Epílogo

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Dos chicos estaban corriendo en ese instante.

Ambos en una playa correteándose el uno al otro, estaban festejando su segundo año como pareja.

Aunque hubieran preferido la privacidad completa, habían dos intrusos entre ellos.

Holly y Mikey, las mascotas de los dos chicos, resulta que los papás de Yoongi tenían que hacer un viaje y Holly no podría quedarse sólo, así que Hoseok decidió llevar a su cachorro para hacerle compañía.

De esa forma, ambos chicos corrían por la orilla del mar, acompañados de sus mascotas.
Hasta que Yoongi atrapó a Hoseok, abrazándolo y dándole un beso en la mejilla mientras los intrusos ladraban una y otra vez.

Estaban inmersos en su propio mundo y desde lo lejos el cupido que los había flechado los admiraba junto a su compañero, ahora pareja.

—Ves cariño, te dije que era el destino de esos dos estar juntos.— Sunoo sonrió con orgullo mientras le sacaba la lengua a su acompañante.

—Supongo que cupido se equivocó de pareja, pero al menos no se equivocó al enviarte.

—Mi trabajo ha sido estupendo, ahora podemos irnos, pero me prometiste comida así que ¡Es hora de comer!

Jay no pudo hacer nada más que reír, sabía que si no cumplía Sunoo se enojaría y le haría la muy conocida "Ley del hielo".

Y la verdad es que pudo ser equivocación de Cupido o de Sunoo, pero si el error fue de Kim, entonces pudo haber sido el mejor error cometido jamás, porque de otra forma no habría un Yoongi para Hoseok y amor de Hoseok para Yoongi.

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—¿Recuerdas que antes discutíamos hasta por llevar ropa similar?— nuevamente Yoongi recordando el desastre que eran antes, como siempre solía hacerlo.— Aunque nunca me explicaste porqué me odiabas tanto.

—Bueno, puede que alguien me haya dicho una mentira cruel y ya sabes... fui muy tonto para creerle así que te tuve rencor.— no prestaba mucha atención a su alrededor pues se encontraba mimando a su perrito.— Pero ahora que recuerdo, nunca me pedías una explicación, me tratabas de la misma manera.

—Tampoco iba a hacer el papel de amable cuando me insultabas de la nada.

Ambos rieron, con el paso del tiempo se dieron cuenta de porqué sus amigos se habían sorprendido tanto la primera vez que se besaron.
Ahora lo entendían, porque era ciertamente extraño que se odiaran y amaran repentinamente, un cambio totalmente brusco, pero aún así eran extrañamente felices juntos, aunque nunca faltaba una discusión minúscula.

Como la vez que se juntaron a ver películas en casa del mayor, y Hoseok no tardó en discutir en cuanto Yoongi le negaba las películas que proponía, porque eran de terror; Lo mismo cuando las películas eran vistas en casa del menor, una vez Yoongi empezó una discusión porque, según él, Hoseok había escondido el control remoto, pero todo el tiempo Yoongi lo tenía en el bolsillo de su pantalón, durante la noche mientras miraban una serie juntos, Hoseok comenzó a quejarse pues Yoongi quería besarlo cada dos segundos.

Cuando contaban las veces que discutían con sus amigos probablemente les hacían pensar que eran una relación tóxica o no duradera, pero para ellos era normal, e incluso divertido culpar al otro, porque después de todo terminaban riendo juntos en cuestión de corto plazo, y porque sabían que nunca pasaba a mayores.

Así era su relación. Llena de momentos divertidos y discusiones minúsculas que terminaban en un "Te amo, estúpido".

Porque también hace falta recalcar que su relación no era tan cursi como para hablarse en diminutivos, o decirse apodos amorosos como lo son "Amor, cariño, querido, bebé, etc.", preferían decirse apodos como "Idiota, tonto, estúpido..." y en algunos casos simplemente se llamaban por sus apellidos.

Aunque claro, en sus momentos más especiales y románticos los apodos amorosos eran los que menos faltaban. Sólo ellos sabían el momento perfecto para usar esos apodos llenos de amor y cursilería que los ponía avergonzados a ambos, pero lo amaban.

Amaban ese y todos los momentos, incluso la vez que Yoongi fingió olvidarse del cumpleaños de Hoseok porque quería hacerle una "fiesta sorpresa" y el pelinegro lloró durante todo el día.
Esa noche durante la mini-fiesta Hoseok había dicho que incluso pensó en terminar con Yoongi porque se había olvidado de su cumpleaños, sin saber que era una broma "menor".

Sí, definitivamente amaban todos los momentos que habían tenido juntos y seguramente seguirían amando los que se aproximan.

Porque el día que cupido unió sus corazones, sus almas terminaron de unirse completamente y sin que ellos lo supieran ya se habían entregado el uno al otro.

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El tiempo iba transcurriendo, el sol bajaba lentamente perdiéndose en la lejanía, casi pareciendo que se ocultaba bajo el mar, el cielo con colores amarillos y naranjas se iba tornando en colores opacos y oscuros, dándole paso a la noche.

Los dos chicos seguían ahí, ahora sentados cerca de la orilla del mar, por suerte las olas estaban en un estado de tranquilidad, y la brisa sólo hacía del momento, más cariñoso.

—Tengo sueño.— Hoseok bostezó a la par que recostaba su cabeza en el hombro del mayor.

—Regresemos al hotel, podrás dormir unas... Dos horas antes de la cena.

A pesar de ambos estar cansados ninguno se levantó, Yoongi porque Hoseok tenía su cabeza reposando en su hombro, y si se movía entonces lo pondría de mal humor.
Hoseok no quería moverse, se sentía relajado, cómodo y seguro en ese momento, que no le importaría quedarse así un rato más.

—Hoseok, no puedes dormirte acá.

—Espera un rato más, cinco minutos.

Un silencio profundo y cómodo se apropió de ambos, el único "ruido" era el de las suaves olas moviéndose, el aire frívolo y algunas gaviotas que partían del mar.

Yoongi estaba pendiente a la naturaleza, disfrutando el momento, hasta que el menor le proporcionó un beso en la mejilla, al mirarlo pudo ver su sonrisa conforme mientras sus ojos seguían cerrados y su cabeza aún se mantenía en su hombro.

A veces no entendía porqué la gente se sentía intimidada por Hoseok o pensaba que era el mayor entre los dos, puede que Yoongi sea un poco más bajo y actúe tierno sin querer hacerlo pero no podía compararse con la actitud infantil y aniñada que portaba su pareja.

Nadie podía compararse a él.

Se movió con ligereza para poder atrapar los labios de su menor, quien seguía con la sonrisa en rostro, besándolo con calidez, disfrutando del contacto que sus belfos daban al moverse en armonía.

Un segundo casto fue el que se separaron, para volver a unir sus labios al compás de un baile en besos, uno en el que probaban el sabor de sus belfos.
Sin darse cuenta se habían acomodado, de modo que, el menor estaba recostado entre la arena húmeda mientras el pelinegro sostenía su mejilla con fervor.
Ambos tomándose todo el tiempo posible para recorrer cada milímetro de sus bocas, apropiándose de los labios contrarios como si fueran los suyos propios, sintiendo una sensación de cosquilleo crecer a lo largo de sus pechos, separándose lentamente pero juntando sus frentes, ambos, con una sonrisa tímida, llena de alegría y amor creciente.

No hacía falta palabra alguna para que comprendan el amor que ambos se tenían, felices de estar juntos otro día más y disfrutando de la compañía que los conformaba.

Sabiendo que ese día terminarían disfrutándolo completamente.

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