𝐋𝐮𝐳 𝐫𝐨𝐣𝐚, 𝐥𝐮𝐳 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐞.
No sabía cómo había terminado ahí, esperando un coche que lo llevaría a una muerte segura.
Pero no, no lo sabía.
El frío aire de las calles de Ssangmun-Dong chocaba contra el, haciendo que un escalofrío viajará por todo su cuerpo.
En una pequeña jornada de tiempo una camioneta negra se estacionó justo enfrente suyo.
La ventana del copiloto se abrió, mostrando a una persona enmascarada con un traje rojo.
—¿Seong Gi-hun?—
—Soy yo.—
—Contraseña.—
Le pareció un tanto extraño, pero decidió ignorarlo y contestar.
—Luz roja, luz verde.—
La puerta trasera se abrió.
Solo significa una cosa.
Gi-hun con un tanto de inseguridad y tal vez miedo de no saber que podría pasarle ahí, se adentró a la camioneta sin más.
Ya no tenía opción.
—Parece que todos están muy cansados... Y dígame, ¿Cuánto tardaremos en llegar al lugar? ¿Vamos a pasar por más?—
No obtuvo respuesta, más, un humo comenzó a evadir toda su vista al igual que su respiración.
Comenzaba a sentirse cansado, muy cansado.
Hasta que finalmente, cayó.
Su cabeza no respondía, le dolía todo y sus ojos ardían.
Y como no, en el lugar dónde estaba había luz en exceso.
Música un tanto extraña comenzó a sonar de fondo, intento averigüar dónde se encontraba.
Pero no, no sabía dónde estaba.
Se sentó en el incómodo colchón y comenzó a mirar el lugar.
Veía como manadas de personas con trajes verdes bajaban de al parecer literas, encimadas una con otra.
Decidió bajar también.
En el transcurso, se encontró con un señor que al parecer contaba la cantidad de personas.
—65, 66, 67, 68... ¿69?—
—Señor... ¿Qué está haciendo?—
Sabía que estaba siendo entrometido, pero así era y había prometido cambiar.
—Deja de hablarme, me distraes.
—70...—
—¿Está contando a todas las personas del lugar?—