02. ¿Liberado o condenado?

8.1K 1K 468
                                    

DERIAN

¿Escuchó bien? Su extraño salvador, que además era el hermanastro de Keyan, le dijo a la otra persona que ellos dos tenían algo que ver, y no solo eso, que su pureza —como ellos lo llamaban— la perdió con él. De forma mecánica se removió en su lugar de nuevo. Solo quería volver a su casa, por más solo que se sintiera en ella, prefería esa soledad que estar atado por lo que parecían varios días en esa especie de biblioteca. La única ve que vio la luz fue cuando ese chico entró y le quitó la venda.

Le daban comida varias veces al día, se sentía como un animal al que estaban engordando para alimentarse de él, y al escucharlos hablar sobre una especie de sacrificio, comprobó que de hecho así era. Él era el sacrificio de esas personas y esa noche moriría.

No le temía a la muerte, nunca se detenía a pensar en ella, lo veía como una etapa que eventualmente llegaría y contra la que no podría hacer nada. De la noche a la mañana él estuvo primero en la cena a la que su amiga Keyan lo invitó, luego estuvo en su auto sobre la carretera cuando fue interceptado por encapuchados que no pudo contar. Al abrir los ojos tenía esa tela cubriéndolo y no podía moverse gracias a los amarres. Le dolía cada parte del cuerpo, sin embargo, no recibió nunca ni un solo golpe. Extraño. Solamente con esa palabra podía definir su situación.

Fue capturado, al principio creyó que se trataba de un intento por obtener dinero de sus padres, porque las personas de la ciudad no podían ver a través de la pantalla y nadie conocía la realidad de la familia Whitlock; eran perfectos y unidos en apariencia, mientras que sus padres no sabían ni siquiera la edad exacta que Derian tenía; mucho menos lo echarían en falta, nadie notaría su ausencia, salvo tal vez sus amigos, esas tres personas a las que veía siempre y por quienes lamentaba estar en esa situación. No vería a Blake jugar baloncesto, ni acompañaría a Clare a su trabajo en la cafetería, mucho menos dirigiría el club de teatro con Keyan, ¿todo se había terminado para él?

La respuesta fue afirmativa hasta que escuchó los pasos en el que parecía ser un piso debajo de la habitación donde él estaba, entonces hizo su último esfuerzo y por ser descubierto y liberado; consiguió mover su cabeza y la golpeó con el objeto más cercano, resultó ser uno de los libreros. No le importó el dolor ni que la sangre que la herida en su cráneo estaba derramando, mucho menos cuando escuchó pasos acercarse y la puerta fue abierta poco después. Con la poca energía que conservaba y la poca lucidez que los golpes le dejaron, le habló a la persona, o al menos creyó haber hablado, tenía aún parte de la cinta en la boca y eso no le permitía exclamar ningún sonido que pudiera distinguirse.

La conversación entre ellos continuó, Derian se quedó quieto por fin, no porque quisiera sino porque los ojos se le cerraban y su cabeza comenzó a latir como si estuviera a punto de estallar. Quizá ya estaba muriendo, al menos así no les serviría de nada a sus secuestradores y era la única satisfacción que le quedaría.

Por fin despertó, gracias a algo húmedo que le pasaron por la frente. La persona ante él tenía puesta una máscara, o algo parecido a una tela negra que no le permitió distinguir de quién se trataba. A esas alturas para él ya de nada valía reconocer el lugar o a alguien, si ni siquiera el chico que habló con severidad al líder lo consiguió, mucho menos él.

Esta vez sus muñecas y tobillos eran rodeados por grilletes que se sujetaban a una especie de mesa o superficie. Él ya no llevaba la venda en los ojos, mucho menos la cinta en la boca, su ropa se sentía suave pero no se animó a moverse, le pesaba cada miembro del cuerpo, era un desperdicio comprobar su vestimenta cuando de todas formas lo iban a matar.

¿Así se sentían los animales que estaban a punto de ser sacrificados? Sin esperar poder escapar alguna vez. Derian no lo creía, estaba seguro de que por su propia cuenta jamás escaparía, prefirió sentir lástima por sí mismo y conmemoró en su cabeza los recuerdos con las personas que quería. Ni si quiera pudo despedirse, se iría y nadie sabría cómo o por qué lo hizo. Sus padres no se molestarían en buscar sus restos —si es que quedaban restos—, lo máximo que harían sería publicar su enorme pena en algún espectacular, alguna misa en domingo dirigida a su espíritu o quizá harían un funeral con un ataúd vacío.

Un sacrificio desorientado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora