Capitulo III

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Caminé hacia la puerta con la mano en el pecho intentando parar mis latidos, estaba hecha un manojo de nervios. Cuando abrí lo encontré fuera, lucía muy fresco, se notaba que no hacía mucho tiempo se había dado una ducha porque el cabello aún lo traía mojado, se veía muy elegante aunque solo tuviera una camisa azul celeste y su pantalón beige. Su barba le daba un toque muy varonil.
Abrió un poco los ojos cuando me vio.
-Pensé que te habías arrepentido, te ves... -dudó un segundo- muy bonita. Como pensé el rojo te queda bien.- dijo sin más y yo aún no entendía como podía hacerlo.
-Gracias, tú también te ves bien.- dije disimulando mis nervios- y en cuanto al vestido, lo pagaré.
Él me miró, curvó sus labios pero no dijo nada. Con un gesto me dijo que era tiempo de irnos, así que tome mi bolsa y cerré la puerta. Fede por su parte se quedó embobado viendo telenovelas latinas.
Entré en su auto, ésta vez si con su ayuda y en el asiento de copiloto, tras cerrar la puerta y darse la vuelta entró dispuesto a conducir. Yo no sabía que decir por lo que opté quedarme callada. Cuando hablaba no decía más que tontadas. Así que me mantuve escuchando la suave melodía que tocaba su reproductor.
Treinta minutos más tarde llegamos, era un restaurante Italiano y muy caro, se podía notar por el nombre y el aspecto que tenía, y aunque hice mil esfuerzos no pude retener como se llamaba. Cuando bajamos del auto nos llevaron hasta la mesa que él había reservado. El mesero se acercó y como era de suponerse Mr. Guapura, como ya lo había decidido llamar, pidió pastas y estando en un restaurante italiano no me quedó otra opción que seguirlo. La entrada y el postre lo dejó en manos del cheff. El mesero se retiró.
Mientras esperabamos él decidió comenzar la conversación.
-¿Cuantos años tiene, señorita Thomson?
- Veinticinco, señor. ¿Y usted?
-Tengo 29. ¿y te gustaría por favor dejar de decirme usted?
-Claro... ¿Michael?- pregunté para que me diera su aprobación-.
-Así me llamo, ¿No es así?- Asentí-.
-Me imagino que debes estar involucrado en una relación. -dije algo tímida.
-¿Por qué imaginas eso?
Llegó el mesero con la entrada. Bien eso me da tiempo de pensar... Porque es usted muy guapo señor White, y tiene dinero, debe tener muchas chicas a sus pies. ¡Espera! ¿En serio estoy pensado eso?
- ¿y bien?- dijo sacandome de mis estúpidos pensamientos.
-Ehh, porque cualquiera a tu edad tendría una relación.
-Es decir, que estás comprometida.
-No, yo ehh no- hice una pequeña pausa mientras ordenaba mis ideas- digo, sólo lo imaginé.
-Pues te equivocas, estoy solo.
-¿Sólo? ¿Sin nadie?- espero no se haya notado mi asombro.
-Solo, sin nadie.- Repitió afirmándolo.

Sentí que me alegré sin saber porqué. Mi yo interior daba brincos como si fuera una pequeñuela.
El mesero hizo su segunda aparición con lo que anteriormente habíamos ordenado. Cenamos mientras nos dedicamos a hablar sobre temas pocos importantes.
Cuando llegó el postre ya me sentía mucho más tranquila y en confianza. Pero al poco tiempo de estar comiendo empecé a sentirme mal, me dio náuseas y un muy fuerte dolor de cabeza, y mi piel estaba empezando a mancharse de rojo. Recuerdo haberle pedido que me ayudara antes de perder el conocimiento.

Cuando desperté estaba en la habitación de un hospital, él estaba junto a mí, expectante.
- ¿qué me pasó?- pregunté algo confundida.
- Te desmayaste.- hizo una pausa- Debiste decirme que eras alérgica a la piña, te pusiste en riesgo. -dijo tenso
- No recuerdo que me hayas preguntado nada acerca de mi alergias, además no sabía que se postre genial con el piña.
En ese instante llegó la enfermera salvando la patria.
- ¿como esta señorita Thomson?- Preguntó amable.
- Aún tengo dolor de cabeza.- respondí
-Eso es normal, el suero aplicaremos una dosis de diclofenaco y ya verá que al rato se le pasa. Tienes que cuidarte, esto no puede volver a ocurrir- dijo y salió de la habitación.
- cuando te den de alta iremos a mi casa.- ordenó.
Yo no sabía si eran los medicamentos pero me sentía algo confundidoa, él estaba siendo muy amable conmigo y eso me gustaba pero no deja de parecerme raro.
- Mi madre me cuidará-. Mentí, no quería causar molestias.
- Lamento que no podrá hacerlo, sabes bien que vive hace más de 3 años en Arizona y que ha empezado a trabajar en un nuevo juzgado, le sería imposible venir a verte.- dijo tranquilo.
-¿Como sabes todo eso?- pregunté anonadada.
-Me aburrí mientras dormías, quise saber de ti.- respondió como si nada.
-Yo no sé nada de ti.- dije dolida pero el no respondió, pareció no haberme escuchado.
Tres horas más tarde llegamos a su casa.

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