Avances

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Como no amar esos ojos, si en ellos puedo ver el mundo, de un color distinto.
- R. M


Ellos se conocían desde la academia, pero a pesar que desde ahí partió todo, no fue ahí.

Sí, quizá todo surgió con la muerte de Asuma Sarutobi.

Aquello había sido un suceso devastador no solo para los integrantes del equipo 10, sino también para los amigos de aquel hombre y otros ninjas en general, donde una sobresalía más que otros... Kurenai.

El equipo 8 tenía como maestra a Kurenai Yuhi, así que ellos estuvieron para ella al verla destrozada por la noticia y más, al enterarse que estaba embarazada.

Fue entonces que el equipo 10 y 8 empezaron a entablar una estrecha relación, más allá de simple camaradería por haber estado juntos en la academia, en los exámenes Chūnin o por ser de la misma generación, sino que realmente surgió una gran y bonita amistad porque ambos equipos cuidaron de Kurenai.

Pero antes de eso cuando Shikamaru aún estaba sumido en una profunda tristeza y confusión porque la muerte de su mentor y amigo lo dejó desorientado y abatido, incapaz de encontrar consuelo en medio del dolor abrumador. No salió por varios días de su casa hasta que su padre rompió esa barrera.

Después de haber sentido  un poco de alivio al terminar de desahogarse, salió de su casa en medio de la noche y fue hacia la tumba de su maestro. Al llegar, se dejó caer de rodillas y estuvo allí solo viendo el nombre tallado en la lápida. Sentimientos de impotencia y culpabilidad lo carcomían, se sentía responsable de la partida de ese mundo de su sensei.

No supo cuanto tiempo estuvo en esa posición y a pesar que sus rodillas empezaban a dolerle por esa posición no le prestó atención y siguió allí.

—¿Shikamaru-san? —se preguntó con su Byuakugan activado, ella había salido de su casa para tomar un poco de aire, últimamente no podía dormir y todo debido al dolor de la aldea por la muerte de un gran hombre e hijo del tercer Hogake. No sabiendo porqué, pero decidió cambiar de rumbo para ir al cementerio.

Movida por un impulso quizá compasivo, Hinata decidió acercarse a Shikamaru al verlo abatido mirando aquella lápida. A pesar de su naturaleza tímida, ella se puso al lado de él y tocándole el hombro para que la notara.

—Shikamaru-san. ¿Está bien? —se sintió algo tonta por aquella pregunta, era obvio que no estaba bien.

Él chico ni siquiera se molestó en voltear y verla o responder, al saber de quien se trataba simplemente siguió en lo suyo, dándole una clara señal de que lo dejara solo. Después de algunos minutos escuchó como ella se dejaba caer en el suelo cerca a él, pero tampoco le prestó atención, sabía que ella se iría si no le hacía caso.

Hinata se sentó a su lado, queriendo de esa manera compartir su dolor con un simple gesto de cercanía y comprensión. 

—Vete... —soltó cuando la presencia femenina empezó a molestarlo. Él fue allí porque quería estar solo con su sensei, no para que alguien de su generación esté viéndolo vulnerable.

—No —soltó con calma.

—¿Qué? —después de casi media hora de la llegada de la muchacha él por fin decidió girar la cabeza para verla— ¿Qué dijiste?

—Q-que... —la mirada penetrante a pesar de la oscuridad logró ponerla algo nerviosa por lo que desvió la miraba para enfrentarlo— D-dije que no me iré. Voy a quedarme aquí... Shikamaru-san.

EL INICIO DEL FIN (SHIKAHINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora