max; miércoles

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| ataques y pánicos

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La primera sesión había sido un desastre.

Max lo sabía porque no era tonto y porque dejar el estudio 20 minutos antes no era lo pactado con el equipo.

O, como ellos preferían llamar, "no era a lo que él había dado su consentimiento".

No es que alguien le haya dado opción, claro. Si fuera por él, ni siquiera hubiese considerado volver. 

Ese segundo miércoles, el holandés se encontraba de nuevo sentado en el sillón verde petróleo frente a su psicóloga, quien insistía en analizarlo con la mirada.

El viaje a Niza no había sido para nada sereno y el accidente de trafico a mitad de camino le había dejado los glúteos acalambrados y los nudillos más blancos que cuando tomaba el volante de su monoplaza.

Y así y todo, con choques de terceros, demoras, reducción de calzada y una parada innecesaria en la estación de servicio para comprarse agua y lavarse la cara, había llegado a tiempo.

Ni siquiera cuando expresamente quería llegar tarde lo lograba.

Y encima, esta estúpida que no le hablaba.

La licenciada continuaba de piernas cruzadas, con un cuaderno sobre las rodillas, mirándolo por encima de los anteojos.

¿Qué le pasaba, hermano? ¿Qué derecho tenía esta sujeta a estar observándolo así tan intensamente y sin sentir la menor vergüenza por tal descaro? ¿Por qué se quedaba callada?

¿No se daba cuenta que le temblaban las manos? ¿No se daba cuenta que no podía dejar de mover los pies? ¿Se iba a quedar callada los próximos 60 minutos?

¿Qué le pasaba?

A ella, no a él.

-¿Me podes dejar de mirar?- espetó, después de 5 minutos de silencio.

Violeta ladeó la cabeza con duda.

-¿Tuviste un mal día, Max?-preguntó con toda la honestidad expresable.

Pero Max explotó más.

-Ya sé lo que estás haciendo. Estás buscando en mi mente, estás dejando el silencio para que yo lo llene. No soy estúpido, leí a Freud ¿sabes? Y se lo que hacen ustedes, nos instan a que nos sintamos incómodos, a que no nos quedemos callados para que terminemos hablando de nuestros padres y digamos que toda la culpa de nuestros problemas es por ellos y todo ese blablabla sin sentido.

Violeta solo asintió. Se tomó unos segundos para responder.

-¿Es eso lo que querés hacer? ¿Hablar de tu papá?

-¡NO!- el grito le dio el impulso para ponerse de pie.

La única respuesta que recibió fue una nueva mirada clavada en sus manos.

blue || max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora