El mismo día, en el Aeropuerto Internacional Logan.
Lo primero que noto al aterrizar en Boston, fue una extraña sensación que se encontraba, respectivamente, entre la ansiedad y la desilusión, si fuese posible encontrar una. El clima no era para nada como la humedad excesiva presente en la atmósfera de su ciudad. En cuanto avanzó por la terminal, no pudo dejar de pensar en lo que significaba para ella aquel viaje, autonomía. Lo que muchos desean y otros temen. Annie poseería lo que el destino le demarcó desde el instante en el que se interesó por las estrellas, los montañosos valles, los áridos y no tan despojados de vida desiertos. Poseería una vida colmada de colores, de vistas de vértigo, de verdades mudas e historias perdidas en el viento; seria ella la que las devolviera a la vida, ¡le contaría a el mundo entero tantas cosas! Les enseñaría de donde vienen y a donde van. Pero, primero necesitaba darse a conocer.
Las personas en el aeropuerto la miraban como una pequeña chica que de seguro recién llego de sus vacaciones de verano, pero, ¿a quien se le ocurriría que esa joven mujer huyó de su vacía vida en medio de la madrugada?, que dejó a sus padres sin ninguna palabra de despedida, ¿para qué?, ellos no la necesitaban. Desde que se casó Charlotte, cambió radicalmente, se convirtió en la sombra de lo que solía ser. El abandono la transformo en un alma solitaria y vagabunda, condenada a vivir entre los resquicios de su pasado. Pero aquello nadie lo veía, lo sabia esconder bastante bien. Tanto que a veces, incluso ella misma lo olvidaba.
La solitaria maleta se balanceaba sobre su espalda, acompasando su suave y elegante caminar. Abrió la puerta de su nuevo apartamento, comprado en su mayor parte por sus ahorros de casi toda una vida, no era ni grande ni pequeño, para la señorita Lane que se acostumbró a la mansión de mármol blanco en la que residió los últimos años, era suficiente.
De repente se sintió agotada, casi se abandona a su suerte sobre el percudido sofá de la sala. Sin embargo, volvió esa sensación que acudió a ella tan pronto aterrizó, la atacaba de tal manera que sus entrañas se retorcían, y desgraciadamente, últimamente no dejaban de hacerlo.
Empezaba su segundo día en la ciudad de la mejor manera en la que se le ocurrió hacerlo, disfrutando de su nueva identidad, ya no existía nadie que recurriera a ella por la fortuna que seguro heredaría en unos veinte años, o por que necesitaban urgentemente elevar su estatus social saliendo con la hija de una de las personas más ricas del país, tampoco tenía a nadie siguiéndola en otro coche para reportarle a su padre a donde iba, ni con quien lo hacia. Estaba completamente sola y eso le encantaba.
Unas horas más tarde, esperaba que el camión que traía algunos muebles nuevos que compro con lo que queda de sus ahorros terminara de depositarlos en la sala. Por la ventana, se observaba un parque cercano, perros corrían salvajemente con sus amos, enamorados posaban tomados de la mano para alguna foto, que terminaría en algún álbum, al fondo de alguna caja escondida en algún garaje. Hombres trotaban al mismo tiempo que trataban de conquistar a alguna pobre mujer que se atreviera a mirarlos. Era extraño no sentirse parte de nada. Noto que clamaban su nombre y se volvió.
-Perdone... Señorita Fords, pero necesitamos que firme que recibió los muebles en buen estado.
Era un muchacho guapo, si se le permitía afirmar, se beneficiaba de una belleza clásica, que en cualquier contexto puede resultar incluso incómoda , su nariz aguileña armonizaba sus finos rasgos y ojos oscuros.
- Annie. las formalidades sobran. ¿Donde le firmo?
-Al final de la página hay un espacio.
Le paso una tabla con un clip en zona superior, ella escribió su nombre sin siquiera mirar.
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Nuestras Fotografías
Teen FictionLas decisiones son siempre difíciles, en especial cuando estas tienen el potencial para cambiar tu vida en tan solo unas horas. La joven Annie Lane Wrigth ha decidido abandonar todo lo que conoce para mudarse al otro lado de la costa este. Sola, se...