22. Condenado

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GADREEL

Veintidós horas desde que vio a Derian subirse a ese auto.

Dejó la cafetería atrás y, con ella, una de las más grandes estupideces que pudo cometer. Condujo su motocicleta entre los autos y la carretera sin saber exactamente cómo, fue como un acto involuntario, su mente seguía con Derian, con la mirada decepcionada de ese hermoso chico.

La iglesia en medio del bosque no era el mejor lugar para ocultarse, pero sí el último en el que sus amigos lo buscarían, y no quería tener que darle la cara en ese momento. No después de lo que había hecho, porque ni si quiera para él mismo tenía una explicación.

«Que soy estúpido es decir poco»

Esa mañana estaba dispuesto a presentarse ante su abuelo y el resto de los miembros de la organización para renunciar, no tenía sentido estar con Derian y saber que un día sería líder de quienes le hicieron daño. Sin embargo, quien terminó causándole aún más daño fue él.

Cerró las ventanas y cortinas, la única luz provenía del ventanal al fondo del edificio de la iglesia. El lugar estaba en completo silencio, hasta que la culpa se apoderó de él y se tiró de rodillas en el centro, el mismo lugar en el que estuvo la noche que Derian iba a ser sacrificado.

Se permitió derramar todas las lágrimas que quería. Lo hizo por rabia, tristeza e impotencia; ya no había nada que pudiera hacer para regresar con Derian. Lo supo en el momento que le confesó sus sentimientos y su chico ni se inmutó.

No tenía derecho a molestarse porque Derian no reaccionara cuando le dijo te amo. Derian no volvería con él, no después de tantas otras veces en las que sus acciones lo llevaron a herir a quien tanto quería.

Fue consciente de lo que Clare intentaba al pedirle a él que lo acompañara a la cafetería, él no hizo el mínimo esfuerzo por apartarse o alejarla, una vez que ella se acercó a besarlo.

Lo cierto era que correspondió el beso, la rodeó por la cintura y permitió que ella le lanzara los brazos alrededor del cuello.

No era Derian, y él lo supo desde que los tibios labios de Clare estuvieron sobre los suyos. Por más desprecio que sintiera hacia ella y que no lo disfrutara en absoluto, lo cierto era que besó a la mejor amiga de su novio.

Una infidelidad era eso nada más. Esta vez no tenía una explicación, más allá del morbo de la situación.

Se puso de pie y avanzó hacia la mesa. A diferencia de los sábados por la noche, no había un mantel o copas llenas de líquidos que el desconocía. Una parte egoísta suya le decía que podía ir con Derian e intentar explicarle, hacerlo escuchar su arrepentimiento. No iba a negarle lo que hizo, sino pedirle que lo aceptara a pesar de ello.

Intentó abrir la puerta de la iglesia varias veces. Su mano siempre se quedó alrededor de la cerradura. Tenía miedo de enfrentar a Derian y su mirada llena de decepción.

El pecho volvía a dolerle cada vez que pensaba en el momento en que lo vio de pie en la acera, inmóvil y con sus preciosos ojos fijos en él. Derian presenció la traición de dos de sus personas importantes. Él traicionó también a su persona más importante.

Y lo más estúpido y cabrón de su parte era que no sentía remordimiento por besar a Clare, sino porque Derian se enteró.

¿En qué clase de persona lo convertía eso?

Amaba a Derian, quería estar con él, hacerlo sonreír y llevarlo a la escuela todos los días. Una noche antes, la madre de Derian le pidió que cuidara bien de su hijo, que lo hiciera mejor que ella.

Un sacrificio desorientado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora