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Dokja abrió los ojos algo aturdido, sentía el sabor de su sangre en su boca, y la irritación de sus extremidades por las sogas que lo ataban. Movió ligeramente la cabeza, al no ver a nadie cerca, analizo toda la habitación con más detenimiento.

Parecía un viejo almacén, noto la humedad en las paredes y varias manchas oscuras, que no quiso saber que era. Sin ninguna dificultad se sentó, ignorando el sonido de sus huesos al repentino movimiento. Estirando más sus brazos, que estaban atados a su espalda, logro topar sus tobillos, con habilidad saco una pequeña navaja que estaba atado a su tobillo y corto las cuerdas, con un poco de dificultad.

Bufó molesto al ver como la cuchilla se echó a perder.

—Joonghyuk me lo regalo en mi cumpleaños— murmuró triste, al escuchar pasos, sujeto la navaja y se acercó la puerta, pegándose a la pared, al momento en que se abrió, Dokja se lanzó hacia el atacante y perforo su ojo con fuerza. La sangre salpico su mano y rostro, pero Dokja ignoro tal acontecimiento y sonrió cruelmente al sentir como el oponente trato de pelear.

—Eres muy molesto— se paró con rapidez, tras la espalda del hombre y con la soga que seguía colgando de su muñeca, rodeo el cuello del hombre y apretó. Movió su rostro para impedir que los golpes le llegaran, sabiendo que su esposo no estaría nada contento si lo veía con un moretón en su rostro.

—¿Porque tratan de dañar mi cara?— gruñó, apretando aún más la soga, y empujo al hombre para posicionarse sobre su espalda, y seguir hablando consigo mismo. —¿Saben que, si dañan mi rostro, mi amado Joonghyuk no me volverá a dejar salir solo?

—Ustedes enserio me molestan— a pesar de que su frase sonaba llena de molestia, su rostro tenía una sonrisa fría, pero sus ojos brillaban como estrellas. Dokja sonrió más alegre al sentir como el cuerpo bajo suyo dejo de moverse y se quedó quieto, miro con curiosidad la expresión del cadáver, y una sonrisa más genuina surco su rostro, al reconocer el rostro lleno de terror a la muerte y sus ojos alterados.

—Me encanta esa expresión— volviendo a su expresión serena, busco por el cuerpo algún arma. Al distinguir una pistola, el saco de su funda y la tomo entre sus manos con delicadeza. Cuando volvio a escuchar pasos aproximándose, tomando el arma, se escondió en la oscuridad. Mientras su respiración se hacía tan lenta, y sus ojos centellaban llenos de anticipación, vio como tres hombres entraban y revisaban el cuerpo en el suelo.

—Maldición— gritó uno molesto.

—¿No se supone que solo es un hombre? ¿Cómo pudo escapar?

—Por lo visto, el líder del inframundo dio algunas clases de defensa y escape a su esposa— murmuro otro, al encontrar la soga cortada. —Lo subestimamos— antes de que pudiera decir algo más, una bala atravesó su cerebro y cayó en un sonido sordo.

—Si lo hicieron— Dokja salió de su escondite y disparo a los otros dos hombres, a uno le perforo el ojo, y el otro le dio una bala en el cuello. El ultimo se retorcía en el suelo, ahogándose en su propia sangre, mientras veía con sorpresa y horror al chico, que sonrió con suavidad, resaltando su bello rostro.

—Yoo Joonghyuk es el esposo consorte, Kim Dokja es el rey del inframundo— Dokja salió de la habitación, limpiándose con su manga la sangre que había caído en su rostro y sus manos. Boto el arma en algún lugar y camino con seguridad por todo el lugar, sabiendo que ya no había nadie vivo ahí. Se detuvo al salir del edificio, y su nariz detecto un ligero olor a madera, uno que distinguiría en cualquier lado.

—¡Joonghyuk-ah!— Dokja corrió hacia su esposo, que guardo su pistola y abrazo a su pareja, Dokja enterró su rostro en su pecho e inhalo el familiar aroma. —Vamos a casa— con cariño, levanto su mano y limpio la mejilla del hombre más alto, que tenía una ligera gota de sangre.

¡El Rey del Inframundo no es un Trofeo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora