Capítulo 14

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Una gota tras otra caía sobre un pequeño charco

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Una gota tras otra caía sobre un pequeño charco. Resonaba en sus oídos como el eco de un animal herido.

Los dedos de Valentín bañados en espesa tinta azul se deslizaban sobre el lienzo. Limpió con un paño el borde inferior, quitando el exceso que goteaba.

No tenía idea de lo que estaba creando. No era su lado lógico el que había tomado posesión de su cuerpo esa noche.

A su alrededor yacían decenas de tarros abiertos y pinceles desparramados. Mantenía las piernas cruzadas y la espalda reclinada hacia adelante, en su rodilla izquierda la paleta con colores fríos.

Horas atrás se había despertado ansioso tras una pesadilla que no podía recordar. Casi sonámbulo, instaló su atril con un lienzo en blanco y se dejó absorber por una explosión de colores.

Las yemas contra la tela eran su portal a otro mundo. Las uñas marcaban los detalles, sus nudillos le daban textura.

Un prado de amapolas bajo un cielo cubierto de estrellas fue apareciendo ante sus ojos. Era un paisaje que despertaría paz si una lágrima gigante no hubiera aparecido en el centro. Las sombras alrededor de esa gota amenazaban con devorarlo todo.

Había una figura en su interior. Los dedos de Valentín impregnados de tonos claros fueron iluminándola. En su mente veía cada curva de su anatomía y cada hebra de su cabello. Solo debía luchar para que la tinta la trajera a la vida.

Al principio eran líneas difusas, gradualmente fue trazando los detalles, las luces y sombras que la volvían tridimensional. Una sonrisa curvó sus labios mientras acariciaba los brazos de esa criatura que permanecía sentada en medio de esa lágrima, abrazando sus piernas mientras ocultaba el rostro en ellas.

En esa posición, no conseguía identificar si era hombre o mujer. Ni siquiera su edad estaba definida. Valen habría disfrutado de dibujar su rostro, pero el personaje no quería mostrarlo.

—Bienvenido a mi mundo —susurró cuando el cuadro estuvo terminado, emanando un intenso aroma a pintura fresca.

Se apartó un mechón de la frente, dejando tinta a su paso. Buscó un paño en el suelo y limpió sus manos. Cerró cada tarro y dejó los pinceles en disolventes.

Se frotó los ojos, algo que lo volvió consciente de su propio cuerpo. Descruzó las piernas con dificultad. Se sentían entumecidas por haber permanecido tanto tiempo en esa postura.

Estaba estirando los músculos tensos de sus brazos cuando captó algo por el rabillo del ojo. Un movimiento a su izquierda.

Una maldición escapó de su boca. Retrocedió por instinto, tropezando con varios tarros a su paso.

Un hombre estaba sentado en el marco de la ventana, mirándolo fijamente. Sus ojos resplandecían como un gato en la noche. La luz de la luna a su espalda le daba un aura siniestra.

Artistas del desencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora