Capítulo cuatro: Ansiedad

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(Tn)

El barco ha cambiado el curso, y me parece que estamos volviendo al muelle.

Advierto una sensación extraña en mi pecho, es algo que me sofoca. Me es extremadamente difícil respirar. Todo me da vueltas.

El deseo imperioso por salir de éste sitio está desesperándome.

También, me parece que alguien me llama aunque no escucho ninguna voz.

No puedo explicarlo, pero, presiento que he olvidado algo importante y me agobia el no saber y tampoco poder descubrir de qué se trata.

Escucho pasos acercándose. Elevo la mirada. Se trata del hombre del abrigo negro; Sir. Crocodile.

Me da la impresión de que me estudia, pero su mirada es tan profunda y misteriosa que me resulta imposible determinarlo.

Luce como un hombre frío a simple vista, pero por alguna razón —y muy contrario a lo que acabo de concluir sobre su aura de «misterio»— percibo cierto eco de tristeza y soledad, cosas que él intenta sepultar y ocultar debajo de tantas capas de dureza que decoran su semblante.

Pero es un humano, no debo confiarme porque de momento a otro, ellos se dejan cegar por cualquier sentimiento o emoción negativa y entonces, su lado oscuro toma el control.

Ya me dejé engañar una vez, cuando me cegué por esa tonta habilidad que me permite ver las memorias de cada individuo.

Fallé. Nos fallé. ¿Eh? ¿A quién más le fallé?

Siento que esto no se trata de haber hecho a un lado las advertencias de mi madre sobre los humanos. ¿Qué es eso que estoy olvidando?, o mejor dicho, ¿a quién estoy olvidando?

No sé. No sé. ¡No sé!, y eso está exasperándome.

Pero es que muy aparte de cada cosa en la que he meditado, no importa la visible frialdad en la mirada de éste hombre que me ha comprado, porque en realidad no encuentro ni una sola gota de hostilidad de su parte para conmigo en esos bellos ojos dorados que me intimidan.

¿«Bellos ojos dorados»? ¿Pero qué...?

Bueno, ¿para qué negarlo? Tiene unos ojos preciosos en realidad.

Por otro lado, si me permito un poco de honestidad —aunque no debería de estar pensando en éstas cosas—, tengo que admitir que es muy apuesto.

Suspiro. Trago grueso. No es momento para tonterías. Además, es un humano.

Debo mostrarme firme aunque su manera de verme es algo que me pone nerviosa.

—¿Qué? —murmuro sonando más hostil de lo que pretendía.

Él enarca la ceja y me ve con cierto toque de molestia. Creo que se debe a la manera en que le he hablado.

Eleva las cejas y cierra los ojos por un breve instante mientras suspira cansado y niega con la cabeza ligeramente.

—¿Qué edad tienes?

—¿Eh? —articulo confundida.

—Mi pregunta ha sido muy simple, ¿por qué quieres hacer que me repita?

Frunzo los labios. Lo veo fijamente.

Advierto la extraña sensación de que mis escamas intentan encarnarse en mi piel como si la mirada de este hombre también les afectase.

Trago saliva. Me lo pienso. ¿Debo responderle? Bueno, no es la gran cosa.

—Tengo veintinueve años.

Oasis ━━ [En curso] 《23》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora