julieta, anoche la dejé ahí adentro porque la notaba un poco inquieta y no quería que asustara al resto de cerdos. Debe ser que falleció la pobre...—baja la cabeza triste, me recordó a alguien.

—Robert, aquél cerdo tiene manchas blancas por todo el cuerpo, ¿Le sucede algo?— apunto hacía el corral.

—eso parece, se trata de Romina, debe ser que está enferma. Luego la apartare para que no caiga en consumo humano, gracias por avisarme, Joseline— me sonrie y voltea a verme.

Terminando el día de trabajo tomo mis apuntes y me dirijo hacía las afueras de la granja. Voy a la primera casa que encuentro, debe ser donde viven la pareja homosexual.

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Snackville: un pueblo únicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora