No sabía de dónde había sacado el coraje.
Solo supo que lo hizo.
—¡Claro!— Gi-hun con una sonrisa extendió sus brazos.
—¡Señor!—
El chico extranjero llevaba un buen rato buscando a Seong.
Al escuchar, Gi-hun colocó toda su atención en Ali, olvidando que tenía que abrazar a Sang-woo.
—¿Chico?—
—¿Se encuentra bien?—
—¡Si! Muchas gracias, sin tí no estaría viviendo ahora.— Sonrió.
—Me alegra que viva.—
Le contestó con una sonrisa.
Sang-woo estaba apunto de hablar, hasta que se vió interrumpido por las personas enmascaradas.
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Los jugadores se volvieron locos, gritando por dinero.
Al parecer, todos querían irse, pero al ver la cantidad de dinero que ofrecían, se echaron para atrás.
Definitivamente Gi-hun se molestó, el quería irse.
Pero Sang-woo no pensaba lo mismo, quería quedarse y salir con el dinero.
Para su mala suerte, un anciano dió el voto final. Tendrían que irse, definitivamente eso disgustó a Sang-woo.
Nuevamente los subieron en sus camionetas negras y los durmieron.
—¡Auch!— Gi-hun se quejó por el golpe que se había dado al ser lanzado con demasíada brusquedad al suelo.
Comenzó a rodar para intentar quitarse las cuerdas que tenía en sus muñecas.
Dejó de hacerlo cuando sintió como chocaba con otro cuerpo.
Había alguien más, además de él.
—¿Ah? ¿¡Q-quien eres!? ¿Chico extranjero, eres tú?—
—Carajo Gi-hun, no soy tu amiguito extranjero, ayúdame a quitarme esto.—
Esa voz.
—¿¡Sang-woo!?—
—¡Si! Vamos, ayúdame.—
—Bien, bien, ¿¡Pero cómo!?—
—¡No sé, usa tu boca!—
—¿Quitó la venda con mi boca?—
—Si, eso, vamos.—
Gi-hun obedeció y quitó la venda que cubría los ojos de Sang-woo con su boca.
—Ah, frío, frío.—
—Gi-hun, dejá de moverte, no puedo quitarte la venda.—
Sang-woo ya había notado que no tenía puesta su ropa.
