El Síndrome de Estocolmo se presenta ante una situación de secuestro, durante y hasta después del mismo, es un trastorno emocional transitorio, en el que la persona retenida contra su voluntad desarrolla un sentimiento de gratitud, una relación de c...
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El reloj esperaba ansioso la media noche, y el místico show de Jessie se encontraba cada vez más cerca. por supuesto, el único que estaba emocionado era el joven.
La fémina se recostó al lado del que se encontraba hablando animadamente a la pantalla de su móvil. Rápidamente la acercó un poco más a él e hizo que saludara a sus espectadores. A los segundos, una voz robótica sonó en el teléfono Kurt .
"Por favor besense ya, hasta aqui se nota la tensión entre ustedes."
Los jóvenes intercambiaron miradas cómplices. Pero Edén se sintió incómoda, y salió huyendo de la situación lo más rápido que pudo.
A decir verdad, ella siempre evitó a toda costa las situaciones complicadas, era mucho trabajo reaccionar y pensar rápido. Por eso, desde siempre fué una chica que solo seguía planes, improvisar era algo que no iba con ella para nada.
«Tal vez si hubiera conocido a Kurt en otras circunstancias todo sería diferente. ¿Y si fuéramos amigos? Quizás toda esta historia cambiaría.»
Cuando al fin se liberó de sus pensamientos, se encontraba en la sala de estar de la casa.
Allí se encontraba el cuerpo en un charco de sangre, una escena para nada agradable. Su TOC de limpieza no la dejaba ni siquiera pensar en dejar aquella casa así. Entonces puso manos a la obra y buscó productos de limpieza.
Cuando ella terminó, se percató de que debería tomar un baño nuevamente, ya que sudó y seguramente olía a químicos.
Subió a la segunda planta con la cabeza llena de pensamientos, no lograba encontrar respuestas a todas las preguntas que ella misma se hacía. Al entrar en la habitación donde estaba Kurt, recordó el momento de hacía unos minutos. Se avergonzó q más no poder, y apresuró sus pasos hacia el baño.
Aunque el joven se encontraba hablando con sus seguidores antes de que ella entrara, ahora el silencio reinaba en el cuarto. Abrió la ducha, y se metió enseguida bajo el agua fría que caía con agresividad.
De repente, sus mejillas estaban tibias, gracias a las lágrimas que caía a gran velocidad por su rostro. Y por fin, pudo llorar todo lo que quiso, se desahogó de todas las penas que estaba viviendo. Pensó en tantas cosas a la vez, que ya ni siquiera quería vivir.
Tenía miedo, y mucho. Tal vez no lo demostraba a su secuestrador, pero ella le temía a la muerte, le temía a él.
Sollozaba bajo el agua, era lo único que podía hacer.
Sus ojos ya ardían por lo mucho que había llorado, además del molesto dolor en su cabeza que cada vez era más fuerte. Al otro lado de la puerta se escuchó la voz del castaño que la llamaba.
